LAS HACIENDAS HISTÓRICAS DE TENERIFE /2
El poder del amo: sexo, infidelidades y crímenes sin castigo
Diseminadas entre los 80 kilómetros que separan Anaga y Teno, entre la costa y las medianías y rodeadas de plantaciones de vides y otros cultivos para el autoabastecimiento de los medianeros y sus familias, en una época donde no existían carreteras sino angostos caminos reales, lo que pasaba en las haciendas no salía de sus muros de canto. La investigación de cuatro años realizada por profesionales del departamento de Historia Moderna de la Universidad de La Laguna ha permitido documentar 82 haciendas, desde su origen, la evolución de la propiedad, hasta la riqueza del negocio del vino, pasando por las condiciones de vida de los campesinos. Pero también descubre la cara oculta de algunas haciendas derivada del poder del hacendado, del amo. Se produjeron crímenes que quedaron impunes. “Esa información no está en los archivos pero sí en diarios de algunos personajes de la época”, nos cuenta Judit Gutiérrez de Armas, una de las historiadoras del equipo que lidera el doctor Juan Ramón Núñez y codirige la doctora María Eugenia Monzón.
Inicialmente, las haciendas eran el lugar de residencia de sus propietarios, pero desde finales del siglo XVI, “el proceso de urbanización aristocrático propició el abandono de algunas haciendas rurales a favor de palacetes urbanos en La Orotava y La Laguna”, relatan los autores de La Ruta de las Haciendas: un recorrido por el paisaje cultural de las antiguas haciendas vitícolas del Norte de Tenerife. De esta manera, la mayoría de las haciendas pasaron a residencia secundarias, con casas en las que vivían las familias de los medianeros. Hubo otras que fueron lugar de refugio y destierro, también de foros culturales, como la famosa tertulia de Nava en la hacienda Heredamiento de Daute.
“Quizás por la lejanía de los centros de poder políticos, religiosos y militares, quizás porque en las haciendas los amos lo eran de todo y de todos”, señala Juan Ramón Núñez, “estos lugares se convirtieron en espacios habituales para la transgresión a la rígida moralidad católica de la Contrarreforma. Es el caso de algunos matrimonios que en la práctica no hacían vida marital, como el que tenían doña María Bardonas, que residía en La Laguna, y su marido, el regidor don Ignacio de la Peña, que siempre estaba en su hacienda del Realejo”.
Las haciendas también fueron espacios propicios a las relaciones extramatrimoniales. La doctora Judit Gutiérrez ha rescatado decenas de casos entre las páginas de los Diarios de Anchieta y Alarcón, editado por el historiador Daniel García Pulido. “El conocido regidor”, relata Gutiérrez, “fue un cronista social asiduo al cotilleo y gracias a él sabemos, por ejemplo, algunos casos de relaciones entre señores y criadas de la hacienda, como las que tuvo el capitán Blas Yanes de Céspedes con una moza de su casa llamada María Miguel, con quien tuvo una hija que crio como expósita”.
Cita a tiros de fusil
La misma fuente, el regidor Anchieta y Alarcón, “nos habla de los amoríos del III conde del Valle de Salazar con Antonia, alias La Aferidora, una mujer casada de El Sauzal, donde el conde tenía varias de sus haciendas. También ese sería el lugar de encuentros sexuales para su nieto, llamado como él Ventura de Salazar, quien, para espanto de sus padres, acudía a las haciendas de El Sauzal y se citaba con mujeres a la señal de varios tiros de fusil que indicaban su presencia”.
Antes de que Felipe V confiscara la hacienda al conde de Salazar, a principios del XVIII, porque el noble hacendado se alió al bando austracista durante la Guerra de Sucesión, Ventura Salazar Frías, el III conde de Salazar, trasladó su residencia a la hacienda de Los Tanques en la década de 1750. Según la información recabada por los autores de la investigación La Ruta de las Haciendas, “vivió un romance con una mujer del pueblo que fue motivo de escándalo entre los vecinos -que extendieron el rumor de que el conde hacía dejación de su obligación de asistir a misa- y entre la alta sociedad tinerfeña, hasta el punto de que el comandante general de Tenerife intervino, obligando a Salazar a residir en casa de su hermana doña Francisca de Abreu y nombrándolo castellano en Santa Cruz. José de Anchieta y Alarcón relata como el conde fue trasladado a Santa Cruz bajo custodia, mientras que Antonia fue confinada al Valle de San Andrés bajo custodia del cura o del alcalde”.
El amor, en la mayoría de los casos, no protagonizaba estas relaciones. La historiadora de la ULL considera que “no sería adecuado ver estas relaciones con una perspectiva romántica, pues siempre hay que ponderar qué posibilidades reales tendría una mujer del campo, dependiente ella y su familia del trabajo en la hacienda, de rechazar las demandas sexuales del señor”. El poder del amo. Estos abusos sexuales provocaron el nacimiento de niños bastardos. La única estadística al respecto es un documento del siglo XIX que encontraron los investigadores del departamento de Historia Moderna de la ULL: “Una cuarta parte de los nacidos en el municipio de La Laguna eran ilegítimos”, señala a Canarias Ahora-elDiario.es el profesor Núñez Pestano.
