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Gran Canaria descubre bajo el fuego un patrimonio etnográfico más vivo que nunca

Alpendre cueva en Los Majadales

Alba Morales

Las Palmas de Gran Canaria —

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Los incendios que asolaron el verano pasado la cumbre de Gran Canaria han dejado al descubierto patrimonio etnográfico oculto y no censado. Arquitectura hidráulica y emplazamientos troglodíticos son dos de las revelaciones que han captado la atención de la Fundación para la Etnografía y el Desarrollo de la Artesanía Canaria (Fedac), organismo autónomo dependiente del Cabildo de Gran Canaria que ya realiza estudios sobre un patrimonio que, aunque hasta hace poco desconocido, pertenece a la historia de la isla.

Una partida de 50.000 euros ha hecho posible que la Fedac desarrolle tres proyectos para conocer el impacto del fuego sobre la zona e inventariar patrimonio que, al igual que otros ejemplos, se ha convertido en un recuerdo vivo de nuestras costumbres. Pero, ¿realmente se conoce el patrimonio etnográfico de Gran Canaria?

Licenciado en Historia y Antropología Social y Cultural, Francisco Mireles Betancor ha desarrollado su carrera profesional en la Fedac, donde es técnico e investigador de los elementos autóctonos de la isla. A lo largo de los años ha enfocado su labor en el patrimonio etnográfico, es decir, en “todos aquellos elementos que corresponden a la sabiduría tradicional de un pueblo, sea patrimonio arquitectónico, patrimonio mueble...” pero nunca arqueológico, reconoce él mismo. Esta diversidad es muy amplia, llegando a “estanques, eras, alpendres, casas...”, a “todos los objetos tradicionales, por ejemplo, piezas de loza de los alfares tradicionales” y al conocimiento y manifestaciones culturales como “son dichos, endechas, canciones, música...”.

La heterogeneidad de todos estos elementos cumple con tres condiciones indispensables para que un bien etnográfico sea considerado como tal. Francisco Mireles destaca la inexistencia de autoría, su funcionalidad, reutilizando materiales para abastecer al ganado, y “que respondan a esa sabiduría popular”. “A los conocimientos, a la transmisión familiar de generación en generación sobre una serie de bienes”. Amoldándose a estos requisitos, la valoración por parte de la sociedad ha dado una vuelta de tuerca a lo que se ha considerado como patrimonio etnográfico. “En torno al año 2000 nos dimos cuenta de toda la actividad comercial” y cuyo exponente “eran las tiendas de aceite y vinagre” con las que “cada vez más la sociedad se estaba identificando”. Las tiendas de ultramarinos, que abastecían a los comercios del interior, “una serie de talleres de arreglo de pozos”, antiguas barberías como las de Moya y Agüimes y sociedades recreativas culturales engloban las nuevas categorías de la Fedac. 

Esas nuevas categorías debían ser inventariadas, agrupando “el inmueble y la actividad”, si las sociedades “estaban todavía en un inmueble antiguo”. En caso contrario, “si el inmueble había cambiado, se inventaría la actividad”, señala el técnico. Este aspecto no es el único que destaca dentro del patrimonio etnográfico. La vertiente de género es otra. “A los lavaderos acudían siempre las mujeres. Además, eran lugares de socialización donde se transmitía la información” entre zonas muy separadas.

La estimación social de este patrimonio es uno de los motivos que Francisco Mireles subraya como el comienzo de la historia institucional en Gran Canaria. “La sociedad canaria se dio cuenta del valor de una serie de objetos que pertenecían a un pasado relativamente próximo, que formaban parte de su cultura popular, de las generaciones anteriores que les habían precedido”. He aquí la apuesta por investigar, recopilar “y conservar ese patrimonio” y cuyos inicios en la Fedac se sitúan en la década de 1990.

El Instituto Canario de Etnografía y Folclore (ICEF) fue la primera institución del Cabildo de Gran Canaria “allá por los años 80 que hizo una primera recopilación sobre todo de objetos, elementos etnográficos intangibles, de versos, de artesanía,...”. A finales de 1991 se creó la Fedac, que “recoge todo lo que fue el legado de aquel instituto”. Esta labor institucional se ha consolidado con el fondo etnográfico de objetos muebles y que actualmente cuenta con más de 5.000 registros, destaca el técnico, que pueden ser conjuntos o vestimentas tradicionales. A ello se añaden una serie de libros donde están volcados “los estudios de patrimonio intangible” y demás publicaciones digitales como la Carta Etnográfica.

Ingeniería hidráulica y actividad pastoril

Esta carta, administrada por Francisco Mireles, recoge “toda la investigación a través de una serie de fichas del patrimonio inmueble de Gran Canaria” y a cuyo volumen de más de 10.000 registros se añadirán a finales de año los bienes descubiertos en la cumbre de la isla a raíz del incendio del verano pasado. Elementos hidráulicos, como pozos o estanques-cueva, y núcleos trogloditas, como casas cueva o cuevas alpendre, además de molinos y eras en plena zona declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO (las Montañas Sagradas y Risco Caído) serán las nuevas incorporaciones a un patrimonio que sigue vivo.

