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Manuel Marín: Europa por montera
Me pregunto cuánto habría sufrido el elegante Manuel Marín si hubiera presidido el Congreso en esta legislatura tan convulsa. La política nacional está saturada de hostilidad verbal y trifulcas inútiles, especialmente desde que el Partido Popular se marcó como único objetivo acabar con la presidencia de Pedro Sánchez mediante una travesía agotadora a través del lodazal político.
Acostumbrado a los modales y cortesía de las instituciones europeas, Marín se quejaba de que la Cámara Alta se había transformado en un 'gallinero', donde cualquier excusa era buena para montar una bronca parlamentaria. ¿Qué habría dicho de la actual situación? Desde que Vox entró en las instituciones, el nivel de decibelios y los insultos han crecido de forma exponencial. Era previsible. Lo que no imaginábamos es que el Partido Popular se uniera tan fácilmente a dicha estrategia deleznable.
Quienes conocieron al ex presidente del Congreso decían que era un personaje retraído y un tanto hosco, pero a su vez un hombre honesto, inteligente y muy responsable. Pero si algo definía a Manuel Marín era su europeísmo. Seguía a pie juntillas los ideales de los padres de Europa y veía a la Unión Europea no solo como un instrumento para el avance y desarrollo de sus pueblos, sino también, y especialmente, como un antídoto frente al sectarismo que los nacionalismos destilan y que nos llevaron a dos guerras mundiales. Tras los primeros avances de Marine Le Pen en la política francesa, intuyó las dinámicas soberanistas que la ultraderecha avivaría en el Viejo Continente: “En Europa”, se quejó en una entrevista, “ya no hay un proyecto político, terminan imponiéndose las agendas nacionales”.
Ejerció como vicepresidente en la Comisión Europea durante los mandatos de Jacques Delors y Jacques Santer e incluso asumió la presidencia en funciones durante seis meses hasta la toma de posesión de Romano Prodi el 16 de septiembre de 1999. Anteriormente, participó de forma muy activa en las negociaciones para la entrada de España en las Comunidades Europeas, las cuales culminaron con la firma del Acta de Adhesión el 12 de junio de 1985 en Madrid.
El monumental lío en el que el presidente Moreno nos metió con la regularización de los regadíos en Doñana se debe en gran parte a la competición cainita con la ultraderecha para atraer a los votantes más cabreados y rentabilizar el descontento del campo
Su formación universitaria parecía encaminada hacia un futuro compromiso con Europa. Estudió Derecho en la Universidad Complutense y se especializó en Derecho Europeo en la Universidad francesa de Nancy, ampliando sus estudios en el Colegio Europeo de Brujas. Consciente de la importancia de una mayor conexión entre las universidades europeas para impulsar el proyecto de la Unión, diseñó el programa Erasmus, que logró sacar adelante pese a la oposición de Francia y el Reino Unido. “Del Erasmus tengo un recuerdo imborrable y satisfacción de haber hecho un buen trabajo”, confesó en cierta ocasión. No es para menos, más de 12 millones de personas han participado en el mismo desde su puesta en marcha.
Manuel Marín representa para muchos un símbolo de la defensa firme y honesta de los valores que conforman la esencia de Europa. Unos valores ahora amenazados por el avance de la ultraderecha que ha encontrado un sólido apoyo en la derecha convencional, que en algunos casos asume sus argumentos populistas.
Lo comprobamos en los plenos del Parlamento de Andalucía. Mientras que los diputados Vox hablan de los ‘fanáticos de clima’ en Europa, el Partido Popular apoya algunas de sus iniciativas retrógradas. Mientras que Vox se opone al Pacto Verde, el portavoz del PP, Toni Martín, afirma que en Bruselas “se ha instalado un falso progresismo que demoniza al campo”. El monumental lío en el que el presidente Moreno nos metió con la regularización de los regadíos en Doñana se debe en gran parte a la competición cainita con la ultraderecha para atraer a los votantes más cabreados y rentabilizar el descontento del campo.
El tándem Vox-PP se repite a nivel nacional, por ejemplo, en el objetivo de derogar las leyes de memoria histórica en varias comunidades autónomas y que ha sido objeto de una reprimenda por parte de la ONU. Esta misma sintonía se refleja en Bruselas, donde han votado en contra de una ley propuesta por la Comisión Europea para combatir la explotación laboral y el trabajo infantil. Uno de los ataques más directos a los valores fundamentales europeos fue el intento de enmienda a la totalidad que el Partido Popular Europeo (PPE), al que pertenece el PP, presentó a la Ley para la Restauración de la Naturaleza, una pieza clave del Pacto Verde europeo, demonizada por la ultraderecha. Esta legislación, precursora en materia de biodiversidad, requiere que los estados miembros de la Unión Europea restauren al menos el 20% de los hábitats degradados para el año 2030, incluyendo la recuperación de bosques y humedales, entre otras medidas.
Creíamos que ciertos ideales y derechos fundamentales estaban asegurados, pero una ola de populismo reaccionario amenaza con derribar lo que otros construyeron con mucho esfuerzo
La sombra de la extrema derecha se cierne sobre Europa. El presidente Sánchez no exagera al afirmar que “el alma de Europa está en riesgo”. Creíamos que ciertos ideales y derechos fundamentales estaban asegurados, pero una ola de populismo reaccionario amenaza con derribar lo que otros construyeron con mucho esfuerzo. En Hungría, las iniciativas legales contra la comunidad LGTBIQ se multiplican bajo el gobierno de Orbán. En Polonia, ocho años de gobierno de ultraderecha han puesto en peligro el derecho de la mujer a la interrupción del embarazo. En Italia, bajo el liderazgo de Meloni, se ha implementado una política de mano dura en inmigración dificultando incluso el trabajo de las ONG que rescatan migrantes en el mar. Esta política, además de desalmada, resulta inoperante: Italia ha recibido más llegadas este año que en años anteriores.
La preocupación ante el avance de la ultraderecha se ve agravada por el riesgo de que sus posturas radicales contagien a la derecha convencional en Europa. Manuel Marín llamaba a “combatir a la extrema derecha desde la dialéctica y el discurso democrático”. Pero algunas formaciones políticas han optado por blanquear sus propuestas regresivas ya sea mediante una ambigüedad calculada o participando en alianzas con ella en varios gobiernos.
La izquierda moderada debe, por su parte, reconocer sus errores y promover con mayor determinación una agenda socialdemócrata para Europa. Así lo defendió Marín en una de sus últimas intervenciones públicas. Con las elecciones europeas en el horizonte, los socialistas tenemos la oportunidad de honrar su legado explicando a la ciudadanía, especialmente a los jóvenes, que a Bruselas se va a defender los intereses de España, pero también a construir una Europa más justa y unida que defienda nuestra identidad frente a otras potencias que no comparten nuestros valores fundamentales.
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