Un fuerte olor a quemado y dos explosiones generaron la alarma
“Cuando aterrizamos en Sevilla, una azafata rompió a llorar de la tensión”, explicó María Díaz, pasajera del vuelo de Spanair que hacía la ruta Madrid-Gran Canaria, y que tuvo que aterrizar de emergencia en Sevilla al incendiarse un motor. “Se oyeron dos golpes seguidos y una señora vio dos chispazos y dijo a la tripulación que veía fuego en un motor”, relata la testigo.
Todo comenzó después de la medianoche de este martes, cuando el vuelo JK-5042 con destino Gran Canaria sufría un fuerte retraso en Barajas con motivo, según reconoció la compañía Spanair, de la huelga de celo de los controladores aéreos. El avión despegó finalmente pasada la medianoche “y, la verdad, no pensamos nada raro”, explica María Díaz. En realidad, los problemas empezaron cuando llevaban unos 20 minutos de vuelo. “Empezó el olor a quemado, muy fuerte, muy fuerte, pero la tripulación nos dijo que se debía a que el viento de cara había metido el humo del motor en el avión”, relata.
La alarma llegó un cuarto de hora después de ese primer aviso. “Sentimos dos ruidos fuertes seguidos: pum, pum, y una señora avisó a una azafata que había visto fuego en el motor derecho. Entonces, el comandante avisó de que se había producido un fallo y que íbamos a aterrizar en Sevilla. Luego, cuando aterrizamos, una azafata rompió a llorar de la tensión desde su asiento”, señala la viajera.
Contrariamente a otras versiones, María Díaz asegura que no llegaron a abrirse los compartimentos de las mascarillas de oxígeno, aunque sí se encendieron todas las luces de alarma de la cabina de pasajeros. “La gente se quedó como planchada cuando nos dimos cuenta de lo que pasaba, pero no hubo gritos ni histeria”“, precisa la testigo.
Pero la odisea no terminó ahí. Una vez en el aeropuerto de San Pablo, el comandante les dijo que había dos opciones: o bien dirigirse a un hotel a cargo de la compañía, o esperar unas horas hasta que un avión procedente de Madrid les trasladase finalmente a Gran Canaria. “Al final nos quedamos en un sitio que habilitaron para nosotros, pero sin nadie de Spanair al lado y sin información de ningún tipo. Estuvimos ocho horas ahí y sólo Aena nos dio una botella de agua a cada uno. Nos trataron como si fuera un simple retraso”, concluye María Díaz su relato, ya en el aeropuerto de Gran Canaria y en compañía de su familia.