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El árbol de la palabra: un espacio de conciliación en el patio del colegio

La profesora Elisa Betancort junto a sus alumnos.

Nanda Santana

Las Palmas de Gran Canaria —

Cuentan que un día, uno de los ancianos del pueblo se sentó bajo el árbol con la esperanza de encontrar alguna señal que les aclarase el misterioso nombre. No la encontró, pero sí se dio cuenta de una cosa: que a su alrededor se habían ido sentando otras personas que ni siquiera se conocían y que estaban hablando unas con otras. Y sucedió que, a partir de entonces, cuando alguna persona necesitaba que alguien la escuchara, iba al centro de la plaza porque sabía que siempre encontraría bajo el árbol a algún vecino o vecina con quien hablar. Así, poco a poco, el tiempo pasó y dejaron de preguntarse por qué el árbol se llamaba así, porque descubrieron que bajo la sombra de aquel hermoso árbol podían hablar, ser escuchados y compartir todo aquello que les preocupaba (cuento tradicional africano).

A Elisa Betancort siempre le han gustado los cuentos. Y contarlos. Pero nunca se imaginó que uno de ellos fuera a dejar tanta huella en su alumnado de Sexto de Primaria. Ni que su contenido fuera a tener resultados tan eficaces y tan rápidos en el día a día escolar. Hace ya un par de cursos que El árbol de la palabra abandonó las páginas de papel para hacerse real en un hermoso flamboyán -ahora sin flores- de los cuatro que adornan el patio del CEIP Hoya Andrea. Adaptado por Isabel Muñoz e Isabel Gavilán en los Cuadernos de Educación en valores ¡Que viva la paz!, Elisa convirtió el árbol del cuento en un espacio para la mediación, para la resolución pacífica de conflictos, para aprender a ponerse en el lugar del otro y entender su punto de vista, para aclarar malentendidos. “Desde entonces, los pequeños saben que antes de ir a Dirección hay una vía mejor para que ellos mismos lleguen a un acuerdo y se reconcilien”, comenta satisfecha. “A ver, no es que este colegio sea conflictivo, pero siempre surgen pequeñas riñas, discusiones o disputas, alguna palabra más alta que otra… Fruto de malentendidos la mayor parte de las veces. La primera reacción es devolver el golpe, insultar… Ante eso, les hemos dado una opción mucho mejor que es hablar, buscar el acuerdo, pedirse disculpas, aceptarlas”.

  • Me pegaste una patada en el recreo, dice dolido Fulanito.
  • Y tú me rompiste las gafas, replica menganito.
  • Pero fue sin querer, te caíste encima de mí.
  • ¡Mentiroso!

Vamos al árbol a hablarlo

“De hecho -continúa Esther Ramírez, experta en mediación y jefa de estudios del centro- este es un colegio tranquilo. Los alumnos que nos llegan de otros centros es lo primero que notan, que aquí no hay grandes problemas de convivencia. Y nos lo dicen como algo que les sorprende gratamente”. Para ella, que sabe bien la teoría de lo que habla, la iniciativa de la profesora Betancort ofrece “una vía estupenda para la resolución de conflictos. Por eso, ante cualquier conato de disputa, lo primero que se les ofrece a los niños es ir al árbol, un lugar idóneo para conciliar. Además, Elisa es la cuentacuentos oficial, que se le ocurriera llevar a la práctica el mensaje de ese cuento ha hecho de ése árbol un lugar especial”, explica.

En la misma línea lo percibe el profesor de Música, Jonathan Ramos. “A veces estoy cuidando el recreo y veo cómo, ante cualquier cosa, ya sale de los propios alumnos decir oye, vamos al árbol a hablarlo. Es como que ya lo tienen muy interiorizado, que los conflictos se resuelven dialogando y que el árbol de la palabra es un testigo mudo de cómo llegan a un acuerdo, un lo siento y un apretón de manos o un abrazo. La verdad es que, en un mundo tan violento, es muy bonito verlo”, comenta.

Mientras, se escuchan voces airadas en una esquina del patio.

  • Me “jalaste” del pelo, dice indignada Cynthia.
  • Mentirosa. Tú me sacaste la lengua, contesta Valeria, aún más enfadada…
  • Venga, venga, vayan al árbol a hablarlo, pide María.

Y al cabo de unos minutos, se las ve firmando las paces y moviendo esas melenas tan preciosas que tienen. “Hay cosas que es mejor que las solucionen ellos entre sí”, señala Ramos. “Como equipo directivo, una de las cosas que más nos gustó de la idea de Elisa es que facilita que los niños se sienten a debatir pacíficamente, a hablar para solucionar sus pequeños problemas. Y creo que eso se ha conseguido con creces”.

Renovando mandato

A la sombra del árbol se han sentado también representantes de la Consejería de Educación. Cuando hace unas semanas, llegaron los inspectores para escuchar el proyecto del director del CEIP para renovar su cargo un nuevo mandato, le pidieron que buscara un lugar tranquilo, donde poder exponer su proyecto; donde escuchar, valorar y evaluar ellos su contenido. “El lugar que les propuse fue precisamente el árbol. Qué mejor sitio que donde nuestros alumnos han aprendido a dialogar, a llegar a acuerdos. Se quedaron sorprendidos cuando lo propuse -cuenta Agustín Cabrera-. Pero allí debajo puse mi mesa y conté mi proyecto para los próximos cuatro años”. Y hasta 2020 seguirá al frente del CEIP Hoya Andrea, a cuyo despacho de dirección no cree que lleguen estudiantes con problemas de conflictividad. El árbol le habrá ahorrado la que probablemente sea la parte más desagradable del trabajo de liderar un colegio.

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