Una vecina de Vegueta se lo decía clarito a la alcaldesa de Las Palmas de Gran Canaria: caramba, Pepa, han tenido que venir los Reyes para que nos arreglaran las seis farolas rotas que teníamos en la calle desde hace un año. La alcaldesa, ni corta ni perezosa, dio la razón a la vecina, pero se comprometió a echar una bronca a los de alumbrado. Mal asunto éste de que los ayuntamientos canarios hayan cumplido con su obligación de tener las calles, plazas, farolas y bordillos en perfecto estado de revista sólo para agradar a los soberanos, en lugar de tener siempre contentos a los ciudadanos que mantienen las ciudades y los pueblos con sus impuestos. Mal asunto que una alcaldesa como la de La Laguna haya llegado a pedir a los padres de la ciudad que no enviaran a sus hijos al colegio el día que llegaban los Reyes para evitar problemas de circulación. Mal asunto que durante una semana los ciudadanos de Las Palmas de Gran Canaria hayan tenido que soportar sonrojantes atascos en la Avenida Marítima para que pudieran pintarse los bordillos sólo en los tramos por los que iba a pasar la comitiva real. Volvemos a las andadas porque somos un pueblo. Que está en la colina.