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¿Y ahora? qué?

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Reconozco que hay días en los que tengo una aversión profunda a manifestarme, porque dentro de la crisis en la que estamos inmersos, los acontecimientos ajenos a ella, rara vez ofrecen alguna novedad que saquen a uno de la pereza que siente, con fatiga incluso para pensar. Pero he aquí, que “cuanto menos se piensa salta la liebre”. Y así, cuando estaba esperando la aparición de algún mesías, político se entiende, capaz de estimular los resortes de la imaginación para sacar a la Isla del ostracismo en que se halla y de aportar soluciones para lograr el bienestar real e inmediato de nuestras modestas familias, aparece la gran noticia: “El Tribunal Superior de Justicia de Canarias ha sentenciado que tres de los cinco campos de golf proyectados por el Plan Territorial Especial de Ordenación Turística son contrarios a la legalidad, al declarar nulo el Decreto 123/2008 en lo referido a los campos de golf aprobados en Barlovento, (La Pavona) Breña Alta y (Tamanca) Los Llanos de Aridane”. No me digan que no es para alarmarse. ¿Acaso esto, se puede asumir como un hecho lógico y natural? La verdad es que, desde hace algún tiempo, me fallan los resortes del poder y no me entero a tiempo de las cosas. Cierto que la sentencia, al ser contraria a los intereses de nuestros mandatarios, llega primero a los palmeros, a través de una nota de prensa de la Asamblea Ecologista de La Palma y la Asociación La Centinela-Ben Magec. Dicen que “pleito claro no necesita abogado”, y la constante demanda de los campos de golf en la Isla de La Palma y su rechazo son tan obvios, que el dictamen no deja lugar a dudas en cuanto a las ilegalidades cometidas en la aprobación de esas actuaciones sobre espacios protegidos, “en los que el Cabildo primero, y el Gobierno de Canarias, después, tomaron decisiones contrarias a la normativa canaria, española y europea”.

La protección del medioambiente es algo espiritual que deriva directamente de una educación. En La Palma, aún aquellos que se han criado en la ciudad saben que la Isla, como Reserva de la Biosfera, posee un patrimonio de valor incalculable. Tal vez por eso, nunca le han cerrado las puertas al campo, ni han vivido de espaldas al paisaje, sino que, contrariamente, los más han sido decididos defensores de sus parajes naturales. No obstante, el Cabildo recurrirá la sentencia. Y no es para menos, el varapalo afecta al Plan Territorial de Ordenación Turística y hace peligrar el Plan Insular de Ordenación, necesario y extraordinariamente vital para la Isla. De ahí su defensa, pues mientras exista inseguridad jurídica, no será posible su desarrollo, aunque se trate de un Plan, en el que no todo es malo, aunque los ecologistas, puntillosos hasta el detalle, dicen haber detectado irregularidades que “les animan a seguir adelante en sus denuncias por vía judicial”. ¿Una amenaza? Resulta paradójica la alusión a unas declaraciones de la presidenta del Cabildo, en las que recordaba qué “la legislación urbanística y medioambiental está para cumplirse y que no es un instrumento de ”castigo“ para el desarrollo de la Isla, sino la garantía jurídica contra la especulación urbanística y la protección de nuestros recursos naturales”. Bien dicen que uno es dueño de su silencio y esclavo de sus palabras. De todas formas, no creo que la expresión, vinculada al objetivo de un modelo sostenible para la Isla, fuera producto de un patrioterismo mal administrado o “demasiado sincero” por parte de Guadalupe González Taño, aunque, si es consecuente con tal declaración, “renegará” de los campos de golf, porque de aquellos polvos vienen estos lodos y en La Palma, “no hay camino llano que no tenga algún barranco”.

Siendo nuestra orografía la que es, y persiguiendo la utopía, me atrevería a proponer un solo campo de golf que ocupe la Isla sin tanto deterioro del paisaje, cinco hoyos en Breña Alta, cuatro en Barlovento, dos en Puntagorda, cinco en Los Llanos de Aridane y los dos restantes en Fuencaliente. Los municipios demandantes quedarían contentos y tendríamos un campo de golf de dieciocho hoyos, pero de largo recorrido y con unos parajes impresionantes. Siempre me he preguntado ¿Para qué tantos campos de Golf en una Isla pequeña y protegida como la nuestra? ¿Dónde está la bicoca para tanto inversor? ¿Es tan determinante esa actividad deportiva vinculada al sector turístico, como para hipotecar una parte importante de nuestro paisaje, en el que se incluyen parajes naturales? ¿Es verdad que, con este tipo de instalaciones, podríamos estar dando alas a la especulación? Políticamente, no sé si con la intención de limpiar las llagas de la mala conciencia, algunos ya se han desdicho de lo que un día aprobaron. Claro que “a toro pasado todos somos Manolete”. Pero la cornada está dada, y por la femoral de los campos de golf más de un torero se desangra.

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