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Las brechas del fútbol

Salvador García Llanos

Santa Cruz de Tenerife —

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El fútbol está aquí de nuevo, con solución de continuidad, pese a todas las circunstancias concurrentes. El fútbol abre brechas colosales como esa del importe del traspaso de Neymar, ahora deslumbrante en París, por importe de doscientos veintidós millones de euros, cláusula de rescisión mediante; y la supresión de las ayudas económicas que concedía la Federación Interinsular Tinerfeña de Fútbol a los clubes que habrían de afrontar desplazamientos entre islas en sus respectivas competiciones, hecho que significará una auténtica convulsión hasta hacerlas peligrar pues cabe dudar que los afectados estén en disposición de hacer frente a todas esas obligaciones.

Ahí está la brecha. Un mercado para el que no hay límites y que resuelve los problemas del negocio a base de inextricables operaciones económico-financieras que ponen al desnudo los hilos de habilidades ingenieriles y múltiples aristas sobre la ética en ese mercado, en las estructuras sobre las que está asentado y en las influencias en los comportamientos en esa sociedad a la que da igual cien que doscientos millones. La falta de escrúpulos hace todo lo demás. ¿No va a haber corrupción? Pues claro que sí. El mercado o el negocio es un círculo vicioso que quiere escapar a controles del fisco o de los órganos que sea. Claro que vale todo. Hasta que alguien pincha, se desvía, incumple o infringe y entonces las aguas turbias se agitan y despiden un olor nauseabundo que se tapa con otro fichaje, con el incremento de los derechos de imagen, con la insostenibilidad de algunos  cargos ejecutivos y con más merchandising. ¿Quién dijo ética? Que ruede el balón.

Difícil será que lo haga en el fútbol tinerfeño de base. Esa es otra brecha cuya profundidad no es mensurable hasta contrastar las consecuencias derivadas de la eliminación del cincuenta por ciento que muchos clubes percibían para poder competir entre islas o, incluso, viajar a la península. Poco menos que un cataclismo. La Operación Soule de policía y tribunales para sanear los entresijos del fútbol español ha desencadenado vientos muy desfavorables. Como siempre, pagan los menos pudientes, los más necesitados. La comunicación federativa a los clubes justifica la medida debida “a la excepcional situación que se está viviendo en el seno de la Real Federación Española de Fútbol”. Casi nada. Con razón, nada más ser conocida, sonaron tambores de retirada de equipos de todas las categorías. La brecha ahonda en tanto afloran desde autos judiciales contundentes tratamientos de favor y propiciadores de desequilibrio.

Unos con tanto y otros con tan poco. Esos son los demoledores efectos de no saber administrar o de gestionar al estilo compadre sobre bases artificiales, sospechando que en las entrañas del negocio, allí donde la palabra ética está proscrita, los vicios avanzan incontenibles pudriendo el sistema aunque se beneficien unos pocos.

Las brechas están ahí. A la espera de su majestad el gol.

P.S. Muy recomendable la lectura de una entrada de Jesús Bengoechea en el sitio digital La Galerna. El titular es significativo: “Lo más grave de Villar podría estar por salir”.

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