Gran Canaria se prepara para combatir incendios tras un año seco y con el paisaje en mosaico

Estado de la Presa de Las Niñas, Tejeda (Gran Canaria) en enero de 2024.

Gara Santana

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Casi la mitad de la superficie de la isla de Gran Canaria es zona de Alto Riesgo de Incendio y ya en alguna ocasión el 50% de esta zona de riesgo se ha visto afectada por el fuego. A estos datos hay que añadir los de la sequía, testarudos e irrefutables; no llueve. El año 2023 fue el año más seco en las islas desde que hay registros, y el 2024 no mejora la estadística ya que recientemente hemos conocido que las islas han vivido el abril más caluroso desde que hay registros, 2,7 grados por encima de la media. De manera general, según datos de La Agencia Estatal de Meteorología (AEMET), Canarias tuvo el pasado año un verano “muy cálido” o “extremadamente cálido” con una temperatura media de 23,4 grados, lo que supone una anomalía de 1,6 grados por encima del valor habitual respecto al periodo de referencia (1991-2020), siendo el verano más caluroso desde el año 1961, según datos oficiales.

La lucha contra el fuego empieza en la información y en los datos y no es una responsabilidad que las instituciones puedan afrontar sin ayuda de la comunidad. Pensar en la prevención activa continua no es solo un trabajo a realizar por parte de las administraciones sino que se pueden adoptar medidas en el entorno de las casas próximas a las zonas de riesgo. Medidas como despejar de vegetación 15 metros de perímetro los alrededores de la vivienda, podar las ramas bajas de los árboles cercanos a la misma, mantener la barbacoa y la leña separados de la casa o crear, en la medida de lo posible, discontinuidades en el jardín o finca que actúen como cortafuegos naturales.

“Una huerta limpia o pastoreada es el mejor cortafuegos”

“Nosotros trabajamos durante todo el año en la prevención activa de incendios”, cuenta a este periódico Federico Grillo, director técnico de Emergencias del Cabildo Gran Canaria, “modificando la carga de vegetación, de combustible, sobre todo en las partes secas, que son las que más arden”. Desde el Cabildo de Gran Canaria el verano se afrontará con el grueso del personal, compuesto por unos 240 efectivos. Esto nace inicialmente por un plan obligatorio desde 2022 para todas las administraciones, en este caso todas las islas, que es el Plan Anual de Prevención, Vigilancia y Extinción de Incendios Forestales, “que es donde se plasman todos los trabajos realizados durante todo el año”, indica Grillo. La compra de vehículos, la formación de los efectivos o entrenamientos físicos especiales conforman una lucha contrarreloj ante incendios cada vez más agresivos.

“Actualmente”, señala Grillo, “hemos invertido dos millones de euros para dotar a todas las protecciones civiles municipales con vehículos tipo pick up, kits de agua, herramientas y vestuario para tener una primera reacción desde el principio y reaccionar rápidamente, ya que contamos con 180 voluntarios con capacidad para entrar en incendios”.

En la isla de Gran Canaria se trabaja en el monte durante todo el año en tareas como dividir estratégicamente por zonas; zonas que se quiere proteger, zonas destinadas a frenar la base de los incendios, o las destinadas evitar que el fuego atraviese saltando de un punto a otro, las temidas pavesas.

Otro de los trabajos de prevención que se realizan durante todo el año es la gestión del paisaje, el modelo mosaico, que consiste en la fragmentación del paisaje creando cortafuegos naturales en la que son fundamentales los pastores y agricultores “aliados en la extinción de incendios ya que una huerta limpia o pastoreada es el mejor cortafuegos”, asegura Grillo.

“Arrastramos una sequía de más de seis años, el periodo más largo que tenemos registrados desde que hay datos y esto nos preocupa mucho; un monte muy seco, una topografía endiablada y las dificultades anteriores, tenemos el cóctel completo de problemas. Por eso trabajamos en tener un buen operativo, queremos estar prearados para actuar rápido, vigilancia de casi 40 cámaras que miran para todos lados e intentar llegar lo antes posible”.

Un paisaje hecho con los retales del otro

A la gestión del paisaje que lo fragmenta y delimita con diferentes cultivos o utilizando los cortafuegos naturales de las vías pecuarias lo llaman mosaico, pero bien podría llamarse paisaje de patwork por aprovechar todos los retales de terreno, quedando a los ojos como una colcha enorme. Este modelo no podría funcionar por mucho que las administraciones se empeñen sin la colaboración y presencia de los agricultores y ganaderos, especialmente en el caso de Gran Canaria, los trashumantes.

La mudá en Gran Canaria, como la llaman sus propios protagonistas, es la trashumancia realizada por la población pastoril de la isla utilizando para ello los caminos, cañadas o vías pecuarias. Esta práctica, procedente del mundo indígena, se documenta de forma clara desde hace casi quinientos años, con la existencia de diferentes dehesas, terrenos comunales o privados, donde las familias de pastores y ganados, se mudaban, en determinados momentos y ciclos del año. Estos viajes por el interior de la isla en busca de alimento para el ganado se mantiene de manera muy frágil, sufriendo una involución progresiva en el tiempo en cuanto al número de pastores, hectáreas de pastos y el peso que actualmente tiene en la economía local. De las islas donde se ha practicado, esta tradición solo se mantiene en Gran Canaria.

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