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CRÓNICA

Feijóo se estrella en su electorado mientras Sánchez le abre una falla en el PP y logra un aval de estabilidad del PNV

Feijóo y Meloni, el jueves, en Roma.
21 de septiembre de 2024 21:42 h

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Scott Carey era, en El increíble hombre menguante, un ciudadano normal y corriente que un día se ve envuelto en una extraña nube. Al poco tiempo se percata de que su estatura disminuye de modo progresivo. Poco a poco va perdiendo peso y altura hasta hacerse casi invisible. Su vida se convierte en una pesadilla y en una lucha constante por la supervivencia en la que todo le es inalcanzable o una amenaza. Desde su propia familia hasta un gato o una araña. 

Algo así le ha ocurrido a Alberto Núñez Feijóo desde que aterrizó en Madrid propulsado por una operación orgánica de los barones para hacerse cargo de la presidencia nacional del PP. Todo le viene grande después de haberse desprendido del traje de la institucionalidad para vestir el de la lucha libre. Mes a mes y, encuesta tras encuesta, el líder de la oposición cotiza a la baja en el electorado. En el ajeno se daba por descontado, pero en el propio empieza a ser un clamor. Entre octubre de 2023 y septiembre de 2024 ha caído más de 20 puntos entre quienes siendo votantes del PP le prefieren como presidente del Gobierno (del 69,9% al 49,2%). Casi la mitad de su nicho electoral no le quiere en La Moncloa. Y esto, con una amnistía y un muy criticado acuerdo entre PSOE y ERC para dar una financiación singular a Catalunya de por medio que han hecho mella en el gobierno de Sánchez.

Son datos del CIS, sí. Pero los que arrojan las encuestas de institutos privados no son mejores, como ya chequeamos en elDiario.es en junio pasado. De hecho, en todas las publicadas por diferentes medios –y no precisamente progresistas– era el líder político peor valorado entre su propia parroquia. Hay preocupación en los territorios y hay un zumbido que recorre las conversaciones de varios de sus barones.

El cuestionamiento va más allá de las paredes de la Puerta del Sol, sede de la presidencia de la Comunidad de Madrid, y tiene mucho que ver con la ausencia de un proyecto como alternativa de Gobierno que vaya más allá de la mera confrontación con el Gobierno de Pedro Sánchez, con la ausencia de liderazgo y con una ristra de portavoces del PP en competición permanente por la declaración más gruesa o disonante.

La semana que acaba este domingo, y que empezó con una nueva derrota parlamentaria para Sánchez tras tumbar el Congreso la reforma de la ley de vivienda con la que se pretendía corregir el agujero de los alquileres de temporada, es un claro ejemplo del dislate en el que viven los populares, de la dificultad para llevar la iniciativa política tres días seguidos y de que Sánchez ha conseguido abrir una fisura entre la dirección nacional del PP y los presidentes autonómicos.

De un lado, Feijóo acusa al presidente del Gobierno de seguir los pasos del dictador Franco. De otro, su responsable en Política Exterior, Esteban González Pons, le acusa de estar implicado en un golpe de Estado en Venezuela. Y, en medio, su secretario de Política Autonómica, Elías Bendodo, le imputa una “guerra sucia” y una “purga general” contra medios de comunicación y jueces que le resultan “incómodos”, como si estuvieran en la “antigua Unión Soviética” y espeta que “eso es fascismo”. Una declaración esta última que llegaba un día después de que Feijóo se fotografiara en Roma con la primera ministra de Italia, Georgia Meloni –líder de un partido heredero de una formación con ideología fascista– y elogiara su política migratoria, que incluye deportaciones a Albania y la prohibición a las ONG de socorrer a los inmigrantes en alta mar. La imagen no fue del agrado de algunos dirigentes del PP consultados por este diario. 