Todavía más trágico fue el amorío que a finales de la década de 1680 protagonizaron doña Luisa Benítez y el estudiante Jacinto Fernández Gordillo. Según varios testimonios de la época, recogidos en sus citas por Anchieta y Alarcón, “doña Luisa acudía a su hacienda de El Sauzal, donde se veía con su amante. Al ser descubiertos por su marido, este los asesinó a puñaladas y los degolló en la cama”. Este crimen quedó impune. El feminicidio perpetrado contra doña Luisa Benítez, afirma Judit Gutiérrez, “ilustra bien que las trasgresiones al sacramento de matrimonio tenían implicaciones de género muy diferentes cuando la adúltera era la señora”.
Tertulia de Nava
Una práctica que ilustra el poder del hacendado y la sumisión de los campesinos al amo era la del besamanos. Una vez que llegaban a la hacienda, “el mayordomo y su familia procedían a realizar el besamanos, una auténtica reminiscencia del osculum fidelitatis feudal por el que los vasallos besaban la mano de su señor en señal de sujeción”.
La presencia de los propietarios en sus haciendas jamás faltaba durante la época de las vendimias, unos desplazamientos, apunta la doctora María Eugenia Monzón, “que no estaban tanto relacionados con el control de calidad del producto, sino más bien con el control social”. Personarse en la hacienda durante el momento de la recolección del producto era “un acto de ejercicio de poder, que se completaba con otras labores de supervisión: inspección del estado de las casas, asistencia a la misa en la ermita, recepción y pago de visitas o instrucciones a los administradores y/o medianeros. Pero, sobre todo, la principal función de la visita a la hacienda durante la vendimia era asegurar el reparto o ajuste de la cosecha con el medianero”.
Otras de las visitas más señaladas a la haciendas que han documentado los historiadores acontecían durante fiestas religiosas, concretamente las festividades del santo tutelar en la ermita de la hacienda, en cuyo marco los amos hacían una ostentación pública del patronato ante los campesinos de la zona. No todas las propiedades tenían ermitas, pero muchas sí las tenían. “Muchas de ellas”, afirman los codirectores de este trabajo a la redacción de este periódico, “fueron desacralizadas entre los siglos XIX y XX y en la actualidad se usan como bodega, almacén o han sido reconvertidas en estancias para viviendas vacacionales. Muy pocas siguen abiertas al culto y en general su patrimonio mobiliario ha sido vendido o trasladado a sus casas particulares por las antiguas familias propietarias”.
Además de escenario del cultivo de vides y producción de vino, fiestas religiosas y de relaciones íntimas e infidelidades, la cultura estuvo presente al menos en una hacienda. Bajo el dominio de la casa de Franchi -marqueses del Sauzal y La Candia-, fue cuando el Heredamiento de Daute tuvo su máxima relevancia gracias a la Tertulia de Nava. El historiador Domingo García de Mesa, miembro del equipo liderado por Núñez, contó al autor de este reportaje, durante la ruta que hicimos por el antiguo camino real de Daute el pasado 14 de enero, que “en 1765 un grupo de jóvenes de la aristocracia de La Laguna y La Orotava realizaron una excusión hasta el Heredamiento y celebraron el Congreso de Daute, donde se confeccionó el primer periódico de Canarias, La Gaceta de Daute, una obra manuscrita de once ejemplares copiados a mano por los congresistas y donde Viera y Clavijo era quien dictaba el texto”.
Siete rutas vitícolas
La recuperación de la memoria de esta parte de la historia moderna de Tenerife, –siglos XVI, XVII y XVIII-, del paisaje cultural y agrícola de las antiguas plantaciones de vides, hoy mayoritariamente colonizadas por fincas de plataneras, merece, a juicio de los autores de La Ruta de las Haciendas: un recorrido por el paisaje cultural de las antiguas haciendas vitícolas del Norte de Tenerife, la declaración de patrimonio mundial en su modalidad de rutas patrimoniales, tal como vimos en el primer capítulo de este reportaje.
Para fundamentar y enriquecer su propuestas, los historiadores han diseñado siete rutas siguiendo la red de los antiguos caminos reales. La mayor parte han sido sepultados por calles y carreteras contemporáneas, aunque algunos tramos, explica el doctor Juan Ramón Núñez, “aún conservan su antiguo empedrado, como el Camino de la Mar -antigua Rambla de Los Caballos- entre el barranco de Ruiz y el caserío de Las Aguas en el municipio de San Juan de la Rambla o el Camino Real de Daute”, entre San Pedro de Daute y Buenavista, el que recorrimos durante la elaboración de este reportaje.
Una especial atención merece, afirma Núñez, “la recuperación del camino real de Anaga, que discurre ente Taganana y Roque Bermejo, en el término de Santa Cruz de Tenerife, que es un antiguo camino real, reconocido en el Inventario de Caminos de la Provincia desde 1860, y sobre el cual pende la amenaza de privatización, lo que justificaría una demanda de interdicto para recuperar el dominio público”.
Las rutas que proponen en su trabajo los investigadores son: Anaga, Valle Guerra-Tegueste, Tacoronte-Acentejo, dos recorridos por la ruta Valle de La Orotava, La Rambla, Icod-Garachico y, por último, la ruta de Daute. En el libro digital en el que se ha publicado la investigación, se describen cada una de las haciendas, con todo lujo de detalles, por los que discurren los senderos propuestos. También, divulga todos los pormenores sobre la realidad económica de las haciendas y las condiciones laborales y sociales de los campesinos, tema del capítulo 3 de este reportaje.
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