Condenado a 39 años de cárcel por matar a martillazos a sus caseros
La Audiencia Provincial de Las Palmas ha condenado a 39 años de prisión por dos delitos de asesinato a Juan Carmelo Santana, de 42 años, quien mató a martillazos a sus caseros británicos en julio de 2006 en la isla de Fuerteventura.
Tras el veredicto del jurado popular, que consideró al reo culpable de los dos asesinatos, la magistrada presidente del tribunal impone al acusado una pena de 17 años por la muerte de Tina Jane Johnson, de 58, y otra de 22 años por la de su marido Brian Johnson, de 60 años, por apreciarse ensañamiento en esta muerte.
La Audiencia Provincial de Las Palmas ha condenado también al acusado al pago de una indemnización de 300.000 euros al hijo de los fallecidos, Sam Keith Johnson.
El crimen ocurrió el 11 de julio de 2006 en El Cotillo, en el municipio majorero de La Oliva, después de que Tina Jane Jonhson y su marido acudieran al apartamento que tenía alquilado el acusado, y que pagaba a medias con su hijo Yeray Denis, a cobrarle las tres últimas mensualidades que adeudaba.
Según declaró probado el jurado, Juan Carmelo Santana primero mató a la casera y luego a su marido cuando, poco después del primer crimen, llamó también a su puerta. Después de esconder los cadáveres en casa, los enterró de madrugada en un paraje inhóspito de la isla, donde fueron hallados cuatro días después, el 15 de julio.
La sentencia detalla que el crimen de la mujer se produjo cuando Tina le dijo a Juan Carmelo “que se fuera buscando otra casa”, a lo que el inquilino reaccionó golpeándola con la mano y derribándola al suelo, lo que aprovechó para coger un martillo y, con la intención de acabar con su vida, golpearla en la cabeza, “provocándole un hematoma intracraneal que necesitó de horas” para causar su fallecimiento.
Cuando llamó el marido de Tina, Brian David, Juan Carmelo se dirigió a la puerta con el martillo en la mano y nada más entrar en el domicilio, “de forma inmediata” y “sin mediar palabra” comenzó a propinarle “con una violencia desmedida una serie continua de golpes, un mínimo de diez veces, en la cabeza que le ocasionaron la muerte”.
El acusado cubrió con dos bolsas las cabezas y parte del tórax de los dos británicos, las fijó al cuello con cinta de embalar y luego cubrió los cuerpos con mantas que volvió a unir a los cuerpos con cintas de embalaje.
Tras conservar los cadáveres en su domicilio “durante un tiempo desconocido”, se deshizo de ellos en un lugar conocido como Malpaís de Mascona, de El Cotillo-La Oliva, donde los cubrió con un montón de piedras.
La sentencia señala que el ánimo de matar del acusado se desprende tanto del arma empleada, un martillo, como de la zona a la que dirigió los golpes, la cabeza, además de que él mismo admitió los hechos, aunque dijo que no supo por qué lo hizo.
Para calificar los hechos de asesinato, el jurado apreció la circunstancia de alevosía en las dos muertes por la forma de actuar el acusado, quien no dio a sus víctimas opción de defensa alguna.
Así, el ataque a Tina fue “totalmente sorpresivo, sin posibilidad de defensa”, pues una vez que cayó al suelo tras el primer golpe ya no se pudo defender “al estar en un plano de inferioridad y además tener un brazo escayolado”, según el fallo judicial.
En cuanto a su marido, la sentencia refiere que el propio condenado reconoció en el juicio que cuando Brian llamó a la puerta, escondió el martillo, abrió y sin mediar palabra empezó a golpearle repetidas veces.
Además, en este asesinato se ha apreciado la agravante de ensañamiento porque los continuos golpes que le dio en la cabeza “aumentó deliberada e inhumanamente el sufrimiento de Brian, causándole unos padecimientos que no eran necesarios para causarle la muerte”.