Gallipoli o la ‘Cádiz de Salento’: una de las ciudades más bonitas y desconocidas del sur de Italia
Una joya escondida. La región de Apulia ocupa lo que tradicionalmente se ha denominado como el tacón de esa bota elegante que dibujó la geología en la Península Itálica –una región conocida como Salento-. Una tierra rica en historia, en playas, en naturaleza, en patrimonio, aunque, de manera tradicional, estigmatizada en el resto del país por su pobreza. Esta situación ha provocado que el interés de los viajeros y viajeras a lo largo de los siglos se haya concentrado en todo lo que está al norte de la maravillosa y caótica Nápoles; como si más allá de Pompeya y la Costa Almafitana no existiera nada más. Y no. En los últimos tiempos, Apulia se está convirtiendo en un destino viajero muy demandado. Lugares como la increíble Matera (una de las ciudades más bonitas de todo el país), los trulli de Alberobello (esas casas con tejados cónicos que parecen salidas de un cuento) o los playazos del Golfo de Tarento atraen a cada vez más gente. Y también hay una docena larga de ciudades que son dignísimas (y aún más) para hacer turismo urbano: como la propia Lecce, que cuenta con un patrimonio a la altura de las grandes capitales italianas (ya quisiera la propia Roma tener un teatro romano como el de Lecce). Y Gallipoli es una de ellas.
Lo primero es que hablamos de una ciudad bellísima. Una ciudad netamente mediterránea de casas blancas, murallas, grandes iglesias y conventos, gastronomía de altura y playazos a la altura. Una ciudad que, sin embargo, no es muy conocida fuera de Italia pese a sus indudables atractivos. ‘La scapece’, un plato de pescado frito acompañadas de migas de pan, azafrán y vinagre, y ‘lu purpu alla pignata’, pulpo guisado en grandes ollas de barro, son las estrellas de una gastronomía marinera de raíces pobres que perfuma un centro histórico espectacular que nos recuerda a la ciudad de Cádiz. Y no es casualidad. Durante más de 300 años, esta ciudad fue tan española como la propia localidad gaditana, una cuestión que se deja notar en la arquitectura, en los viejos castillos, en la forma de ser y en esa gastronomía que tanto recuerda a Andalucía.
La vieja Galipoli está fuertemente agarrada a una pequeña isla separada del continente por un estrecho brazo de mar. Desde la Fuente Griega (Corso Roma) uno entiende porque este lugar se llama así: Kalí Polis, o ‘ciudad bella’ en griego. Las raíces de esta plaza fuerte se remontan a la antigua Grecia aunque sus dos periodos de máximo esplendor llegaron de la mano de Roma (que la convirtió en uno de los principales puertos de conexión con el norte de África) y con España. La Fuente Griega –Fontana Greca- es uno de los escasos testigos de esa raíz clásica ya que está ahí desde el siglo III antes de Cristo siendo testigo de todos y cada uno de los cambios de manos que ha sufrido la ciudad a lo largo de su historia. Otro buen punto de vista de la ciudad vieja es el Porto Antico (Via della Cala), que aún hoy ejerce de base de la flota pesquera tradicional. Aprovecha que estás por aquí para visitar el Santuario di Santa Maria del Canneto (Plaza de Moro Aldo), una preciosa iglesia barroca (siglo XVII pero con vestigios góticos del XIII) vinculada desde siempre a la comunidad marinera de la ciudad. Sencilla por fuera pero espectacular por dentro.
Un paseo por el Casco Storico; el laberinto de Gallipoli.- La Fontana Greca y la Fuente Monumental de la Piazza di Aldo Moro dan paso al Puente de Juan Pablo II, una pasarela moderna que conecta la zona del Canetto con el centro histórico. Plaza fuerte. Lo primero que nos vamos a encontrar es la torre albarrana de Il Riverino (Rampa dei Castelo) y el imponente Castelo de Gallipoli –también conocido como Castelo Aragonés- (Piazza Imbriani). La ciudad antigua está totalmente amurallada y en cada una de las esquinas que dan al mar puedes ver potentes baterías, bastiones y torres que ponen de manifiesto la importancia estratégica de la plaza. Todas las fortificaciones que se pueden ver hoy datan de los tiempos en los que la ciudad estuvo bajo el amparo español (primero Aragón y luego España). Lamentablemente, el estado de conservación de la fortaleza es regular, pero aún así impresiona.
