Casa Marcos, brillo gastronómico en Fuerteventura

El chef Marcos Gutiérrez.

Javier Suárez

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Marcos Gutiérrez es uno de los grandes cocineros que la isla de Fuerteventura tiene en sus faldas. Hace años su ya famoso y extinto Casa Marcos consiguió que los ojos de muchos aficionados a la gastronomía de fuera de la isla se fijaran en ella. Aún recuerdo cuando hace unos tres años en el palacete Rodríguez Quegles, de la capital grancanaria, el cocinero desplegó toda su maestría con la cabra como protagonista, uno de los productos estrella de la gastronomía majorera. Mucho más allá que cocinarla, la transformó en un excelso jamón de cabra e incluso un embrión de lo que sería una cecina. Por eso, cuando el cocinero anunció la vuelta a los fogones en Fuerteventura abriendo un pequeño hotelito rural de 5 habitaciones y un restaurante destinado a trabajar como siempre había soñado, lo único que había que hacer era ponerle fecha a la visita, que llegó en este agosto 2020.

El nuevo Casa Marcos está ubicado en su pueblo, Villaverde, donde se levanta elegante a la vez que integrador todo lo explicado anteriormente. Tras esas largas carreteras que cruzan Fuerteventura por el interior, uno llega a un espacio que rezuma libertad y belleza por su sencillez, a la vez que buen gusto y elegancia. Lo primero que apetece al cruzar las puertas de la casa es abrir bien los ojos y observar cada uno de sus rincones, donde la decoración y el símbolo de Casa Marcos se funde con elementos del ayer y del hoy en la cocina. Los fogones tienen su espacio protagonista en cuanto a tamaño, luz y distribución, preparados para acoger a los comensales que están llenando los servicios durante este atípico verano. La carta, a la vieja usanza, en una pizarra tradicional que acercan a una distancia prudencial del comensal donde se puede leer la mezcla de cocina y recetario tradicional que siempre ha caracterizado la cocina de Marcos, con otros platos podríamos llamarlos más de fusión. Decidimos no pedir nada en concreto y que fuera él quien mandara en el menú, y así empezamos.

Papas bravas y no arrugadas pero tiene su porqué, ya que la calidad de las mismas invitan más a freírlas que a arrugarlas, y la salsa, una fusión de lo que serían unas bravas pero con alma canaria, te llevan a un plato u otro de manera continua. El menú continuaba con los productos que el pequeño huerto que está creciendo a pie del restaurante está mimando el chef con dos carpaccios totalmente diferentes entre sí en ejecución pero con un núcleo en común, la verdura propia de la huerta del chef. Uno de ellos, de calabacín y verduras bastante refrescante y lleno de sabor, pero la gran sorpresa viene con el de atún ahumado y marinado con rúcula de la huerta, queso majorero y flor de aloe, dando como resultado un bocado donde el mar y la montaña van de la mano en cada bocado, pero siempre con elegancia y respeto entre cada uno de sus ingredientes, un auténtico deleite que corona el ahumado casero del atún, sobrio a la vez que efectivo, que no efectista.

En la segunda ronda de bocados, muy destacable el paté casero de cabrito con yuca frita, donde el sabor de este animal tan poco valorado y con tantas posibilidades en la cocina toma su protagonismo. Divertida la fusión oriental del rebumbio de verduras, chipirones y gambas, y quizás un poquito más flojos los champiñones rellenos.

Como momento fuerte, dos de esos platos que pueden ser perfectamente una excusa para volver a cualquier restaurante. Por un lado, los rollitos de cerdo con salsa de queso, simplemente adictivos gracias a su perfecta ejecución del envoltorio pero aún más impecable el guiso del cochino en su interior. Por otro, la carne de cabra al estilo majorero de la que se chupan hasta los huesos y se manchan hasta los nudillos.

La parte dulce fue otra de las grandes sorpresas del menú, con postres de toda la vida como el arroz con leche perfectamente ejecutados, pero con otros, como el gofio en texturas, que era goloso y a la vez perfecto en el respeto al producto del molino de la isla de principio a fin. Si a ello le sumamos que son capaces de prepararte un barraquito cómo mandan todos los cánones, pues la fiesta ya es completa.

Sin duda alguna es una gran noticia para la isla de Fuerteventura la puesta de largo de este nuevo Casa Marcos, donde tanto cocina como sala van de la mano a la hora no sólo de dar de comer al comensal, sino en hacerlo sentir en casa con profesionalidad, esmero y mucho esfuerzo, de reconocer la sonrisa que traspasaba la mascarilla de Mar, quien además conocía y explicaba las características de cada plato de una manera perfecta. Marcos tiene claro además que no quiere estar enfocado para el turista, sino mirar en primer lugar para el majorero, que encuentre un sitio donde comer muy bien a un precio muy competitivo y después para el resto de visitantes a la isla, tanto canarios como de fuera del Archipiélago. Estoy seguro de que todos y cada uno de los comensales encontrará su plato favorito que hará de este restaurante un sitio imprescindible para volver a degustar todo aquello que nos ha quedado atrás. Yo ya estoy pensando en ellos.

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