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El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora

Unidad nacionalista canaria, último (y desesperado) intento

Fernando Clavijo, durante su discurso ante los premiados en el acto institucional del Día de Canarias 2017 celebrado en el Teatro Pérez Galdós de Las Palmas de Gran Canaria. EFE/Ángel Medina

Carlos Sosa

A Fernando Clavijo y a José Miguel Barragán les escribe los discursos la misma persona. Ambos emplearon este Día de Canarias idéntica expresión para referirse al momento presupuestario actual, a esa euforia cuasi colectiva provocada por el maná, por la lluvia de millones que nos envía Rajoy: “Hemos demostrado”, viene a ser tal expresión. Barragán, el secretario general de Coalición Canaria, sacó un oportuno y desesperado comunicado con el que -con escaso éxito- intentó contrarrestar este martes la avalancha informativa sobre el voto 176 del diputado Pedro Quevedo, de Nueva Canarias, que invadió todos los informativos y todas las portadas de los diarios este solemne Día de Canarias. “Hemos demostrado que unir el nacionalismo canario resulta eficaz para los intereses de Canarias”, vino a ser su frase para la posteridad. Con ella pretendía que no quedara en el olvido la negociación que su partido cerró con el PP y el Gobierno de España el 5 de abril pasado, hace casi dos meses, una eternidad. Y, sin dejar de reconocer lo que a esos acuerdos añadieron los negociadores de Nueva Canarias, mucho más astutos y con más intencionalidad, Barragán hizo un guiño a la reconciliación con el partido que hasta no hace mucho Coalición Canaria menospreciaba.

Por la noche, en el teatro Pérez Galdós (que Fernando Clavijo llamó en su cuenta de Twitter teatro Benito Pérez Galdós, como el teatro Ángel Guimerá, el parque Santiago García Sanabria o la calle de Casto Méndez Núñez, en Santa Cruz de Tenerife) el presidente del Gobierno de Canarias volvió a insistir en la misma idea: “Hemos demostrado que es posible cambiar las cosas y dar la vuelta a una situación de injusticia”, exclamó en el momento central de su discurso, un instante después de haber presumido de ser él el único jefe de gobierno que ha conseguido, atención, “que Canarias obtenga por primera vez lo que se merece”. Y “lo que se merece” Canarias, cabe colegir del contexto de estas palabras, es “la unión de esfuerzos y el diálogo”, que “es más eficaz que el frentismo. Tanto que nos ha situado en el centro del escenario político del Estado”, lo que “nos permite abrir nuevas sendas y más ambiciosos objetivos”.

Vayamos por partes. Cuando Fernando Clavijo habla de “frentismo” se refiere exactamente al que protagonizaron los gobiernos de España y de Canarias durante la anterior legislatura, con Paulino Rivero de presidente y José Manuel Soria de ministro; con un desprecio absoluto de Madrid a las islas en los presupuestos, menguados cada año en centenares de millones, y en la legislación en materia de energía (freno a las renovables, imposición de las prospecciones petrolíferas…). Claro que en aquella etapa Rajoy disfrutaba de una holgada mayoría absoluta y el PP no cogobernaba en Canarias por primera vez en décadas. Por lo tanto, el frentismo no es que fuera necesario -como una suerte de defensa propia- es que fue inevitable.

Que hable de frentismo quien se ha dedicado esta primera fase de su mandato como jefe de gobierno a atacar injustificadamente a su primer socio, el PSOE, y al presidente de un Cabildo, el de Gran Canaria, por no reírle las gracias ni permitirle imposiciones sin maldito encaje democrático, es bastante decepcionante. Una vez más.

Estos días hemos comprobado cómo han quedado reducidas a la altura de payasadas las algaradas del presidente del Cabildo de Tenerife, Carlos Alonso, reclamando de la consejera socialista de Obras Públicas unos acuerdos de licitación y de inversiones que sencillamente eran ilegales. Y aquellas payasadas eran respaldadas con irresponsable actitud por el mismísimo Clavijo precisamente en un gesto de “frentismo” que pretende erradicar de su diccionario político.

El presidente se ve ahora envuelto por fin en el estreno de su sueño más dorado, pactar con el Partido Popular aquí y en Madrid, y meter a los de Asier Antona en el Gobierno a pesar de que eso suponga perder cuatro decenas de cargos públicos que pueden ser muy necesarios cuando flaqueen las fuerzas electorales. Que van a flaquear.

Será por eso, cabe entender, que los mensajes de este Día de Canarias han ido evidentemente dirigidos a Nueva Canarias, el más feroz de los rivales cercanos, el que empieza ya a amenazar plazas que parecían inexpugnables como Tenerife; el mejor interlocutor que tiene ahora mismo Rajoy para las Islas, y el que tiene en sus manos la llave para que Coalición Canaria pase del estrellato a la insignificancia electoral en 2019.

“Unidad y diálogo”, preconizaba la noche del Día de Canarias Fernando Clavijo en el famoso teatro de don Benito. Es lo único que en estos momentos puede salvar a Coalición Canaria de la quema: que el nacionalismo que se quebró en 2005 vuelva a entenderse. Es bonito el intento, y no hay diferencias personales que sean insalvables. Lo que quiebra la iniciativa es el enfoque ideológico, cada vez más distante.

Nueva Canarias no va a apoyar, por ejemplo, la suicida ley del suelo, muy a pesar de los esfuerzos de entendimiento que ha lanzado el negociador de Coalición, José Miguel Ruano, que sin embargo ha mantenido inalterable el corazón más salvaje de la ley.

Tampoco va a permitir Nueva Canarias (ni el resto de los partidos de la oposición, y aquí podemos incluso añadir al PP) que continúe el chalaneo en la Televisión Canaria. Lo ocurrido este domingo con el acuerdo de respaldo a los presupuestos del Estado provocó no solo una unánime crítica dentro y fuera del ente público, sino también una reacción bochornosa de los responsables políticos de ese desaguisado. A través de un emisario trataron de hacer llegar a este periódico que la decisión de minusvalorar informativamente esa noticia no había provenido del Gobierno sino de la sociedad explotadora de los servicios informativos, una patraña que ni siquiera se creía el que nos lo contaba, al que solo le faltó que se le cayera la dentadura del descojono. Es hora ya de acabar con ese bochorno.

Basta con repasar los acuerdos de Nueva Canarias con el Gobierno del PP para palpar con precisión cuál es la distancia ideológica y política que separa a los dos partidos nacionalistas de Canarias. La concepción del territorio, de los problemas de pobreza y marginalidad; las políticas energéticas, con el gas como amenaza y las renovables en el horizonte. La sanidad, la educación y la ocupación de las instituciones. El sistema electoral y la transparencia. Demasiada distancia como para ni siquiera intentar esa reunificación. Y demasiado tarde.

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