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La desigualdad que atraviesa a las mujeres canarias: trabajos peor remunerados y una brecha que despunta en las pensiones

Una camarera de pisos en una manifestación por el 8M en Gran Canaria.

Jennifer Jiménez / Natalia G. Vargas

Las Palmas de Gran Canaria —

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Marcia lleva casi media vida trabajando como camarera de piso en Canarias. Tiene 58 años y lleva 25 en el sector. Con el paso del tiempo, ha visto cómo su empleo ha impactado directamente en su salud. Marcia arrastra ocho operaciones en las manos y problemas en las articulaciones. “Ahora vamos sumando la depresión y la ansiedad. Con estos ritmos de trabajo y la explotación que hay es difícil no estar mal de algo”, señala. Las trabajadoras de piso son el rostro de la precariedad que atraviesa a las mujeres en el ámbito laboral. En muchos casos, tal y como explica Marcia, se enfrentan a la paradoja de ser el pilar económico de las familias y al mismo tiempo no tener tiempo para poder cuidar a sus menores o a los mayores a cargo.

“Con los horarios que tenemos a veces no llegamos a tiempo a llevar a nuestros hijos a las clases particulares”, apunta. “El horario normalmente de una camarera de piso es de 8 de la mañana a 16.00 de la tarde, o de 7 a 15.00, pero ya sabemos todos que los horarios no se están cumpliendo y que hay sobrecargas de trabajo abismales”, subraya.

Las camareras de piso representan uno de los trabajos feminizados que destacan en una economía como la canaria, muy dependiente del turismo y el sector servicios. “El incremento del número de turistas no se traduce en una subida de los salarios de las personas que trabajan en hostelería. Y precisamente muchos de los trabajos precarios y peor pagados, como la limpieza o los cuidados, están asociados tradicionalmente a las mujeres y siguen estando claramente feminizados”, recuerda la secretaria de Igualdad de CCOO en Canarias, Elvira Hernández. 

Este sindicato publicaba en febrero un informe que volvía a hacer hincapié en la brecha salarial que aún persiste en Canarias y que se sitúa en una diferencia de 2.441 euros anuales. Esta cifra se traduce en que las trabajadoras cobren de media un 11,5 % menos que los hombres, diferencia que se ha recortado desde 2018 por la subida del Salario Mínimo Interprofesional. En las Islas se da una brecha salarial inferior a la de otras comunidades precisamente porque los sueldos son muy bajos también para ellos. “A esto hemos de sumar que las mujeres también sufrimos una mayor tasa de desempleo: 18’5% de paro femenino en Canarias, frente a un 14’3% de paro masculina”, remarca Hernández. 

Sin complementos y con más contratos parciales

La secretaria de Igualdad de CCOO incide en que la brecha de género tiene mucho que ver con la parcialidad, con las excedencias no remuneradas por motivos de cuidados (que en un 88% de los casos siguen siendo solicitadas por mujeres y solo en un 12% por hombres) y también con los pluses. “De hecho, los complementos salariales explican 4 de cada 10 euros de la brecha salarial de género”, apunta. Explica que en muchas auditorías retributivas en empresas en las que como sindicato negocia planes de igualdad se encuentran con que los complementos que son otorgados con criterios discrecionales, sobre todo en puestos directivos, benefician fundamentalmente a hombres. 

Por otra parte, recuerda que si una persona trabajadora además tiene que cuidar, no puede acceder a complementos como los de nocturnidad o de disponibilidad horaria “que son aparentemente neutros, pero que en la práctica están alimentando la brecha salarial porque en nuestra sociedad las mujeres seguimos asumiendo sobre nuestros hombros la mayoría del peso de los cuidados no remunerados en detrimento de nuestros propios ingresos”. Un dato en el que incide es en que tres de cada cuatro personas trabajadoras a tiempo parcial son mujeres y “precisamente, el trabajo a tiempo parcial explica el 70% de la brecha de género”. Hernández añade que en muchos casos es una decisión no voluntaria porque “no tenemos alternativas públicas, como guarderías, ludotecas, centros para personas dependientes o no podemos costear los cuidados”. “Las mujeres nos vemos forzadas a trabajar a tiempo parcial con mucha más frecuencia, unas 12 veces más”. 

En la misma línea se mantiene Carmen Grau, profesora titular de Derecho del Trabajo de la Seguridad Social en la ULPGC, que subraya que el salario está integrado por múltiples componentes donde se producen los sesgos y es “precisamente en los complementos salariales, que retribuyen aspecto muy masculinos como por ejemplo la peligrosidad, la nocturnidad, la disponibilidad, la movilidad…”, es decir, todo aquello, recuerda que las mujeres no pueden afrontar por los cuidados. Recuerda que las mujeres españolas se incorporaron en los 70 al mercado de trabajo y no fue un fenómeno masivo hasta los 80 y donde por el sesgo por la sociedad religiosa y cultural en la que vivimos “el cuidado sigue siendo territorio femenino”. Un dato que apunta es que incluso cuando las mujeres salimos del ámbito familiar, buscamos a otras mujeres para que trabajen en nuestros domicilios, lo que perpetúa el sesgo. 

