A María le diagnosticaron un cáncer avanzado cuando su doctora la vio por primera vez tras quince meses de pandemia
María González acaba de cumplir 54 años. A principios de julio de 2021 le diagnosticaron un cáncer colorrectal en estado avanzado, con metástasis. La médica especialista del Hospital Doctor Negrín de Gran Canaria que controlaba su evolución por una enfermedad anterior (una hepatitis autoinmune en periodo silente -sin síntomas-) había pedido una serie de pruebas después de que María le contase días antes, en su primera consulta presencial después de la pandemia, que hacía tiempo que notaba que algo no iba bien en su cuerpo, que había pasado un año “muy fastidiada”, con dolores y problemas intestinales. Cuando la colonoscopia detectó el tumor primario, la enfermedad ya se había extendido: había nódulos en los pulmones, los ganglios estaban afectados, también el peritoneo, había otro quiste mayor fuera del intestino...
Quince meses antes, justo al inicio de la pandemia, había tenido otra consulta de control con la misma doctora de Medicina Interna, especialista en hepatología (estudio del hígado), en aquella ocasión por teléfono en aplicación de los protocolos sanitarios para evitar la propagación de la COVID-19. María recuerda que ya entonces le comentó una serie de síntomas, como la persistencia del sangrado ocasional en las heces. “Me dijo que las analíticas estaban bien, que el hígado estaba bien y que había que continuar el seguimiento, que me tendría que hacer nuevas pruebas, nuevas analíticas. Antes me habían dicho que la sangre podía ser por hemorroides”, sostiene esta paciente grancanaria.
Entre la cita telefónica de marzo de 2020 y la revisión presencial del pasado verano, a María no la vio ningún otro médico. Pocos días antes de esta última consulta había acudido al hospital para hacerse una prueba relacionada con la enfermedad que le habían diagnosticado casi dos años antes (septiembre de 2019) en el hígado. Según la paciente, la facultativa le dijo que ese día no podía pasar consulta para otros motivos, que tenía programada una jornada exclusivamente para las pruebas, pero que ya la citaría para que le pudiera explicar con detenimiento sus dolencias. Cuando lo hizo, días después, “ a la doctora se le pusieron los ojos como platos”, cuenta. “Le faltó tiempo para pedirme una colonoscopia, un TAC, unas analíticas... Vio que la cosa estaba mal”.
Desde entonces, María ha recibido seis ciclos de quimioterapia. Los resultados del tratamiento están siendo favorables. “Cuando me hicieron el último escáner, me llevé una sorpresa. Me queda muy poquito: un nódulo en el pulmón y, en la parte donde estaba el tumor primario, hay tejido incrustado en la pared del intestino. Es lo que vamos a intentar quitar ahora”.
A pesar de estos avances, la grancanaria reconoce que el proceso está siendo duro. “Ahora he tenido una semana buena, pero llevaba quince días metida en la cama. Con 54 años ni puedo trabajar, ni puedo salir de paseo un rato largo, porque no es lo mismo un cáncer de pulmón o mama que uno de colon, no me permite salir casi de casa”. A ello se le suman los efectos secundarios de la quimioterapia: “Recientemente me tuvieron que quitar una pieza de la boca y el maxilofacial se encontró debajo un trozo de hueso muerto, de mandíbula”.
María lamenta el diagnóstico tardío de la enfermedad. “Si me hubieran visto, me hubiesen atendido en condiciones, me hubiesen escuchado en 2020, ahora en 2021 no me hubiera dado un cáncer terminal. Esto no se hace de un día para otro”, apunta la paciente, que remarca que antes de la pandemia, en 2019, se sometió a una colonografía en una clínica privada de la capital grancanaria y no le detectaron ningún tumor.
“Retroceso en la gestión”
Para Fernando Fraile, presidente en Canarias de la Asociación Española contra el Cáncer (AECC), la oncología está sufriendo con la pandemia “un retroceso importante” de gestión en todos los niveles de la administración sanitaria. Las limitaciones de acceso al sistema durante esta crisis han lastrado los avances en detección precoz de la enfermedad. La Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM) calcula que en 2020 se dejaron sin diagnosticar uno de cada cinco casos de cáncer debido a esta situación excepcional.
