Martín, como decíamos, trató de sacudirse de encima la corrupción que padece Canarias descuidando un flanco fundamental, el de las responsabilidades políticas. Porque éste es un asunto que no se puede dejar exclusivamente en manos de los tribunales, como el mismo presidente sabe. Lejos de anunciar la búsqueda de responsables políticos por escándalos generados bajo su presidencia, Adán Martín prefirió lanzar insinuaciones, como la que hace referencia al envío de expedientes sospechosos a la Fiscalía. Dijo que su Gobierno lo ha hecho y que lo seguirá haciendo. Lo que no aclaró, porque se enredó como se enreda con los discursos que le escriben, es si los expedientes que envía a los juzgados son los que éstos le reclaman y que está en la obligación de facilitar. Si son enviados de oficio, hace bien en mantener la discreción, que ya nos enteraremos. Postura distinta es la de José Manuel Soria. El presidente del PP maneja a la perfección el complicado arte de endosar a los demás lo que es suyo propio. Al término de la primera jornada del debate y a preguntas de los periodistas sobre la corrupción, se sacudió muy atléticamente de encima el escándalo por la trama eólica quejándose de que el Parlamento vaya lento en la investigación política. También Soria dijo estar dispuesto a abrazar los códigos éticos y de buen gobierno que le pongan por delante. Qué bien.