En el equipo de su excelencia Soria estaban, además del capitán, los consejeros Rosa Rodríguez, Larry Álvarez y José Miguel Álamo. Sus interlocutores, consejeros de la UD, no salían de su asombro cuando, sin acudir preparados para la timba, se encontraron con un equipo perfectamente coordinado. Y lo que es peor, con un catálogo de señas imposible de descifrar porque no había ni Perica ni Tres de Bastos, sino una serie de movimientos de manos y de cara hasta ese momento inéditos. Nada fallaba, todo parecía absolutamente ensayado, una máquina de demoler al interlocutor perfectamente engrasada, implacable. Un toque en los gemelos de la camisa de Soria, o de Larry, o una mirada que desciende tras tocarse la cara el líder, bastaba para que el resto del equipo cambiara de tercio. Sólo Rosa Rodríguez, que no usa gemelos ni vio una de las señas, tuvo un desliz.