La Palmera Sur: sabor y pasión

Manolo Vilariño

Javier Suárez

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El gran grueso de la hostelería y restauración de las zonas turísticas de Gran Canaria están pasando auténticas penurias a causa del efecto turismo cero que asola a las islas por culpa de esta maldita pandemia. Pero hay algunos profesionales que en estos momentos siguen adelante gracias a su trabajo durante años de cuidado y selección y del producto que tratan, por su apuesta por una buena cocina que innova y crea, pero sobre todo, por su respeto a su clientela, tanto en el trato como en el precio. Entre ellos y ubicado en los bajos del hotel Gold Marina, de Playa del Inglés, se encuentra La Palmera Sur, un restaurante que tiene alma y sentimiento propios gracias a la humildad, esfuerzo y mucho trabajo que el matrimonio, en la vida real y profesional, conformado por Manolo Vilariño, en la cocina, y María del Rosario, en la sala, despliegan junto todo un equipo de gente joven pero tremendamente preparada. 

Acudí un sábado del puente de diciembre a esta casa, que llevaba demasiado tiempo sin visitar. Es curioso cómo al palmense parece que le cuesta salir de la ciudad para comer, y más en estos tiempos de pandemia que parece que contamos las horas que pasamos fuera de nuestro hogar. Lo primero que me llamó la atención en el camino dentro de Playa del Inglés es la desangelada sensación que transmite una localidad acostumbrada a estar llena de turistas y locales caminando por sus calles; o encontrar aparcamiento prácticamente en la puerta del restaurante, otro de esos detalles que denotan la tristeza en la que vive el sur grancanario. Pero todo eso cambia en cuanto cruzas las puertas de La Palmera Sur y observas un restaurante perfectamente montado en cuanto a las distancias de seguridad entre mesas, la pulcritud de su personal y el estupendo ambiente que se respira con una sala que une terraza e interior con todas las mesas prácticamente ocupadas o con el cartel de reservadas. 

La cocina de Manolo es ideal para compartir: sus platos son una auténtica fusión de sabores y técnicas internacionales ejecutadas con milimétrica precisión. Divertida a la vez que sorprendente por lo reconocible en el sabor, que no en presentación, resulta la ensalada César con pollo de corral crujiente en forma de maki con lámina de soja. Imprescindibles para los clientes habituales sus chips de berenjena con miel de palma y sésamo. Como bocado final de esta parte, excelsas sus croquetas de kimchi, lubina, huevos de codorniz y cacahuetes, de bocado único al ser líquidas por dentro, explosionan en la boca dejando un sabor potente y elegante a la vez.

Sube el nivel con unas gambas de Huelva al ajillo donde el truco radica en su cocción, a baja temperatura con una crema de ajo tostado. No les miento si les cuento que quizás son las mejores “gambas al ajillo” que me he comido en años, punto. Otro plato inamovible en la carta por petición popular y que suscribo plenamente es su bocadillo de calamares con pan de carbón vegetal, alioli de ajo negro y pomada de limón. Les aseguro que ese rechazo al plato cuando no se le conoce, en plan “no vengo aquí a comer un bocadillo de calamares”, se les olvida en cuanto llega a la mesa, ya después al comerlo lo que queda es añoranza para volver otro día y repetirlo. 

Ahora toca el turno de uno de los fuera de carta de la semana donde unos huevos a baja temperatura con setas te llevaban directamente a oler y saborear esos montes con sabor a manjar. Y como broche de oro, un taco crujiente de carrillera de cochino negro de Gran Canaria, puré de cebolla ahumada, millo y mojo de cilantro, en una asombrosa mezcla de un plato tradicional mexicano como es el taco pero con puro sabor canario gracias al guiso de esas carrilleras y la inteligencia de sus acompañantes.

Ya a estas alturas la entrega es total, pero se acercaba ese momento que separa las buenas comidas de las grandes comidas como es el postre. Y aquí el as en la manga viene con uno de los mejores postres que he degustado en este terminado 2020 (y me atrevería a decir que en mucho tiempo), unas truchas de batata helada. Y no, no me he vuelto loco con este comentario, pero simplemente por tomar este postre debería ser obligatorio visitar La Palmera Sur, ya que te llevas a la boca uno de los postres tradicionales con más arraigo de la isla redonda, en una elaboración atrevida, arriesgada y exitosa, a la que no le falta nada, ni el aroma. Sin duda alguna, un postre de matrícula de honor. A su lado, un impecable cremoso de chocolate con aceite de oliva virgen y sal en escamas o el refrescante canelón de mango, yogur y maracuyá.

Pero en La Palmera Sur no sólo se come bien, se bebe de vicio gracias a una muy cuidada bodega que mira con esmero los mejores vinos de las islas pero también se abre al exterior. Al habla con Manolo comenta que “está siendo un año muy duro pero no podemos más que estar agradecidos al público local que acude a nuestra casa sin parar desde que abrimos las puertas en julio. Mi cocina es la que ya conoce el comensal de la isla y creo que haberlos tratado con respeto y cariño durante tantos años nos está sirviendo ahora de recompensa, cuando antes teníamos casi 80 comensales turistas al día entre ambos servicios ahora no llegan a 10, pero las plazas se llenan igual.” María, por su parte, apostillaba que le gustaría reconocer el trabajo de todo su equipo: “Aquí hay más de quince personas dándolo todo y el mérito es de cada una de ellas también. Me encanta ver cómo el comensal en sala se pone en nuestras manos y al verlos salir, comprobar su cara de felicidad, eso nos da fuerzas en el día a día”. 

Terminaba Manolo recalcando que “en estos tiempos difíciles, María y yo teníamos claro algo: tocaba dar un paso adelante y darle la espalda a la crisis apostando por crecer y avanzar un pasito más. Por ello hemos buscado nuevas vajillas con artesanos de las islas, afianzamos nuestra relación con el productor local y cada vez más estamos convencidos de que los vinos canarios pueden hablar de tú a tú a cualquier otro, y no porque sean mejores o peores, sino porque son tremendamente únicos y con una personalidad propia arrolladora. También hemos creado una propuesta de la mano del hotel que nos está dando alegrías y también enseñanzas, porque al estar muchas habitaciones vacías, se alquilan para pequeños grupos de 4 personas máximo y servimos allí el menú contratado como si estuvieran en el restaurante. Así pueden pasar un poco de tiempo entre los suyos con toda tranquilidad y seguridad.”

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