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Tenerife custodia el monte con miedo a la sequía: la labor más allá de la emergencia

Imagen de archivo del incendio forestal que sufrió Tenerife el verano de 2023

Carla Domínguez / Efe

24 de mayo de 2024 10:51 h

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Tenerife ampliará este verano el operativo contraincendios a cinco meses, protegerá las 24 horas los montes con vigilancia, cuidado y entrenamiento y se topará con dos preocupaciones: la sequía y la desvinculación ciudadana por el mundo rural.

En una entrevista con EFE, el jefe del servicio técnico de Gestión Forestal del Cabildo de Tenerife, Pedro Martínez, y la ingeniera de montes Adela Conde desvelan los retos en el periodo más crítico del año, con la estela del gran incendio de 2023, que quemó más de 12.000 hectáreas.

“Si valoramos cómo será el verano el 1 de junio de todos los años, estaremos en el 1 de junio de los peores: la cantidad de agua en masa forestal es menor y las probabilidades de que haya un fuego y se propague con intensidad son mayores”, relata Pedro Martínez.

El especialista alude a cómo la temperatura y la humedad afectan al estado del combustible, porque si este acumula agua o está seco influye en el comportamiento posterior del fuego y su energía, por lo que para él es claro: “Si se producen entre tres y cuatro olas de calor fuertes, tendremos un verano difícil”.

Lo que más preocupa a este personal técnico del Cabildo tinerfeño es la sequía que padece la isla, una situación que provocaría, por ejemplo, impactos en la autoprotección de los bosques de monteverde, como ocurrió en 2012 con el incendio que afectó al Parque Nacional de Garajonay (La Gomera).

“Tras una época de sequía importante, muchas de esas masas no acumulan agua y su comportamiento en caso de incendio sería parecido al de un pinar”, de forma que, si el fuego se acerca a estas especies arbóreas no gastará “tanta energía” en evaporar su agua y prenderá con mayor intensidad.

Entre los tratamientos que realizan en el monte para afrontar emergencias resaltan tres: aclarar el pinar canario, quitar la especie californiana de 'pino radiata' y recuperar las masas de bosques de monteverde.

Explica la ingeniera Adela Conde que la recuperación de monteverde es una labor que lleva 20 años en activo, y con ella se consigue que el bosque tenga “menos densidad”.

“La idea es intentar que todo se parezca más a esa masa natural que habría si aquí no hubiera habido intervención humana”, matiza Martínez.

El obstáculo de la 'desconexión' con la vida rural

Sobre el gran incendio de 2023, recuerdan la colaboración ciudadana en los momentos críticos, pero lamentan la “desconexión” social que existe con el monte, un escenario que, en parte, propicia “ruidos y opiniones” sobre el trabajo que llevan a cabo durante todo el año.

Martínez opina que se trata de una desvinculación “tan grande” que no se aceptan determinadas informaciones que da la administración, una situación que, a su juicio, ocurre porque se perciben directamente los mensajes oficiales como un “engaño”.

“Preguntas en la calle si se puede recoger pinocha y te dirán que se ha prohibido. No es así. Los ayuntamientos dan autorizaciones de carácter anual a los vecinos”, cita como ejemplo Martínez.

En esa desvinculación hacia el monte también influye el abandono progresivo de la actividad rural, una tendencia que reduce las áreas cultivadas en las “zonas de interfaz” y las oportunidades de frenar la propagación del fuego.

A esto se añade que la gestión forestal, según aclara el experto, va a “un ritmo diferente” que la sociedad por factores económicos y de la propia naturaleza, por eso sus cambios pueden vislumbrarse a los 40 años, e incluso pueden alcanzar los 80.

También Martínez agrega el hecho de que la isla Tenerife cuenta con “un cierto retraso acumulado” en el tratamiento de sus masas forestales, es decir, masas repobladas con mucha cantidad de biomasa que pueden arder y que durante 50 años tenían que haber recibido una serie de tratamientos.

Un debate regional: los hidroaviones  

¿Y en extinción de incendio, qué diferencia hay entre el sur y norte de Tenerife? Explica Pedro Martínez que lo que sobre todo cambia es su modelo de combustible, pero ambas comparten tener pendientes y zonas escarpadas que dificultan las labores de extinción.

En general, islas como La Gomera, Gran Canaria, La Palma y Tenerife tienen barrancos “muy complicados” y, ante la presencia del fuego, funcionan de “forma explosiva”: todo arde a la vez, el fuego sube a mucha velocidad y crea columnas de llamas que pueden alcanzar entre los 60 y 80 metros de altura.

“Cuando combates un incendio, tienes en cuenta dos cosas: o lo enfrías o le quitas combustible. Si tienes un incendio forestal que te genera esa altura de llamas cuando entran en barrancos, no hay capacidad para aportar agua que enfríe”, explica.

Y mientras pervive la discusión en torno a la viabilidad de una base de hidroaviones para afrontar emergencias en las islas, Pedro Martínez asegura que el medio “ideal”, con carácter general, para trabajar en Canarias es el helicóptero, por la orografía de las islas, pero asume que esta cuestión comprende “matices”.

Explica que los medios de “ala fija” tienen limitaciones para penetrar en fondos de barranco, son menos versátiles, aunque se piden porque son muy útiles en determinadas zonas.

En el debate de si es necesaria una base de hidroaviones en las islas, el jefe de este servicio prefiere “una base más potente de helicópteros”.

Pese al protagonismo de los medios aéreos en este tipo de intervenciones, él exalta a la “infantería” de los incendios forestales, es decir, los medios de tierra, porque “los aéreos no apagan, sino que ralentizan el fuego, que se apaga cuando cortas el combustible”.

Cuando se le recuerda el “heroísmo” con el que se condecoró a esos mismos efectivos tras el incendio de 2023, este experto aclara que en estas emergencias se trata de “ser profesionales y estar preparados”, no de héroes, y en esa senda confiesa que aún hay cosas que mejorar y aprender.

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