La obra de Isolux debió haber sido entregada al Ayuntamiento allá por junio pasado, si bien estaba terminada en enero. Aquello no funcionaba, y por eso el Ayuntamiento pidió a Emalsa que mandara una inspección. El resultado no pudo ser más descorazonador: una gran chapuza que incluye una obra levantada junto a las membranas de desalación, lo que significa que cuando toque cambiarlas (que siempre toca) hay que tirar todo aquello abajo. Emalsa recomendó al Ayuntamiento que pidiera un técnico al Colegio de Ingenieros para que evaluara el alcance de la chapuza, pero no existen noticias hasta la fecha de que se haya pedido esa asistencia independiente. Falta ahora que Bruselas envíe al inspector encargado de verificar que las obras con financiación comunitaria (ésta en concreto tenía asignados dineros Feder) se hacen como se debe. Pero no, otra medalla más de Luzardo ante la Unión Europea.