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Las últimas obras del artista Luis Arencibia

Teo Mesa

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Esculturas y dibujos son las últimas obras plásticas del artista autodidacta Luis Arencibia. Nacido en Telde y avecindado en Leganés —Madrid— desde el año 1973, donde comenzó a trabajar en la concejalía de cultura del Ayuntamiento (ya residía en la capital desde el año 1969, por sus estudios universitarios de Filosofía). En aquella capital matritense ha desarrollado toda su elaboración plástica, eminentemente escultórica y dibujística. En la misma ciudad sureña, ha desempeñado un importante cargo en el desarrollo cultural y patrimonio de Leganés, en la que organizó un importante museo de obras escultóricas en las calles de la urbe, con carácter permanente, en la que participaron importantes escultores.

Tiene impregnado los genes de artista por ser hijo del destacado pintor grancanario José Arencibia Gil, artista de recia formación académica y afamado por la creación de murales de advocación cristiana, en varias iglesias de Gran Canaria (atribuidos erróneamente, algunos de ellos, al otro gran muralista Jesús Arencibia, como los de la iglesia de San Francisco de la ciudad laspalmense). Así como de otras múltiples obras en su haber artístico.

Luis Arencibia ha presentado sus recientes creaciones en la pequeña sala de arte La Molina, sita en la calle Mayor de Triana, en Las Palmas de Gran Canaria. Se compone este conjunto artístico, en la concepción de una serie de pequeñas cabezas humanas, con distintas dimensiones, expresiones y formas diversas en texturas, colores y relieves. Este actual proyecto lo ha denominado Rostros y se corresponde con las últimas elucubraciones, en dibujos y esculpidos, de este periodo. Estas piezas habían sido presentadas también, en la galería Taller Rincón y en la colectiva Tres en Suma.

Dichos Rostros tienen su origen en los dibujos y figuras absolutamente subjetivados por el artista durante su proceso creativo. Pero todos ellos, son una reminiscencia de la serie de grabados de enigmáticas expresiones faciales que realizó hace varias décadas, y son una continuación de los retratos que plasmó en el manicomio de Leganés, donde los dementes internos posaron para sus dibujos, con los sugerentes, extraños y nada comunes, gestos en sus caras. Y tienen su génesis en pasadas elaboraciones y recuerdos plásticos de los dibujos y grabados calcográficos, extraídos por mor de las emociones producidas ante sí. El artista manifiesta que el objetivo de este trabajo ha sido alterar y avivar la motivación interna del mirador de estas obras y encontrar en ellos la misma complicidad que él pretendió: “Lo que he ido buscando es expresar mis emociones e intentar emocionar al espectador, más que la perfección técnica. Para ello he elegido el rostro humano como concentración de la capacidad expresiva”.

Arencibia Betancort, con estos Rostros gráficos sobre papel y volúmenes escultóricos, tan expresionistas en los personajes representados y sus propias emociones transmitidas a las figuras, ha querido desentrañar a estos seres humanos y sus perturbaciones psíquicas, tipificados de ‘Marginales’ (título de otro de sus proyectos artísticos) por la sociedad. Con su personal estilo, define la presente obra, de tendencia en el Expresionismo figurativo, por las expresiones logradas en sus rostros: desolación, indignación, sinrazón, dopación, tristeza, desarraigo… Aunque también, en este conjunto ha indagado en plasmaciones más amables y gratas a la contemplación del espectador.

Las obras de Arencibia están muy distantes de la ortodoxia del movimiento expresionista alemán (1910), porque sus figuras Rostros nacen de una motivación en la búsqueda de una expresión que al artista le genera en sus sensaciones interiores. A partir de una estructura, que ejecuta y conceptualiza Arencibia Betancort, va modelando una imagen equis, antropomórfica, encontrada por el oficio de la experimentación y las renovaciones de nuevas formas anatómicas, texturas y otros materiales (bronces, aluminios, escayolas, etc.) aplicadas a esas efigies. Las piezas son la consecuencia de la expresión de su propio y singular estilo, que empáticamente gusta experimentar al artista autodidacta.

En estos Rostros de la serie última de Luis Arencibia, los ha ido plasmando en varias personas sin nombres, imaginadas, incógnitas, con distintas edades cronológicas y de variados personajes, desde adolescentes a maduros y ancianos. Todas ellas contienen su particular expresión psicológica y fisiológica de extraños rasgos y extravagantes figuras somáticas, nada común a las demás personas. Todas son las consecuencias de las fantasías y creaciones subjetivadas que arroban la sensibilidad del artista. Con ellas ha vivificado a presuntos seres humanos, a los que les ha forjado un apócrifo cuerpo astral y una cabeza real. Porque la paranoia también sugestiona a los artistas, y es inherente y fundamental para la creación.

Al margen de esta moderna etapa plástica, Luis Arencibia tiene varias obras de carácter monumental y público en Leganés y en Gran Canaria. Allá ha realizado dos grandes retablos, de tipo simbólico y de plegaria para las iglesias Ntra. Sra. de Butarque y San Nicasio, ambas en bronce; y otras importantes obras volumétricas de su cosecha de libertad creadora; y el Gran Canaria, su afamado Neptuno, en la misma orilla de la playa de Melenara; Cabeza de Tomás Morales, en la Casa Museo de Moya; y un descomunal retablo mayor —y baptisterio—, para la iglesia San Agustín, en Vegueta, el mayor conocido en las Islas y en la Península, en fundición broncínea.

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