Al igual que la delegada de CCOO destaca que el mayor número de jornadas a tiempo parcial las realizan las mujeres y que ellas también representan el mayor número de expulsiones del mercado de trabajo por los derechos de conciliación. Explica que tradicionalmente los permisos te obligaban a salir del mercado de trabajo para luego entrar y ahora se está trabajando en permisos que lo que hacen es adaptar sin expulsar. Subraya que nuestro sistema es contributivo y que lo que contabiliza es la permanencia y que la salida del mercado laboral, penaliza. 

Carmen Grau recuerda que las reducciones de jornada están llevando a la litigiosidad porque hay muchas empresas que deniegan sistemáticamente las solicitudes de las mujeres de adaptar su jornada. En este sentido, expone las sentencias con perspectiva de género en la que ha sido ponente la magistrada Gloria Poyatos e insiste en que los derechos de conciliación son individuales, que está reconocido y se puede ejercitar. 

La brecha de las pensiones

La profesora de la ULPC remarca que la brecha pensional está cuantificada en un 30% y es una cifra en la que hay consenso porque “las cuantías de las pensiones son públicas y no hay ninguna duda”. Subraya que la brecha pensional es derivada de la brecha salarial, encuentra sus causas más profundas en el mercado de trabajo. Un dato que destaca es el referente a los complementos mínimos: que se crearon para que, una vez calculada la pensión de jubilación en la modalidad contributiva, si el importe de la pensión no llega al mínimo (unos 700 euros) se puedan conceder complementos, que es anual y revisable. En este aspecto, asegura que las mujeres son fundamentalmente las beneficiarias. 

A este dato añade que si atendemos a las pensiones no contributivas (que rondan los 500 euros), también las perciben en su mayoría mujeres (en un 95%). Se trata de pensiones que intentan abordar el estado de necesidad y que se calculan con la renta individual. 

La delegada de Igualdad de CCOO añade que “la brecha de género en pensiones es la más cruda e injusta”. En las islas se calcula en un 32,6% y esto supone que “en nuestro archipiélago, las mujeres pensionistas cobren de media unos 273 euros mensuales menos que los hombres pensionistas. Sólo en las pensiones de viudedad las mujeres cobran más, y es precisamente porque derivan de la cotización de los hombres”. “Ciertamente, las mujeres canarias tenemos una mayor esperanza de vida, pero muchas mujeres mayores sobreviven, que no viven, con pensiones de pobreza, como resultado de las lagunas de cotización en la vida laboral, por los años que las mujeres han pasado sin trabajo remunerado por cuidado de hijos/as o personas mayores, o de bases reguladoras más bajas, por los salarios más bajos en empleos más precarios, con mayor tiempo parcial y peor pagados”, apunta Hernández. 

Feminización de la pobreza

El XIII Informe ‘El estado de la pobreza. Seguimiento del indicador europeo (AROPE) de pobreza y exclusión social en España 2008-2022' ya destacó que un 36% de la población canaria, es decir casi 780.0000 se encuentra en riesgo de pobreza y exclusión social. La vivienda, la brecha de género y la falta de apoyo a los hogares con menores son factores de mayor riesgo. El estudio vuelve a incidir en que la pobreza tiene “rostro de mujer” y que a ellas les ha costado mucho más incorporarse al mercado laboral con empleos dignos. 

Carmen Grau insiste en hablar de feminización de la pobreza y agrega que en esta revolución industrial que estamos viviendo (la cuarta), las mujeres “están siendo las grandes perjudicadas” porque “son mayoría en esa categoría de personas trabajadoras pobres”. Recuerda que las profesiones feminizadas como las camareras de piso, las limpiadoras, cajeras, peluqueras, enfermeras… tienen problemas de un tipo u otro relacionados con los cuidados. “Vivimos en una sociedad en la que los cuidados siguen sin tener reconocimiento social y lo que no tiene reconocimiento social tampoco tiene reconocimiento económico y entonces, es un círculo perverso”, afirma. 

Tanto para Carmen Grau como para Elvira Hernández es clave la perspectiva de género a la hora de impulsar mecanismos de protección social. “Muchas mujeres ni siquiera figuran en las estadísticas como paradas, sino como ”inactivas“ y nada más lejos de la realidad. Son las que no pueden trabajar en el mercado laboral porque no pueden pagar los servicios de cuidados y tienen que atender responsabilidades familiares y del hogar”, destaca la delegada de Igualdad de CCOO, que agrega que “Si el Estado no interviene con mecanismos de protección social con perspectiva de género, no pondremos fin a esa desigualdad. Necesitamos un reparto más equitativo del trabajo asalariado y del trabajo doméstico y de cuidados y para ello necesitamos un cambio de mentalidad, así como el despliegue de políticas de protección social que ponga los cuidados en el centro”. 

Mientras, para las camareras de piso en el Archipiélago una de sus principales reivinicaciones es que se les reconozca la jubilación anticipada. “Que se reconozca nuestro trabajo como penoso”, pide. Además, el colectivo exige que se reconozcan las enfermedades que son propias del trabajo que desempeñan como enfermedades profesionales. “Normalmente estamos de baja porque tenemos el lumbago, pero consta como una incapacidad temporal y no como algo causado por la sobrecarga o el esfuerzo”, concluye Marcia.

La camarera de piso también señala que apenas se renuevan las plantillas y que “la precariedad y las injusticias” que las camareras de piso se reproducen también en las mujeres más jóvenes que se están incorporando al sector. “Las mujeres que llegan terminan cogiendo la baja porque sufren ataques de ansiedad”.

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