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''Mi tío se esconde de nosotros porque somos pobres''

Vive en Tenerife, desde su más tierna infancia, presume de ser canaria y se casó ?como dios manda? en la Iglesia de la Concepción de la Laguna con sólo 16 años por “recomendación” de Monseñor Antonio María Rouco Varela: se trata de Magdalena Rouco, sobrina del Arzobispo de Madrid, que se ha “destapado” con unas sorprendentes declaraciones a la revista Interviú y un no menos asombroso desnudo “parcial” ?sólo en top less? donde muestra con toda crudeza las verdades de lo divino y lo humano: “creo que se esconde de nosotros porque somos pobres”.

Magdalena Rouco es hija de José Eugenio Rouco, un emigrante gallego que recaló en Canarias procedente de Villalba (Lugo), donde hoy su primo hermano Alfonso Carrasco Rouco es el obispo de la ciudad. Cuando murió su padre en 2001, Magdalena se llevó una decepción: “la indignación hacia mi tio viene de ahí. No acudió al funeral de mi padre, no envió ni flores ni dio el pésame a mi madre. Lo único que hizo fue mentir: me dijo que no podía ir al entierro porque tenía una cita con el Santo Padre, y me aconsejó que me encomendase a Dios”.

Luego, por un pariente supo que aquel 17 de febrero su tío Antonio María no tenía ninguna cita con el entonces Papa Juan Pablo II: “Me lo ha contado un familiar y lo creo. Si no fuera el apellido de mi padre, al que yo adoraba, me quitaba el ”Rouco“. Para colmo, cuando Antonio María era pequeño ”y jugaba a oficiar misas“ su padre hacía de monaguillo: ”¡con qué amor mi padre lo observaba cuando lo nombraron cardenal en 1998 y fuimos toda la familia a Madrid“, pues ”mi padre nos hizo ver a mis hermanos y a mí que mi tío era un ser superior, una especie de santo“.

Pero según el relato que hace a Interviú, el santo se convirtió en demonio: “a través de mi tío he descubierto la hipocresía de la Iglesia, que predica una cosa y hace la contraria. Mi tío no se cansa de repetir que la familia es sagrada, que hay que respetarla y luchar por ella, pero luego él desprecia y abandona la suya”.

Tráfico de influencias y una empresa de catering en La Laguna

Magdalena Rouco relata en la entrevista varios episodios que le sucedieron en Tenerife y que demuestran a su juicio que “al arzobispo e Madrid sólo le interesa el poder. Cuando le reeligieron presidente de la Conferencia Episcopal no me lo podía creer: los católicos no se merecen una persona así”.

El primer desencuentro con su tío fue por su boda, con tan sólo 16 años, de la que da a entender que le obligaron por presiones del propio Antonio María: “Me casé a los 16 años porque la sobrina de Rouco Varela no podía irse a vivir con su novio sin pasar por el altar”. Es así como Monseñor Rouco mueve sus influencias y le consigue plaza: “De hecho, no tenían ni un hueco para bodas en la Iglesia de la Concepción, en La Laguna, hasta el 2008, y a mi me dieron fecha inmediatamente”.

Cuando murió su padre, Magdalena llamó a su tío Antonio María, tras consejo de su primo, el obispo de Lugo, Alfonso Rouco. El marido de Magdalena trabajaba en una empresa de catering de La Laguna y su principal cliente era el Obispado de esta ciudad. Telefoneó al Obispado de Madrid, dijo quien era, y le pasaron con él. Pero sólo le dio tiempo a decir una sola palabra: “Tío?”, porque “él contestó ”adiós“ y colgó el teléfono. Volví a llamar y la secretaria me dijo: ”lo lamento mucho, pero me ha dicho que no tiene nada que hablar contigo“.

Antonio María ya no quiere saber nada de la “rama pobre” de su familia que vive en Canarias y Magdalena cree que es por su hermano José María Rouco, toxicómano y condenado en Tenerife por robo: “Hace unos meses, mi primo el obispo de Lugo me pidió que tuviéramos cuidado para que no se supiera lo de mi hermano, porque podría hacerle mucho daño al tío. Yo no me avergüenzo porque todos somos humanos. Rouco Varela no tiene un ápice de humanidad ni de caridad cristiana”. Y justifica su destape y sus declaraciones: “desnudándome también desnudo a Rouco Varela, quiero que la gente sepa que es un hipócrita” y está dispuesta a llevarle personalmente la revista con su cuerpo lozano “para que me vea”, pues la familia “por muy poco que nos guste, no se puede borrar de un plumazo. Si Rouco Varela no quiere a su familia ¿a quien quiere?”.

Y eso que hasta ahora llevar el apellido Rouco sólo le ha perjudicado. En Canarias, por ello, ha sufrido hasta en la escuela: “En el colegio, una maestra me castigaba constantemente a permanecer de rodillas. Sólo lo hacia conmigo, decía que yo tenía que ser perfecta y que me exigía más por ser la sobrina de Rouco Varela, entonces arzobispo de La Coruña”.

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