La batalla de lo viejo y lo nuevo
Los resultados de las últimas elecciones generales confirmaron, a mi entender, la superación del bipartidismo que no alcanzó nunca el grado de representatividad requerido por la variedad de un país en el que cada cual es hijo de su padre y de su madre. Discurre ahora, por tanto, un tiempo político diferente en el que vuelve a plantearse el conflicto inevitable entre lo nuevo que trata de instalarse y lo viejo resistido a coger puerta. Un proceso de cambio imparable aunque pueda sufrir altibajos y retrocesos. A las generaciones que crecieron bajo el franquismo y vivieron intensamente la Transición no les coge de nuevas esta pugna de lo que hay y lo que va a haber y sus alternativas; aunque no falten tipos temperamentales a los que revientan los aires de “estupendos” que suelen darse quienes “vienen llegando”, como diría un isleño irritado ante el desdén con que suelen referirse no pocos advenedizos al que llaman “Régimen del 78”; precisamente el de la “invención” de la actual democracia en el marco de la Constitución todavía vigente por la que tantos lucharon hasta arruinar sus vidas o ser directamente asesinados.
El primer Pablo Iglesias pecó algo por ese lado al punto de que algunos, no siempre con la mejor intención, lo consideran paradigma de enterado de la caja del agua: llegó dispuesto a alcanzar el cielo y ahora predica la Constitución, la del 78, con fervores de propagandista bíblico, cual Isaías, perdonando el modo de señalar.
La derecha, siempre la derecha
La derecha, siempre la derecha Vaya por delante que no me referiré a esa derecha democrática muy alejada de los torpes manejos de Casado y de Rivera. Los dos quisieron calzar por Pedro Sánchez mediante una calumniosa campaña tan torpe que da idea cabal de lo poco que respeta esta gente la inteligencia de los electores. Llegaron al extremo de atribuirse la titularidad de un “constitucionalismo” inventado y tan consecuente que no le repugnó aliarse con Vox, paladín de la Constitución como todo el mundo sabe, para hacerse con el Gobierno andaluz. Una iniciativa que ha resucitado el espíritu de don Pelayo, siempre vivo y dispuesto a impedir la islamización de Europa. Debió rebelarse el espíritu del monarca, o sea, de don Pelayo, harto de esperar a que la pérfida Albión devuelva a España el promontorio llamado de Calpe en la Antigüedad y conocido hoy como Gibraltar en memoria de Tariq Ibn Malluk, que desembarcó por allí al frente del ejército árabe que invadió la Península hace 1.300 años.
Este tripartito PP-Ciudadanos-Vox sería pura contradicción si no se tratara de la derecha de toda la vida. Tan sin escrúpulos que se llevan a matar los dos primeros “constitucionalistas” entre sí y los dos juntos o por separado con Vox que, a su vez, critica a la “derechita cobarde”. En este punto quizá sea oportuno recordar someramente el trato dado por Casado y Rivera a Sánchez desde que, para sorpresa de todos y mortal disgusto de ellos, sacó de La Moncloa a Mariano Rajoy para ponerse él. El triunfo de aquella moción de censura, recuerden, nos permitió comprobar una vez más el formidable desprecio de los dos líderes “constitucionalistas” a la inteligencia y el sentido común de la ciudadanía.
Comenzaron, los dichos “constitucionalistas”, por ocultar que la moción de censura es un mecanismo plenamente constitucional regulado por los artículos 113, 114 y 115. Sánchez accedió, pues, a la Presidencia de forma absolutamente constitucional. No fue, por tanto, una toma de La Bastilla light y nada que ver con maniobras ilegítimas o ilegales y anticonstitucionales que autorizaran a calificarlo de “okupa” y las demás cancaburradas que pusieron en circulación. No se moderaron en sus lindezas.
Presionaba la derecha, esta derecha, tan convencida de la estupidez de la gente que reclamaba elecciones generales inmediatas para pasar por defensora de la legalidad y de la corrección política y coger desprevenida a la ciudadanía. Un adelanto electoral que desaconsejaba, en aquel momento, el ambiente social enrarecido por la furibunda campaña de Casado y Rivera; y hasta es posible que fuera lo apropiado la no convocatoria dada la urgencia de adoptar medidas gubernamentales que desinflaran la tensión ambiental incrementada con la manipulación del conflicto catalán por los dos líderes “constitucionalistas” que hicieron la felicidad de los secesionistas más intransigentes al darles la prueba palmaria de que con España no hay nada que hacer y que lo mejor era mandarse a mudar. Pensaban, Casado y Rivera, que la política de dureza convenía a sus intereses electorales mirándose en el espejo de Rajoy a quien benefició la judicialización del encontronazo a costa de agudizarlo. Pero no vieron, Casado y Rivera, que una vez se dice que la calabaza es buena, o sea, que el efecto primero, fruto de la desinformación, lo debilita precisamente la información, el mejor conocimiento de causa, de las actitudes y razones de unos y otros en los conflictos. No son casuales los buenos resultados socialistas en Barcelona; o los de la secesionista Esquerra Republicana de Cataluña (ERC) lo bastante dialogante para que hayan afilado el lápiz contra su principal dirigente, el historiador Oriol Junqueras con quien es posible dialogar.Y recuerdo de nuevo la observación de López Burniol acerca de los cuatro problemas con que inició España el siglo XX: el religioso, el militar, el agrario y el territorial relacionado con la organización del Estado. De ellos considera resueltos los tres primeros, por lo que sólo permanece vivo el territorial que no se reduce, por cierto, a Cataluña, dicho sea de paso.
