Iberia no hace distingos. Si un vuelo se retrasa paga las consecuencias cualquier hijo de vecino, se apellide como se apellide y ocupe el rango institucional que ocupe. Les ocurrió, por ejemplo, a José Carlos Mauricio, José Manuel Arnáiz y Luis Soria, entre muchos pasajeros más del vuelo de Iberia que debería haber despegado de Barajas a las 20.30 del viernes, día 24. El embarque se vino a producir pasadas las nueve y a las 21.30 dijeron por la megafonía del avión que había un problema técnico y no podían arrancar los motores sin la ayuda de personal de tierra. Buen comienzo. Total que el vuelo no salió hasta las 22.00. Ya en el aire pidieron disculpas por el retraso inicial y explicaron que se debió a que el avión venía de La Coruña y había llegado tarde a Madrid, a lo que se unió un guirigay importante en Barajas, donde cambiaron de puerta de embarque en dos ocasiones: de la E78, a la E75, y finalmente, a la E83. Con retraso, pero salieron, lo cual en ocasiones ya es de agradecer. Pero ahora vienen las anécdotas.