El Ayuntamiento del Puerto de la Cruz atraviesa uno de sus peores momentos, y no sólo por cuestiones económicas, a las que no son ajenas todas las corporaciones públicas, sino por una preocupante falta de credibilidad y prestigio ciudadano. Marcos Brito eligió el peor momento para volver al marchito, pero ya se sabe cómo es de miope la ambición de los políticos con mucho regate corto y poca visión de la jugada. Su pleito con los trabajadores públicos tendrá un nuevo acto el próximo miércoles, día para el que se ha convocado un pleno extraordinario de la Corporación. El alcalde, con esa sagacidad que le caracteriza, lo ha fijado a una hora bastante peregrina, las ocho y media de la mañana, seguramente con el muy encomiable afán de que por allí no se personen los funcionarios, que no podrán abandonar sus puestos de trabajo. Será una buena oportunidad para escuchar la defensa que hace del pobre Luis Miguel Rodríguez, que se parecerá bastante a la que en otra ocasión hizo de otro insigne pepero, Luis Gómez, que ya abandonó la disciplina de la gaviota. En la dirección del PP no dan crédito a las jugaditas de este pedazo de alcalde, que termina siempre colocando a sus socios a los pies de los caballos. Con perdón por lo de pies.