Por si era poca la desvergüenza eólica, el pacto PP-CC no se ocultó lo más mínimo este miércoles para mostrar claramente lo que de verdad le importa de la vida parlamentaria: sacarle adelante a los amigotes los negocios antes de que vengan otros y apliquen la normalidad democrática. Sin pretenderlo, ambos partidos han dejado en muy mal lugar a unos cuantos empresarios que seguramente hubieran preferido no ver los nombres de sus empresas mezclados en una operación que tiene todo el olor, el color y el sabor de la más rancia corrupción bananera. Y todo el mundo sabe que el verdadero resorte que hizo saltar a Soria como un poseso para violar todos los preceptos parlamentarios se llama Anfi Tauro, la urbanización por la que se fue de excursión a Salzburgo y a la pesca del salmón noruego. Los otros proyectos quedan ahora contaminados, a no ser que sus propietarios pidan una retirada a la espera de tiempos más transparentes y democráticos.