Meterse por las callejuelas del Centro Histórico es una invitación a perderse. La gran referencia geográfica es la Vía Antonietta de Pace que no sólo divide la ciudadela en dos mitades, sino que concentra la gran mayoría de los grandes monumentos religiosos, palacios y museos de la ciudad. No hablamos de una gran calle al uso; aunque desde ella se abren algunas de las grandes plazas, estamos en una callejuela en la que, en algunos tramos, apenas caben dos personas. Una maravilla. El primer gran edificio que nos vamos a encontrar en esta zona de la ciudad es la Basílica Catedral de Santa Ágata (Via Duomo, 1), barroca pero con elementos renacentistas y góticos. Aquí se inicia una pequeña milla de oro en la que se acumulan los palacios, las casonas… Y también lugares más ‘humildes’ pero no menos espectaculares. Como Il Frantoio del Vicerè (Via Santa Maria, 6), un molino de refinado de petróleo del siglo XV que surtía de combustible a buena parte del sur de Italia.
Si eres de los que no puedes dejar de visitar los museos más importantes de cada ciudad que visitas aquí hay tres imprescindibles: en el Museo Civico Emanuele Barba (Via Antonietta de Pace, 108) puedes ver una colección ecléctica que comprende obras de arte, piezas históricas y objetos arqueológicos que hacen un repaso a la historia de la ciudad. Y el Museo del Mare (Via Sant'Angelo, 2) no sólo tiene una buena exposición sobre la fauna y la flora marina de la zona, sino que ocupa un soberbio palacete renacentista que merece la pena verse. En la Sala Collezione Coppola (Via Sant'Angelo) puedes ver una pequeña pinacoteca que cuenta con obras de varios maestros como el propio Andrea Coppola (un artista barroco local) o Caravaggio. Ya que estás por aquí no dejes de entrar a la preciosa Biblioteca Pública de Gallipoli.
Camino de la playa.- La Pureza es la gran playa de la ciudad. Un playazo enclaustrado entre murallas y baluartes de la ciudad fortificada a la que se llega pasando por callejuelas que guardan tesoros como el Palazzo Grumessi (Riviera Nazario Sauro, 57) o la Iglesia de Santa María de la Pureza (Riviera Nazario Sauro, sn), una joya barroca del siglo XVII que tiene una colección de arte sacro impresionante. Y como regalo culminante el mar. Primero en las arenas de la Playa de La Pureza y segundo recorriendo las diferentes Rivieras que rodean el islote y que dejan ver el impresionante sistema de fortificaciones que protegían Gallipoli de cualquier intención malintencionada de potencias extranjeras. Aquí puedes ver torres y bastiones. Pero nosotros nos quedamos con el Bastión del Jabón Rojo (Saponere Redan), un trozo de muralla que se ha convertido en un pequeño vecindario de casas apilonadas y callejones por donde apenas cabe una persona, y con el Bastión del Crucifijo (Riviera Nazario Sauro, 28) donde puedes ver una pequeña ermita barroca que tiene un hondo significado espiritual para la ciudad.
Fuera de las murallas y más allá.- Casi todo lo que hay que ver en Gallipoli se encuentra en su abigarrado y caótico Centro Storico. Pero eso no quiere decir que no haya nada más allá. En la ciudad nueva conviene acercarse a los alrededores de la Piazza Giosuè Carducci donde puedes ver algunas piezas monumentales de interés (como la Iglesia del Sagrado Corazón o las casas que adornan el Corso Roma). Y también hay playas que se extienden más allá de los límites de la ciudad. Las más recomendables son las que están entre la propia ciudad y la Punta della Suina (donde hay una torre defensiva de origen medieval). Esta enorme bahía de aguas someras y generalmente tranquilas recibe el nombre de Bahía Verde por el color de sus aguas. Pese a la molestia de los Lidos (trozos de playa privados y cuajados de sombrillas y hamacas), hay rincones realmente preciosos para pasar un día de playa y combinarlo con un paseo por el entorno rocoso de la punta y las dunas y bosques costeros dei Foggi.
Fotos bajo Licencia CC: Gian Luca Sgaggero; Patrick Nouhailler; Viaggio Blog; Francisco Anzola
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