Seamos optimistas, por mal que nos vaya siempre nos quedarán las deudas. Esto no es la famosa película Casablanca, joya del blanco y negro, cuando Bogart, el hombre que convirtió el humo del cigarrillo en un arte y la Bergman, auténtica princesa nórdica de hielo, dicen que siempre nos quedará París. En cambio, a Mbappé, al que parece que en su París al final le dieron más dinero que cariño, siempre le quedará Madrid. Y bueno, a todos siempre nos quedará algo por descubrir y explorar. Pero que sepamos que por lejos que nos vayamos nunca podremos escapar de nuestra propia mente y del interminable diálogo que mantenemos con nosotros mismos. Una especie de eterno día de la marmota. Despertamos cada mañana en el sitio de siempre, nuestra propia mente. Y podemos hacer ejercicios neurolingüísticos embelleciendo las palabras, llamando a nuestro volcán erupción estromboliana flamboyana con momentos hawaianos, o a los contenedores donde siguen viviendo afectados por el volcán viviendas modulares o habitáculos postmodernos geométricamente irreprochables o a la Cumbre Vieja Cumbre de la Tercera Edad y al Circo de Marte Circo de Marte y de Marta, y es que al final digamos lo que digamos  la realidad se impone a cualquier cosa que digamos de ella. Y no me importa lo grande que sea el Universo mientras yo no tenga que pagar el alquiler ni lo chica que sea la isla mientras yo tenga donde aparcar. Soy tan optimista que después de muerto no pienso quejarme de nada, ni siquiera del precio del funeral, así que si se les aparece algún espíritu en la noche no seré yo, pues no pienso hacer otra cosa que disfrutar del eterno descanso. Que bastante trabajo he tenido con echarle humor a este planeta infernal. En fin.