“Tenemos conocimiento de personas que cuando han conseguido superar la barrera de la consulta telefónica y llegan definitivamente al hospital tres, cuatro, cinco o seis meses después, ya tienen un cáncer avanzado y peligroso y, en algunos casos, lamentablemente mortal. Hay patologías que no aguantan seis meses o un año”, denuncia Fraile.
La SEOM ya emitió en noviembre de 2020 un escrito de posicionamiento sobre la telemedicina en el que advertía del riesgo de la limitación en la relación entre el médico y el paciente. Al no realizarse la consulta de forma presencial, la toma de decisiones diagnósticas es más compleja y se pueden infravalorar o sobrevalorar los síntomas.
El representante de la AECC en las Islas alude a dos factores para explicar el infradiagnóstico de la enfermedad durante la pandemia: el retroceso en las pruebas de detección, en los cribados, y la propia contención del paciente a la hora de acudir a los centros sanitarios debido a la situación provocada por la COVID-19. “La gente está perdiendo la costumbre de ir al médico y eso no es bueno. Además, habíamos cogido el ritmo, por ejemplo, en el cribado del cáncer de colon, que es una prueba muy sencilla, una muestra de heces, y lo hemos vuelto a perder. Estamos a la cola de España. Solo el 20-25% de la población diana (personas de entre 50 y 69 años) se la ha hecho, mientras que en otras regiones estamos hablando de un porcentaje de prácticamente el 100%, pero es que si no te están atendiendo si no es por teléfono, entiendo al paciente que dice: Si no me ve el médico de cabecera, ¿para qué voy a hacerme un cribado? Ya me lo haré cuando esto termine”, destaca.
Fraile remarca que ya han transcurrido dos años de pandemia y el problema sigue sin resolverse. “Esto se tiene que interpretar de otra manera. El cáncer es una enfermedad mortal, que afecta a un determinado número de personas que se sabe cuántas son, porque lamentablemente se repite por número de población de manera casi exacta. Cuando tienes ese conocimiento, ya es hora de que se forme lo que yo suelo llamar un departamento estanco. Que las demás enfermedades, por muy malas que sean, como lo es la COVID, no afecten al diagnóstico y tratamiento del cáncer. Sabemos que el personal sanitario está haciendo un esfuerzo enorme, que falta personal, que te tienen que atender por teléfono. No puede ser que un enfermo crónico no vea la cara de su médico en dos años”.
El presidente en Canarias de la AECC aboga por la creación de una agencia española contra el cáncer, al estilo de la que ya funciona en otros países, para coordinar las acciones en la materia, para que los cribados se lleven a cabo “de una manera regulada”, que el acceso no difiera en función del código postal del paciente. “Sabemos que el cáncer afecta a todos por igual, pero no todos somos iguales para el cáncer. No es lo mismo ser canario que ser de otra comunidad en cuanto a la prevención”, lamenta Fernando Fraile, que incide en que el problema fundamental de la pandemia ha sido de diagnóstico y no de tratamiento de la enfermedad, aunque se han producido demoras en cirugías programadas.
Según el último informe publicado por la AECC, en Canarias se diagnosticaron 12.002 casos de cáncer en 2020, una tasa de 553 casos por cada 100.000 habitantes, inferior a la media nacional, que supera los 600. Los tumores con mayor incidencia son, por este orden, el colorrectal, el de mama, el de próstata y el de pulmón. El estudio hace hincapié en la evolución demográfica de las Islas. Aunque el Archipiélago sigue teniendo una población más joven que la del resto del territorio nacional, se advierte un incremento del porcentaje de personas mayores de 65 años e, incluso, de la franja que supera los 80 años. Es decir, se produce el fenómeno del “envejecimiento del envejecimiento” y el consecuente aumento de la incidencia y prevalencia de enfermedades como las oncológicas, así como la demanda de atención sociosanitaria en las islas. La población vive más, pero es más dependiente y, por tanto, tiene menos calidad de vida.
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