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El cuarto mono, el cuarto poder y la pestilencia

Carlos Juma / Carlos Juma

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De todo hay en esta miserable región de desagradecidos pero la denuncia periodística debería ser recordada cada instante, por su condición de notarios de la actualidad.

Asuntos y hechos que los ve hasta un antoñito en hielo, léase sablazos a la ciudadanía y pescaderías de cabosos en el muelle del Sanapú con el Euroferruge. De pena, ¡válgale a usted la pensión!

Lo evidente no precisa aclaraciones, y si se instruyen diligencias en cualquier asunto es, porque cuanto mínimo, debe llevarse a juicio, y elevar a veredicto (vere dignum?.) lo que corresponda ante la discrepancia. Nadie se queda un poco preñado.

Archivar una causa, con basamento jurídico, es justamente eso, quedarse ni vivo ni muerto. Libremente opino, políticamente hablando.

La controversia y la conclusión de un justo e imparcial juez es lo que merece confianza a los ciudadanos, una vez celebrado, ¿sinónimo de festejado?, el juicio. Curre y recurre lo que pueda.

La Justicia se sirve de profesionales que dedican sus mejores esfuerzos a rendir pleitesía a la Verdad. Merecidísimo respeto para ellos.

Los ciudadanos precisamos de los Notarios para que se eleve a fidedigna una actuación; precisamos de funcionarios cualificados para que una fotocopia se coteje y queda compulsada.

Si es un ciudadano el que denuncia deberá aportar la carga de las pruebas .El valor de una simple denuncia de un agente de la autoridad es tal cual, notarial.

No hace falta ser muy espabilado para saber que la ciudadanía se mueve en los límites de lo razonable y fluyen como barranqueras las encuestas a las que se les atribuye a los políticos,- excepciones las hay-, por parte de esta espectacular y dramática región platanaria, una enervante capacidad de que imitemos los monos con que se representa el secreto: obligarnos a taparnos ojos, boca y orejas. Ni veo ni oigo ni hablo.

Falta el cuarto mono, el que se tapa la nariz ante tanta pestilencia.

Lo que afirme un periodista, sostenido documentalmente, tiene el valor notarial que le atribuye la ciudadanía y que merece por su demostrada credibilidad.

Y la contundencia con que la ciudadanía ha vertido sus comentarios en el asunto del “salmonete, también conocido por el saltamontes” declarando su asombro y espectacular calentura ante actuaciones judiciales, y mostrando el desprecio más profundo hacia el colectivo político, retirándoles crédito,- y bien que hacemos pues en estos temas somos bancos y cajas en estado de “crisis”-, es para tenerla muy en cuenta

Aquellos a los que aún les quede una puñetera neurona que se pongan a pensar ¿podrán?, en las gravísimas consecuencias de estas actuaciones absolutamente desquiciantes, de unos y otros, sostenes o sujetadores de dos de las mil patas de un sistema político, libremente elegido entonces, y neciamente humillado hoy, que nos está llevando a la ruina de principios, enterrándonos en la vergüenza ante este modo de proceder. Pongamos que también hablo de Madrid o de Valencia.

No, no y no, y mil veces no, parafraseando a monseñor Pildain, cuando clamaba contra el incipiente turismo-bebé pecaminoso. Si, mil veces si, al turismo bueno que besaba su anillo.

Ciego es el que no quiere ver, más, cada santo tiene su octava.

Carlos Juma

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