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Desde La Palma ''al otro lado del Muro''

Cuando se cumplen 20 años de la caída del Muro de Berlín, son muchos los testimonios de quienes vivieron en primera persona un acontecimiento que cambió el rumbo de la Historia y del que se hicieron eco todos los medios de comunicación internacionales. Pero, ¿qué había al otro lado del Muro? ¿cómo era la vida en Berlín Oriental? Pocos tuvieron la oportunidad de descubrir un mundo, una sociedad que parecía estancada en el tiempo mientras occidente llenaba sus calles con luces de neón y el bullicio de una vida nocturna que parecía hervir en los locales. A tan sólo unos metros, “al otro lado del muro”, la vida parecía sumirse en un sueño profundo. De entre los ojos que pudieron asomarse a ese paisaje están los de un vecino de La Palma, Tomás Cabrera.

Tomás Cabrera Martín nació en el municipio de Tazacorte (La Palma) el 26 de enero de 1943. Desde muy joven sintió pasión por la música a la que se dedicaría profesionalmente. La mayor parte de su carrera la desarrolló en Madrid como subdirector del Coro Nacional, función que desempeñó paralelamente a lo que se denominó el Cuarteto de Madrigalistas y que le permitió viajar alrededor del mundo y conocer destinos exóticos o, cuando menos, curiosos.

Uno de esos viajes tuvo como destino, en 1983, Berlín occidental, entonces perteneciente a la República Federal de Alemania. La curiosidad les llevó a aprovechar aquella circunstancia para asomarse al otro lado del muro. Tomás Cabrera cuenta como “conseguimos un permiso de 24 horas” y se encaminaron, sin equipaje, al puesto de control.

“Nos preguntaron el motivo de nuestra visita y nos hicieron sacar todo lo que teníamos en los bolsillos” en lo que califica como “un control muy fuerte” para alguien acostumbrado a viajar. Pero el plato fuerte aún estaba por llegar para alguien procedente del mundo occidental. “Pasamos por una puerta muy estrecha” antes de llegar “al otro lado” donde encontraron “lo que hoy es la avenida Bismark, una calle muy grande pero con muy poca gente y la gente triste”, relata Tomás Cabrera que se vio impactado por unos edificios “destrozados y unas calles en las que no había nada, ni tiendas ni nada”. Una imagen que debía de ser común en la que entonces era la Europa del Este ya que “unos años antes tuvimos la oportunidad de ir a Moscú y también vimos gente muy triste [?] un bolígrafo bic era un lujo, nos pedían los vaqueros y podían darte un icono, una obra de arte a cambio de un jersey”.

En 1983 Berlín Oriental ofrecía un paisaje desolador “la gente caminaba de aquí para allá y nada más porque es que no había nada”. Pero aquella sensación extraña se acentuaría aún más a su regreso. “Cuando volvíamos a Berlín occidental, según nos acercábamos al muro, podíamos ver el reflejo de las luces en las calles, el ruido de los coches, algo que no se veía al otro lado”.

Lo que sí reconoce es la buena preparación de los berlineses orientales. “Tenían un amplio conocimiento de todo, me sorprendió que me hablaran de García Lorca, por ejemplo”. El estricto régimen ofrecía una buena preparación a cambio de una renuncia a las libertades que duró hasta el 9 de noviembre de 1989, cuando se anunció la apertura del Muro y miles de ciudadanos berlineses de los dos lados, se dieron cita a sus puertas para reencontrarse tras tres décadas de separación.

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