Ajenos a la extravagancia declarativa de su dirección nacional, los presidentes autonómicos de Galicia y Andalucía, Alfonso Rueda y Juan Manuel Moreno Bonilla, respectivamente, acudían el viernes a la cita de Pedro Sánchez en La Moncloa en el marco de la ronda que el presidente ha convocado con los responsables de todas las autonomías. Se llama institucionalidad y es algo de lo que, aún desde la discrepancia ideológica, tanto el gallego como el andaluz, hicieron gala durante su estancia en el complejo presidencial. La expresión “mi presidente de Gobierno” con la que Moreno se suele referir a Sánchez fue la misma que utilizó también Rueda durante la rueda de prensa posterior a su encuentro con el presidente, lo que para los responsables 'monclovitas' marca la diferencia entre Feijóo y, por supuesto, la madrileña Isabel Díaz Ayuso y los barones del PP dispuestos a dejar de lado las diferencias para hablar de los problemas de sus respectivos territorios.

Lo mismo se espera del resto de presidentes autonómicos del PP que se reunirán con Sánchez en los próximos días haciendo caso omiso de la llamada a la rebelión y el plante que les propuso Ayuso cuando el presidente anunció la ronda de entrevistas con todas las comunidades autónomas. Tanto Moreno como Rueda trasladaron a Sánchez las necesidades de sus territorios en sendos documentos y le pidieron que en la próxima Conferencia de Presidentes se incluyera en el orden del día la financiación autonómica. Ninguno se refirió a Sánchez como “fascista” y mucho menos alertó de que España transitase por la senda de un régimen dictatorial, como se escucha a diario por boca de la dirigencia popular que habita en la calle Génova. El zumbido que recorre entre los dirigentes territoriales del PP es que “la ansiedad” no les lleva “a ninguna parte”, que “la estrategia de trasladar cada día a los españoles que España camina hacia al abismo” tampoco es creíble y que de nada sirve pedir a diario un adelanto electoral cuando todo indica que la legislatura va a durar.

La semana no ha salido, además, como esperaba Génova, que se las prometía felices tras propinar la segunda derrota en quince días al Gobierno en el Congreso al tumbar la reforma de la ley de vivienda. Tras la euforia de la votación, vino la cuestionada imagen de Feijóo con Meloni y la sonora desautorización de Edmundo Gónzalez a la ofensiva de los populares contra la diplomacia española por la crisis de Venezuela. 

Y, más allá de declaraciones, titulares o votaciones ganadas, la traducción real a la oposición de Feijóo es que el PP reventó con su voto el pacto que daba una solución al problema de los menores inmigrantes en Canarias, con su voto ha impedido que se se regule el alquiler de temporada y con su voto la próxima semana dirá no a 12.000 millones de euros para comunidades y ayuntamientos cuando impida la aprobación de la senda de estabilidad y el techo de gasto de los Presupuestos para 2025 creyendo que así Sánchez disolverá y convocará elecciones.

Nada más lejos de lo que pasa por la cabeza del presidente del Gobierno, dispuesto a aprobar las cuentas del año que viene con el techo de gasto de 2024. Con permiso de Junts, claro. Y esto es algo que nadie hoy puede garantizar, pese a que el secretario de Organización del PSOE, Santos Cerdán, viajase el viernes a Suiza para negociar con Carles Puigdemont el apoyo de sus siete diputados en el Congreso. Una misión que hoy no parece alcanzable, ni siquiera tras el compromiso del PNV de seguir dando estabilidad a Sánchez que hizo público el lehendakari tras su entrevista con el presidente en la Moncloa.

Si el PP vió en el apoyo de los 'jeltzales' en el Congreso a su iniciativa en favor del reconocimiento de Edmundo González como presidente legítimo de Venezuela el principio del camino para una alianza estratégica se equivocó. Fue coyuntural y estratégico. Nada más. Y así se lo ha hecho saber la dirección del PNV al Gobierno por activa, por pasiva y por perifrástica. Cuestión distinta es que los 'peneuvistas' puedan en esta ocasión intermediar con los de Puigdemont para que sigan su mismo ejemplo en el apoyo a Sánchez. 

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