De Van Damma a Bandama
¿Sabía que el comerciante Van Damma viajó de Flandes a Canarias en el siglo XVI y que en la actualidad su apellido, más conocido como Bandama, denomina a varios lugares del Archipiélago? ¿O que el término cuasquías es el resultado del paso del tiempo por los vocablos cuevas caídas? ¿Y que Cho Vito y Lominés vienen de Tío Víctor y Lomo de Inés?
Esos son el origen y la evolución de algunas de las palabras que los canarios utilizan cotidianamente y que dan nombre a rincones isleños. Carmen Díaz, profesora de la Universidad de La Laguna (ULL) y pionera canaria en la materia, destapó esta semana en una ponencia en Bruselas los entresijos de la toponimia de las Islas y sacó a relucir éstas y otras curiosidades.
En Canarias, la toponimia, o nombre propio de un lugar, se estructura en dos grandes bloques: uno engloba a la toponimia de procedencia románica (generalmente hispánica y en menor medida portuguesa) y otro a los nombres prehispánicos y preeuropeos, también llamados guanchismos. Un tercer grupo, más reducido, incluye los apellidos flamencos del comerciante Van Damma y de sus compatriotas Vandeval y Vandevalle, entre otros.
Una vez analizada y clasificada la toponimia canaria, toca elaborar su normalización lingüística, es decir, dotar a cada nombre de una escritura propia y única, de tal modo que los usuarios cuenten con la garantía de que manejan los nombres de lugar de manera adecuada y homogénea. En esa tarea trabaja actualmente la Academia Canaria de la Lengua (de la que Díaz es miembro) en colaboración con la entidad pública Grafcan (Cartográfica de Canarias SA).
Cinco siglos
Tras el recorrido por el mapa nominal insular de la mano de Díaz, el profesor Francisco Javier Castillo, también de la ULL, descubrió a los asistentes a las conferencias (organizadas por la Asociación Canarios en Bélgica) cinco siglos de obras inglesas con referencias a Canarias.
El relato comienza en el siglo XVI, cuando los escritores ingleses que viajan hasta las Islas se fijan en cuatro mitos principales: el Teide, la isla de San Borondón, los guanches y el Árbol Santo de El Hierro. Más adelante, en el XVIII, los autores describen las producciones, los habitantes, la vestimenta y el gobierno. Y ya en el XIX ofrecen una visión global. Los viajeros no sólo van a las ciudades principales sino que transitan las zonas rurales y se mueven por todo el Archipiélago.
La literatura inglesa posee fuentes de todas las épocas y es la que contiene más crónicas sobre Canarias. La razón principal reside en que “Inglaterra y los ingleses siempre estuvieron inmersos en nuestro modelo económico. Comercializaban el vino desde el siglo XVI y más tarde, cuando vinieron los otros ciclos económicos, también se implicaron mucho, sobre todo en el XIX cuando el capital británico era prácticamente mayoritario en las Islas. El cultivo del plátano y del tomate actual viene de la gran inversión inglesa en esos campos”, explicó el profesor Castillo.
Primer libro
Tal es el vínculo con la isla británica que el primer libro que se imprime acerca de Canarias se hace en Londres en 1583: A pleasant description of the Fortunate Islands, de Thomas Nichols. En la obra se cuenta cómo eran la vegetación, la producción, la civilización prehispánica y la regencia de las Islas.
Un poco más tarde, en 1626, Edmund Scory escribe 'Observations of the Pike of Tenariffe and other rarities', con el Teide como elemento insólito por su altura y la nieve que lo cubre la mayor parte del tiempo. A su vez, en 1905, Margaret D'Este publica In the Canaries with a camera, ejemplar que contiene algunas de las fotos más antiguas de lugares canarios emblemáticos.
Pero unos años antes, en 1887, Olivia Stone da vida a Tenerife and its six satellites, obra con la que se puede disfrutar de una jugosa descripción de la vida insular, según aseguró el profesor de la ULL, quien adelantó que la autora narra con detalle la forma en la que se come un tuno en La Laguna. Stone también pasará a la Historia por animar al entonces alcalde de Gáldar a adecentar un establo que había en el municipio y convertirlo en lo que es hoy en día: el museo y parque arqueológico Cueva Pintada.