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Opinión - ¿Y ahora qué? Por Marco Schwartz

Desigualdad sangrante sobre cielo estrellado

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Con tan solo 22 años, este siglo XXI ya nos ha traído una crisis económica, climática, sanitaria y bélica. En el borde del abismo caminamos por este museo del horror como espectadores perdidos, entendiendo poco o nada de lo que vemos, sepultados bajo multitud de estímulos que no sabemos asimilar. Unos optan por el estupor, otros por la rabia, otros simplemente por la negación de la realidad.

Es evidente que algo no va bien desde hace tiempo y si tiramos del hilo quizá lleguemos a la raíz del problema.

Puede que la siguiente afirmación no suene igual que una bomba en Kiev pero genera mucho más daño: “los diez hombres más ricos del mundo tienen seis veces más riqueza que 3.100 millones de personas”. Esto también es violencia, al parecer invisible y sin responsables. Esta violencia “silenciosa” contribuye a la muerte de, como mínimo, una persona cada cuatro segundos. Pero de eso “casi nadie” habla. No hay boicots, sanciones, brazaletes, retweets, manifestaciones ni carteles que digan “NO A LA VIOLENCIA ECONÓMICA”.

Quédate un rato pensando en eso.  Analiza “este cuadro” como lo haría un experto del arte. Deja que el tiempo se detenga. Mantén la mirada sobre el lienzo. Respira. Observa la composición, los colores, las pinceladas, lo que quiere decir el autor con su obra. El momento en el que se pintó. Ignora las distracciones de tu alrededor. Concéntrate. Interioriza lo que has visto. Hazlo parte de ti. Aparta la mirada de este artículo durante unos segundos, controla la necesidad interior de continuar, de ponerte a otra cosa. Reflexiona.

Incluso después de todo este proceso, es complicado asimilar la magnitud de algo tan sobrecogedor. Conceptos tan astronómicos escapan de nuestra capacidad de comprensión. Del mismo modo que en ocasiones calculamos la superficie en campos de fútbol o la distancia en horas de avión es necesario contextualizar esta realidad.

Diez hombres que caben en una furgoneta poseen 6 veces más riqueza que prácticamente la mitad de la población mundial. Una persona que cobra 2.000€ al mes tardaría 150 mil años en igualar la fortuna del valenciano Juan Roig. Tendría que haber empezado a trabajar antes de convertirse en Homo sapiens.

¿Qué tipo de cuadro es este? ¿Pertenece al surrealismo, al cubismo o quizá al expresionismo?

No hay ninguna duda de que pertenece al realismo y desde luego no es fruto de la casualidad, un capricho del destino, un golpe de suerte, un giro inesperado… Esta obra ha sido realizada por un pintor experto, muy consciente de lo que hace, que conoce diferentes estilos y técnicas.

Esta violencia económica nos afecta a todos de diferente forma. En España el porcentaje de millonarios se ha multiplicado por más de seis desde el año 2000. Entre 2016 y 2017, el 1% más rico acapara el 40% de la riqueza. Cada vez menos personas tienen más. Los precios suben, los salarios bajan, vivir dignamente se vuelve más complicado para la mayoría. La concentración de la riqueza es la concentración del poder, vivir a merced de los caprichos de cada vez menos personas. Líderes políticos controlados por millonarios. Millonarios convertidos en líderes políticos.

Como malos estudiantes de arte no somos capaces de interpretar los elementos de la composición para entender lo que se nos quiere transmitir. Fijamos la atención en detalles aislados, pasando por alto el conjunto. Somos como la rana que no salta cuando le suben la temperatura del agua hasta cocerla. Las élites se preocupan más de seguir con su partida de ajedrez que de pensar en el conjunto. No tendría que ser un ejercicio de vanguardismo pensar en orbitar en un mundo en paz, con un trabajo que te permitiera bienvivir y donde no estuviéramos a merced del 1% que controla los recursos y la toma las decisiones. Pero para ello hay que cambiar las reglas, todo lo demás es ir poniendo parches hasta la próxima crisis.

En el tiempo que has tardado en leer este artículo 60 personas han muerto como consecuencia de la acaparación de riqueza.

Quizá es el momento de coger otro lienzo y cargar el pincel de pintura.