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Juguetes

Camy Domínguez

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En mi pueblo, Icod de los Vinos, un pueblo comercial de toda la vida, siempre hubo jugueterías. De hecho yo también tuve un bazar en cuyos estantes había más juguetes que otro tipo de mercancías. Antes de tener esta tienda, yo me preguntaba a veces cómo hacían para sobrevivir los comerciantes de juguetes, pues me imaginaba que solo en Navidades podría ser rentable tener una tienda de juguetes. ¿Cómo hacían para subsistir el resto del año? Algún cumpleaños, algún premio en fin de curso a los niños que aprobaban todo. Luego comprobé por mi propia experiencia que ni siquiera eso, que vendiendo juguetes no es posible mantenerse y menos en estos tiempos.

Y acabo de confirmarlo. Hace algunos días leí en la prensa una noticia que decía que los comerciantes de juguetes estaban preocupados ante la dificultad que estaban teniendo por competir con la tecnología en el interés de los más pequeños. Que los negocios de juguetería se estaban yendo pa' atrás como los cangrejos y que, ante el inminente cierre de un emblemático bazar de Madrid, el escaparate comenzó a llenarse de emotivas frases de reivindicación y homenaje a los recuerdos de la niñez de miles de madrileños.

Y no solo es este cambio en los intereses de los niños sino que también a las tiendas de juguetería tradicional les está restando vida la compra online. Ojalá fuera efectiva al cien por cien porque me produce una fobia horrible llegadas estas fechas de intercambio de regalos el tener que coger el coche, dar vueltas buscando un aparcamiento bien situado, ir de tienda en tienda buscando ese regalo que le saque una sonrisa agradecida a una cuñada desagradecida e imposible de complacer...

Se acerca el Día de Reyes como todos los años y yo procrastinando en mi cama, tapada hasta la altura de mis ojos desorbitados, huyendo de hacer una cola de cuarenta minutos en la tienda socorrida donde todo el mundo compra las bragas, calcetines y calzoncillos que completan los regalos todos los años. Con lo fácil que es que tú pidas por ese dedito el producto entre en tu cesta de la compra y llegue el cartero al día siguiente “Mademoiselle, su pedido, firme aquí”.

Es que no me extraña que cierren las jugueterías. Sí es verdad que el otro día tuve que hacer un regalo a una amiguita invisible de un año de edad y di muchísimas vueltas buscando uno con las características que me habían asignado, más que nada porque las pocas jugueterías que aún sobreviven ya no tienen gran variedad de productos simplemente porque nadie los demanda. Desde que los niños tienen capacidad para elegir lo que quieren, su interés se centra en un móvil, una tablet, un ordenador, un vídeo juego y semejantes. Al final logré encontrar algo pero en una librería, cosa que tarde o temprano desaparecerá y también engullida por el mismo monstruo.

El juguete manipulable de toda la vida, la muñeca, el cochito, el peluche, los utensilios de cocina, de estética, los juegos de construcciones, los juegos de mesa, los puzles y un sinfín de maravillas que hubieran hecho el deleite de generaciones y generaciones de nosotros los mayores (si algunos los hubiéramos pillado, claro está) duermen ahora el sueño injusto, olvidados en un baúl del trastero.

En mi trastero hay dos de estos baúles y temo destaparlos y ver toda una infancia de maravillas intactas que no consiguieron despertar la curiosidad de sus propietarias. Tal vez la única curiosidad que despertaron fue la de quien los regaló soñando con su propia infancia exenta de juguetes. A veces pienso en desempolvarlos y regalarlos a otros niños sin recursos. Pero ¿qué niños sin recursos son esos que no anhelen tener un móvil de última generación o una tablet o un Ipad?

La noticia era bastante triste pues afirmaba que el país europeo donde menos juguetes reciben los niños es en España y no por ser un país pobre, al menos no de dinero. Puede que el nuestro se esté convirtiendo en el país donde menos abunda la creatividad y la fantasía y si no, observen a su alrededor y luego me cuentan.

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