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El algodón no engaña por Pablo Rodríguez González

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El problema es que el crecimiento del empleo no se ha producido, de forma que, si antes estábamos en condiciones de atribuirle al turismo todos los honores, ahora tenemos motivos para albergar dudas razonables sobre su protagonismo en la economía isleña. Que una industria genere mayor cantidad de output (pernoctaciones) con la misma cantidad de input (empleos) puede ser interpretado en positivo como una mejora de la productividad. Pero también cabe interpretarlo como un ejercicio colectivo de racanería chapucera merced a un oportunismo cortoplacista: cuando vinieron malas se redujeron costes recortando las plantillas y, ahora que vienen buenas, se retienen más ingresos al no incrementarlas. Hubo un tiempo en que se podía admitir la excusa de que las rigideces del mercado laboral impedían trasladar a la oferta de empleo los réditos de la actividad. Con la reciente reforma laboral (oportunamente aprobada al comienzo de la temporada) esta excusa ya no vale. No cuando Canarias, la menos estacional de las regiones turísticas españolas, viene mostrando tasas de temporalidad en el sector turístico similares a Baleares, la más estacional de todas ellas.

Independientemente de cómo les vaya a las cuentas de resultados de las empresas turísticas, parece que los beneficios sociales de su actividad deben ser puestos bajo sospecha. Quizás habría que empezar a exigir cuentas del inmenso caudal de recursos públicos que, ya sea mediante suelo, infraestructuras o acciones promocionales, se dirige desde hace décadas al sector. Quizás podamos aprender de esta crisis que el dinamismo de la economía canaria posterior a la crisis de 1993 no se ha basado en el negocio turístico sino en el negocio (especulativo) del desarrollo turístico, que no hemos vivido de atender a los turistas sino de construirles hoteles y toda la parafernalia (aeropuertos, carreteras, barriadas, centros comerciales, etc.) que les acompaña. Y es que el único indicador turístico que no ha mejorado esta temporada es el volumen de la oferta, ya que el mercado financiero ha parado en seco lo que la Moratoria no pudo parar. Hay mucho que aprender sobre la economía canaria de esta crisis y esperemos que, por una vez, no falten ganas de estudiarlo. A falta de un análisis más sosegado, me quedo con la máxima del mayordomo del anuncio: “el algodón no engaña”.

Pablo Rodríguez González

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