En otro orden de cosas, pero sin salir de lo mismo asegura el historiador José Luis Villacañas que el PP ha perdido la capacidad de reorientar a la derecha. Para él, la renovación de la derecha ya no pasa por Gémova pues con apenas 100.000 votos más que Rivera “la cuadrilla de aficionados” que se apoderó del PP en las últimas primarias ha demostrado no tener ni idea de adonde iba. Considera que el PP está condenado a caer tras perder su base de intereses reales. Considera que las complicidades tejidas en ambientes corruptos se disuelven cuando es preciso defenderse en sede judicial y lo hace a tal velocidad que es imposible la solidaridad política. Al propio tiempo, continúa, los intereses nacional-católicos e integristas depositan ahora su confianza en Vox, mientras los intereses económicos apuestan por Ciudadanos. Para él, en fin, la hegemonía de la derecha será para Ciudadanos. Y en lo que se refiere a Pedro Sánchez piensa que no le interesa pactar con Rivera, cosa que los catalanes no aceptarían y cree que sería mejor que se entendiera con Podemos “que está muy necesitado”. Como es sabido, Sánchez ya ha dejado caer que negociaría con Iglesias puntos programáticos sin sentarlo en el Consejo de Ministros, bonito fuera.
Debates ¿para qué?
Debates ¿para qué? Dado que la alianza con Vox refleja hasta donde llega el “constitucionalismo” del mal avenido tándem, no es preciso ir mucho más lejos de los dos debates a cuatro para saber lo que hay: Casado y Rivera no dejaron de atacar a Sánchez insistiendo en sus falsas imputaciones. La derecha española no sabe hacer política de otra manera. Por más que Casado puede pretextar que se limitó a seguir las indicaciones de Aznar, mientras Rivera va a tener que explicar de donde le viene el mal rollo con los socialistas que, al parecer, no han sido mal recibidos en el mundo del dinero, que no hay nada mejor que una socialdemocracia afín y bien administrada. Ambos dos, Casado y Rivera, exigieron a Sánchez que admitiera su compromiso secreto con los separatistas para indultar a los dirigentes que el Supremo estña juzgando. Una exigencia que más bien parece una trampa aunque no pueda afirmar que fuera esa la intención de la parejita. Porque, por un lado, sería poner el carro delante de los caballos pues para indultar tendría que estar sobre la mesa una sentencia a la que dejar sin efectos. No cayó Sánchez en la supuesta trampa de afirmar o negar el compromiso de indultar a los dirigentes catalanes. Porque de reconocerlo, lo acusarían de injerencia en el ámbito de la Justicia; y negarlo rotundamente equivaldría a reconocer la posibilidad de dar órdenes desde el Gobierno a los jueces si le da la gana. Mala intención que se entiende por parte de un partido, el PP, muy acostumbrado a “cultivar” a sus jueces, que haberlos, háylos..
Y así casi todo. Una esgrima que no sirve de nada. Pedro Sánchez no necesitó sino dejarlos hacer para salir ileso pues no se abordaron los temas que más preocupan y podían llamar a votar en un sentido o en otro. Y si los asuntos mencionados (salarios, pensiones, fiscalidad…) se abordaron sólo como armas arrojadizas, no aparecieron por ninguna parte las referencias a la situación en la UE, Brexit incluido y sus consecuencias para España; la agresividad más que comercial de Trump; la inmigración ilegal; los problemas del cambio climático y un largo etcétera que incluiría las actividades europeas de Steve Bannon, que fuera consejero de Trump y no se oculta para decir que trabaja en la creación de una Internacional ultraderechista que impulse los nacionalismos europeos y acabe con la UE. Bannon elogia allí donde se sienta a Santiago Abascal y Vox. Es larga la relación de lo que no se abordó ni de lejos, pero bastan los asuntos citados para poner en evidencia que se busca más el espectáculo televisivo que la información puntual a los electores. Como si no supiéramos adonde lleva ese tipo de proyectos.
Habría que insistir, por último, que una cosa es una cosa y otra cosa son dos cosas. Quiero decir que por más que aleguemos de los triunviros que nos han salido en Andalucía, no podemos pasar por alto que los socialistas andaluces se merecían con creces que los enviaran a chupar banquillo. Se pasaron de castaño oscuro tras casi cuarenta años gobernando sin demasiada claridad, por el contrario, con mucha oscuridad como dirñía Rajoy.
La recentralización, por la derecha
La recentralización, por la derecha Ya pueden decir lo que quieran Casado y Rivera pero han sido muy explícitos, particularmente el segundo, en su deseo de aplicar en Cataluña el 155 con la mayor dureza y de forma permanente, como ya quedó indicado. Sería la antesala de la liquidación del Estado de las Autonomías para volver al centralismo que ha ignorado desde siempre la naturaleza federalizante de España. De momento hablan de “recentralización” limitada a unas pocas competencias para no alarmar más de la cuenta. Cataluña es un escollo a salvar y a por ella van; como lo son Euskadi, Galicia, etcétera. Con esa idea estoy por decir que entiendo mejor el empeño de enfrentar a españoles y catalanes poniendo primero las banderas en los balcones para bajarlas después a la Plaza de Colón, como dijeran, entusiasmados, los triunviros el día de la concentración de la derecha. Aquí sólo habría que agregar que de los tres es Abascal el que habla más claro de sus intenciones. Sin que en el momento de escribir ninguno de la “derechita cobarde” le haya puestos los puntos sobre las íes no vaya a dejarlos con los glúteos al aire en Andalucía.
Diría que Casado metió la pata al dejarse llevar por el macho Aznar al que, es fama, no hay quien le aguante la mirada. Lo que quiero decir es que el PP ha salido desarbolado de las elecciones y que con apenas de 100.000 votos de ventaja sobre Rivera, como ya se indicó, tiene mal Casado reivindicar el liderazgo de la derecha entre otras cosas porque lo ha perdido.