Una vez comunicada a la alcaldía la relación de personas que iban a participar en la reunión del Club de Lectura y los textos que se iban a debatir, la secretaria de Lucas Bravo de Laguna escribió a la coordinadora que se autorizaba la reunión prevista para el día 14 de enero, de 17.30 a 19.00 horas, pero con la advertencia de que “para las otras fechas planteadas debe comunicar con unos días de antelación los temas a debatir y los nombres de las personas”, porque “esta alcaldía necesita saber los asistentes y los temas a debatir en el futuro”. Además de la aberración democrática e inconstitucional que supone ejercer la censura previa preguntando a unos ciudadanos por el asunto que piensan abordar en una reunión, nos asaltan dos dudas. La primera es de perfil bajo: ¿para qué demonios quiere saber el alcalde de qué libro van a hablar esos vecinos de los que también quiere conocer su identidad? ¿Acaso desea estar al corriente para leerse un libro y sumarse a esa actividad tan fascinante? Pero la segunda duda es la que más nos inquieta: ¿Qué ocurriría si, por un casual, los integrantes del club comunican al alcalde que van a debatir sobre un libro que no gusta al señor Bravo de Laguna? ¿Les negaría en tal caso el permiso para reunirse? ¿Qué temas están vedados?