El verano en que las pateras llegaban todos los días
Italia ha cogido el triste testigo del drama humano que supone la inmigración irregular a través del mar. En tan sólo 72 horas han llegado a sus costas nada menos que 795 personas a bordo de cayucos y pateras. Afortunadamente en España ha descendido este número en un 55%, cerca de un 70% en Canarias, pero aún está fresco en la retina el pasado verano, cuando el drama se producía todos los días.
El mismo fin de semana del año anterior se había saldado con la llegada de 836 inmigrantes en tan sólo 24 horas, y se esperaba la llegada de otros tres cayucos con cientos de personas, lo que muestra cómo las imágenes de la tragedia han servido para concienciar a las autoridades que, parece, se han puesto manos a la obra.
Tanto es así que el número de personas que intentan alcanzar las costas españolas de forma irregular por mar se ha reducido un 55% en los primeros siete meses del año. En Canarias este porcentaje roza el 70 ya que el primer semestre del pasado año vio llegar a 13.096 personas en 271 embarcaciones mientras que en el mismo período del presente año el número se ha reducido a 5.686 hasta el 15 de junio.
Tal fue la virulencia de la oleada de personas que aprovecharon la clemencia del mar para subirse a bordo de cayucos y pateras que el 25 de agosto fue noticia por ser el primer día del verano en que no arribaba ninguna a las costas canarias. Desde el 30 de julio de 2006 y hasta esa fecha, el Archipiélago recibió al menos un cayuco diario en sus costas de forma consecutiva, lo que significa que durante 26 días seguidos los servicios sanitarios, Cruz Roja y diferentes cuerpos de seguridad de Canarias, dedicaron sus esfuerzos a diario a la recepción de barcazas y la atención de sus ocupantes.
Es más, de los 238 primeros días de 2006, en 134 de ellos (más de la mitad de las jornadas) se dio la noticia de la recepción de al menos una embarcación con irregulares a bordo.
Según informó en su día el Ministerio del Interior, el descenso se debe al aumento de la vigilancia migratoria en la fachada atlántica africana, el aumento en las repatriaciones de inmigrantes a los países de origen y la colaboración en el control migratorio de los países de salida.
Duras imágenes
Parece pues que las autoridades, duramente criticadas por su pasividad ante el fenómeno, hicieron sus deberes durante el pasado año. No es para menos cuando el drama llegó casi a convertirse en tónica general del verano, dejando imágenes de gran carga sentimental.
Sirvan de ejemplo los cadáveres de personas que perdieron la vida en su trayecto y que, cuando no eran lanzados por sus compañeros de viaje al mar, permanecían como mudos testigos de la tragedia en el fondo de las embarcaciones.
Pero también se produjeron imágenes en las que se pudo comprobar la sensibilización de la población ante el fenómeno, cuando las portadas de los medios las protagonizaban los propios bañistas que ayudaban como buenamente podían a los cientos de inmigrantes que de repente aparecían del horizonte y llegaban exhaustos a la costa.
Las cifras de las muertes son muy dispares ya que es harto complicado contabilizar cuáles de las miles de personas que intentan buscar un futuro mejor lejos de su tierra ve frustrado su viaje de la forma más trágica. En agosto del pasado año, el entonces viceconsejero de Inmigración del Gobierno de Canarias, Froilán Rodríguez hablaba de que se habían rescatado cerca de 600 cadáveres entre las costas de Canarias y África.
Otros datos cifraban en 260 las muertes por ahogamiento, hambre o sed, así como otras causas. Lo que está claro es que la frialdad de las cifras no podrá nunca arrebatar el poder de sensibilización de la imagen como parece que quedó demostrado tras el fatídico verano de 2006. Sería deseable que el sosiego de este verano no haga olvidar las tristes jornadas vividas hace justo un año.