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Al PP se le atraganta la comunicación: portavoces que compiten entre ellos y mensajes contradictorios

Parte de la dirección del PP, con Feijóo, Bendodo y Sémper a la derecha, en el Congreso.

Aitor Riveiro

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“Le reconozco que tenemos un gran déficit en la comunicación. Y hay que mejorarlo. Lo reconozco”. La frase la pronunció el pasado martes el dirigente del PP Elías Bendodo durante un acto informativo celebrado en Madrid por una asociación de periodistas de radio y televisión. Una “reflexión general”, explican desde su equipo, que habla más de una cuestión histórica del PP que de una circunstancia concreta. Casi a la misma hora, la secretaria general, Cuca Gamarra, protagonizaba su propio evento con presencia de medios de comunicación. Esa misma mañana, el portavoz parlamentario, Miguel Tellado, ofreció una rueda de prensa. Alberto Núñez Feijóo, desde Canarias, cerró la ronda de mensajes televisados antes de comer.

La agenda de medios de ese día no es una excepción en el PP. De hecho, son muchas las voces que en voz más o menos baja advierten del caos comunicativo que se ha impuesto en el partido de Feijóo ya desde finales del pasado curso político, durante el verano y en el arranque del actual. La acumulación diaria de portavoces en el PP, algunos oficiales y otros que ejercen como tales, es una constante. Y hace ya mucho que hay voces que piden embridar la situación.

Un dirigente lo resume en una frase: “No tenemos política de comunicación”. Una frase que también se puede escuchar, con pocas o ninguna variación, a técnicos del partido. Porque el problema, según destacan en el propio partido las fuentes consultadas, es doble. Por un lado, la evidencia de que algunos de los principales dirigentes del PP están compitiendo por ganar minutos de televisión y presencia mediática, bien por colocar un mensaje que creen que no llega con la suficiente fuerza, bien por cubrir compromisos adquiridos o bien para intentar blindar su posición dentro del partido. La queja interna es que nadie puede, o quiere, parar la espiral.

Un ejemplo reciente. El PP arrancó el curso político con la convocatoria de un pleno extraordinario en el Senado para interpelar a la vicepresidenta del Gobierno y ministra de Hacienda, María Jesús Montero, sobre el acuerdo de financiación para Catalunya. El miércoles 4, Montero acudió a la Cámara Alta, donde esperaba debatir con la portavoz, Alicia García. Pero la abulense no participó. Se repartieron el tiempo los senadores Gerardo Camps y José Manuel Barreiro. Incluso el secretario del grupo, Javier Arenas, intervino por una cuestión reglamentaria. García, no.

Sentado en la primera fila estuvo el propio Bendodo, quien abandonó el Hemiciclo a mitad de sesión. A la salida, las televisiones y radios lo pararon en el pasillo del Senado para lanzarle una batería de preguntas sobre diferentes temas de actualidad. A esa misma hora, en la sede nacional de la calle Génova de Madrid, Gamarra atendía a los medios en un receso de una reunión que mantenía precisamente con los consejeros de Hacienda.

Desde la dirección del PP aseguran que esa es la estrategia de comunicación trazada, que su intención es la de multiplicar las voces para entrar en los diferentes medios audiovisuales, pero también para tener espacio en las publicaciones o secciones especializadas.

“Intentamos colarnos en cuantos más temas mejor”, aseguran desde la dirección de comunicación del PP. “Puede que estemos dando demasiados mensajes, pero eso no quiere decir que haya una contraprogramación”, añaden las mismas fuentes.

Pero en el PP sí hay quien ve a muchos dirigentes “sacando codos” para no perder su posición. Las dudas sobre la necesidad de convocar o no un congreso ordinario, tal y como informó El Periódico, para reformular la línea ideológica del partido y abordar cambios en la dirección que solo se pueden hacer en dicho órgano, como la Secretaría General. El último congreso de este tipo se celebró en 2017, aún con Mariano Rajoy al frente del PP y del Gobierno.

Contradicciones en el mensaje

Más allá de la contraprogramación, el segundo problema que se plantea desde dentro del propio partido es que ese mensaje que se quiere colocar llega distorsionado por la diferencia a la hora de exponerlo, cuando no se entra directamente en contradicción.

Un ejemplo reciente de la semana pasada. El lunes, Borja Sémper dijo que Begoña Gómez, la esposa del presidente del Gobierno, no sería citada “en ninguna” comisión de investigación. Un par de días después, Tellado le contradecía y abría la puerta a que el PP de Madrid la llame a declarar en la Asamblea regional. Esa comisión de investigación iniciará sus trabajos antes de final de mes.

La abundancia de portavoces y mensajes tuvo su contrapeso en el bloqueo a los periodistas durante la reunión entre Feijóo y los barones autonómicos para pactar una posición común de mínimos sobre la reforma de la financiación autonómica. La cita fue el pasado viernes y se produjeron 15 comparecencias consecutivas ante los medios. Ningún periodista pudo hacer ninguna pregunta.

Uno de los presentes en la reunión, el presidente de Murcia, Fernando López Miras, lo explicó este jueves en una entrevista en El País: “Si el acto tiene un mensaje claro, pues a veces se entiende que para poder transmitir mejor ese mensaje, que se ha trabajado durante tanto tiempo, es mejor que haya una sola comunicación”.

Una tesis que solo se ha aplicado, por la mínima, ante la reforma de la financiación. No ocurre así en materias como la inmigración. En las últimas semanas, en Génova han optado por dar más presencia a otros dirigentes distintos a los más habituales. En este mes de septiembre, las habituales ruedas de prensa en solitario de Borja Sémper los lunes en la sede nacional son compartidas, bien con el vicesecretario de Economía, Juan Bravo, bien con la de Educación, Ester Muñoz. También la responsable de Movilización y Reto Digital, Noelia Núñez, ha tenido su oportunidad este mismo jueves.

Pese a las dudas 'sottovoce' que provoca la estrategia entre algunos dirigentes, los responsables de ponerla en marcha no parece tener intención en cambiarla.

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