A estas alturas es muy complicado saber si lo de Cristina y Manolo son aportaciones bienintencionadas o si, como nos tememos muchos, se trata de disparatar atolondradamente a ver quién acierta con el número premiado en esa especie de ruleta rusa en la que nos ha metido a todos el Partido Popular. Hay mucho de improvisación en estas ocurrencias y bastante de intento desesperado por sintonizar con algo que sí parece decidido e inamovible: el deseo del Partido Popular y del Gobierno de Mariano Rajoy de someter el Estado de las Autonomías al estricto control del Gobierno central con el pretexto de reducir costes y ocultando la razón última: imponer sus políticas involucionistas y acabar con las insurrecciones nacionalistas. En este reino de indocumentados en que parece haberse transformado la dirigencia del PP canario ante la orfandad de liderazgo provocada por el alejamiento físico del caudillo, cualquiera sale por peteneras y cualquiera desmiente a los que disparatan. A Manuel Fernández lo desautorizó el senador Antonio Alarcó, llamado a ser uno de los nuevos báculos de José Manuel Soria; de Cristina Tavío se ocupó personalmente el presidente regional, casualmente en las islas en el momento de la ocurrencia.