Hay pérdidas que son dolorosas. O por lo menos, sensibles. La de Santiago Pérez debería serlo para el Partido Socialista Canario, por mucho que se pueda discrepar del modo de actuar que ha tenido el hasta este miércoles diputado regional socialista. Otras marchas son menos dolorosas, o casi nada dolorosas. Incluso un bálsamo. Es el caso, por ejemplo, de José Manuel Corrales, ex secretario general del PSC de Santa Cruz, que ha declarado que ahora ha recuperado su “dignidad” y la libertad para expresarse libremente. Menos mal, apuntamos nosotros no sin cierta sorna, porque no da la impresión de que el señor Corrales se haya mordido la lengua lo más mínimo para calificar a sus ex compañeros de partido y al partido que, según su propia versión, ha abandonado voluntariamente. Porque de haberse mordido ese órgano bucal, probablemente habría muerto por envenenamiento. Corrales es el paradigma de lo que no puede ser un dirigente político, y más concretamente, el paradigma de lo que no puede ser un dirigente del PSC. Su actuación al frente de la Agrupación Local de Santa Cruz de Tenerife ha estado jalonada de incidentes y de indecencias de alto voltaje, lo que provocó la apertura de un expediente de expulsión que se aparcó a la espera de que él se marchara voluntariamente.