¿Y qué otros ejemplos de patrimonio etnográfico existen en Gran Canaria? “Tenemos unos acueductos magníficos. Tenemos muchos puentes en San Bartolomé de Tirajana. Tenemos viviendas solariegas”, casas donde residía la persona que le dio renombre a una familia u otras personalidades conocidas. “Poblados trogloditas hechos en cueva, molinos hidráulicos como el de Firgas” o el “de gofio de San Gregorio”, además de “estanques inmensos en Gáldar que revelan toda la importancia agrícola que tuvo” o “eras en torno a Juncalillo, Fagajesto y Amurga” donde se producían cereales o se cultivaban vegetales, entre otros trabajos. 

Los refugios de pastores también son considerados patrimonio etnográfico. El municipio de Telde, por ejemplo, cuenta con “construcciones que están clasificadas como refugio de pastores” de vacas, muchas “reutilizadas como cuartos de aperos o como chozas”, y cuya datación se sitúa entre los 150 y los 180 años. Esta inexactitud histórica se debe, según afirma Francisco Mireles, a que “ahora mismo no hay nadie que diga exactamente cuándo se construyeron ni quién las construyó” pero cuyo recuerdo permanece entre los vecinos como la historia de las épocas “en las que no había zafra” de tomates en el sur de Gran Canaria a la que acudían como aparceros, y por eso debían llevar las vacas a los altos de Lomo Magullo. 

La reutilización es patente en la actividad pastoril, englobándose dentro del patrimonio etnográfico como muestra de su autoría popular y su funcionalidad. “Las bañeras se recuperan para dar de beber al ganado. Los antiguos somier de cama metálicos para convertirlos en vallas. Los bidones de gasoil para poner agua. En las carreteras los quitamiedos dándoles la vuelta como comederos”. Este es un patrimonio que, si bien “no es estéticamente bonito, bello”, cumple con los requisitos que demanda y sigue manteniendo “todavía el sector primario, sobre todo en el centro de la isla”.

“En zonas del interior, en suelo rústico y, sobre todo, sur, suroeste o este” es “donde más se conserva el patrimonio etnográfico”. La presión urbanística sobre la costa y los grandes núcleos de población han reducido su número, aunque Francisco Mireles recalca que esto “no quiere decir que dentro de los núcleos de los pueblos y de las ciudades no queden restos de patrimonio etnográfico”. Un ejemplo es el Molino del Conde, en Telde, cuya permanencia permite recordar la historia del patrimonio etnográfico en Gran Canaria.

El siglo XV con la antigua hacienda de Las Candelarias en Agaete, el XVI con “Los Picachos, los restos del antiguo ingenio azucarero de Los Llanos de Jaraquemada” en Telde y el correr de los siglos, a través del cual han aumentado los ejemplos de patrimonio, hasta llegar al actual, dejan un pasado influido por los sectores sociales o socioeconómicos. En este sentido, Francisco Mireles destaca que “no es lo mismo la Era del Conde en la Vega de Acusa, que es inmensa, a eras pequeñas de agricultores dedicados al autoabastecimiento”.

La antigüedad de elementos como estos ha llevado a la Fedac a impulsar proyectos para salvaguardar el patrimonio etnográfico que se conserva en Gran Canaria. El principal exponente es el conjunto de estudios sobre la zona arrasada por el incendio el verano pasado y al que “Fedac destinó 50.000 euros de donde se sacaron tres proyectos complementarios” para analizar zonas a las cuales no se tenía acceso hasta la quema de las zarzas. 

Tres planes de inventarios

Uno de los planes consiste en “hacer un fuerte inventario de todo lo que eran los elementos hidráulicos” y que ya cuenta con dos entregas de las tres planteadas. Plan similar a la labor dirigida a los núcleos trogloditas para definir su número, su extensión en metros cuadrados, su estado “y el uso que han tenido estas cuevas” como cuartos de aperos, cuevas alpendre, casas cueva, cuevas hidráulicas o corrales cueva, entre otros. Francisco Mireles asegura que actualmente FEDAC cuenta con “una primera entrega y pronto va a ser otra”. El proyecto final se destina a conocer el impacto del “incendio sobre los bienes etnográficos, inmuebles principalmente” pero también sobre otros elementos como la vegetación, las actividades agrícolas, la ganadería, el patrimonio hidráulico... y cuya primera entrega se realizará a finales de este mes. 

Los resultados que se obtengan de estos tres proyectos se volcarán en la Carta Etnográfica y permitirán además “una visión clara en conjunto” de lo que se tiene en el terreno y qué queda de los descubrimientos y de las rectificaciones sobre patrimonio ya recogido, aunque erróneamente.

Otro ejemplo es la recuperación del Faro de Maspalomas cuyo centro etnográfico, gestionado por Fedac, ha repensado la torre para “devolverla a la sociedad y tenerla abierta” debido a su singularidad y antigüedad. Obra de Juan de León y Castillo, se puso en funcionamiento el 1 de febrero de 1890 y es un ejemplo exclusivo de construcción con autoría que dispone del calificativo de patrimonio etnográfico.

La isla de Gran Canaria es una muestra de los cambios socioculturales y económicos que ha experimentado el patrimonio a lo largo de los siglos y cuyo inventario fue asumido en 1993 por la Dirección General de Patrimonio Histórico del Gobierno de Canarias y los cabildos insulares. Dos años más tarde se para la recopilación y es Fedac la fundación que recoge el testigo para, con sus propios medios, inventariar los elementos en los municipios de Gran Canaria. La publicación de la Carta Etnográfica a principios del milenio, y su posterior digitalización, han marcado el camino de un patrimonio que está más vivo que nunca.

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