La portada de mañana
Acceder
La guerra entre PSOE y PP bloquea el acuerdo entre el Gobierno y las comunidades
Un año en derrocar a Al Asad: el líder del asalto militar sirio detalla la operación
Opinión - Un tercio de los españoles no entienden lo que leen. Por Rosa María Artal

Emociones y decepciones

Fotograma del filme ‘El editor de libros’

Almudena Díaz Cañas

Santa Cruz de Tenerife —

- El editor de libros (Genius) (2016)

- Dirección: Michael Grandage

- Reparto: Colin Firth, Jude Law, Nicole Kidman, Laura Linney, Guy Pearce, Dominique West.

Las películas basadas en hechos reales suelen tener trampa, pues no puedes evitar que haya una atención especial o una curiosidad mayor cuando sabes que eso ha ocurrido de verdad. Esto fuerza, en muchas ocasiones, que estés más pendiente de la trama en sí, que quieras incluso formar parte de ella.

En el caso que nos ocupa, se toma como centro del hecho real a Max Perkins (Colin Firth), sin duda uno de los editores más importantes de principios del siglo pasado en EE UU, el mismo que descubrió a escritores como Ernest Hemingway, F. Scott Fitzgerald o Thomas Wolfe. La cinta se basa en la etapa vital de Perkins en que este conoció a Wolfe, sobre todo en la amistad que ambos mantuvieron durante esos años.

El filme tiene dos partes bien marcadas: la primera fase, que se centra más en la labor del editor, en cómo vive los libros, en cómo se sumerge en ellos hasta la última letra y en la gran importancia de su presencia a la hora de publicar una historia, y la segunda, bastante más personal y con núcleo en la relación entre ambos, que son dos personas con caracteres totalmente opuestos, pero que, en cierta manera, se compaginan a la perfección.

Es esa división tan clara el punto crítico de la cinta. La tensión sobre la publicación de la segunda novela de Wolfe se pierde en la segunda parte de la trama, donde el ritmo no se mantiene y alcanza un poco el tedio, hasta que vuelve a resurgir la historia en los últimos momentos.

El director de la cinta, Michael Grandage, no consigue mantener el ritmo a lo largo de todo el metraje. El trabajo de Grandage, hombre con gran experiencia en el teatro y con esta su primera incursión en el cine, denota una clara falta de cadencia. Los ritmos encima de las tablas no son los mismos que los de la pantalla grande, y esto le ha pasado factura en su ópera prima.

Pero la falta de ritmo no convierte la peli en mala o aburrida, ni mucho menos. Es muy interesante la descripción sobre esa época y se debe admirar el gran encanto con que está realizada. Las imágenes de los años treinta, con el tono gris que invade la cinta, la música, la ambientación…, son maravillosas, y está concebida con mucho cuidado, atención y esmero.

Y luego está el reparto, por supuesto con todos los actores más que conocidos. El personaje más llamativo es, sin duda, el de Jude Law (Hollidays, El Gran Hotel Budapest, Efectos secundarios), en la piel de un histriónico e insufrible Thomas Wolfe, del que de verdad terminas bastante harta.

Si la intención del director era que no se soportara al escritor norteamericano, esto lo consigue a la perfección; por cierto, nada que ver con la imagen gris y anodina, tan de buena gente, a la que tan acostumbrado nos tiene Colin Firth (El discurso del rey, Bridget Jones, Love Actually). Da la sensación de que no le cuesta nada hacer ese personaje porque es el que más ha representado a lo largo de su carrera. Una vez más lo borda. Además, llama la atención Nicole Kidman (Las horas, Australia, Dogville) haciendo de amante despechada del escritor, al que sacó de la nada y que él abandonó en cuanto acarició la fama.

Como dato anecdótico, conviene hacer mención a la caracterización de Dominique West en el papel de Ernest Hemingway, personaje que tampoco pintaba mucho en la cinta, al contrario de lo que ocurre con Guy Pearce en el papel de F. Scott Fitzgerald.

Etiquetas
stats