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'No end in sight'
Primero fue la radical, y especulativa, subida del precio del barril de crudo, uno de los motores de la economía de los países civilizados. De un día para otro, el barril pasó de costar 80 dólares a más del doble. Un suceso como éste puso contra las cuerdas al sistema de distribución, tal y como lo conocemos, a causa del alza de los combustibles y su repercusión no se hizo esperar en los bolsillos de los ciudadanos.
Después llegó el desplome de algunas de las grandes inmobiliarias del mundo mundial y, a reglón seguido, de aquellos bancos que se habían apuntado a apoyar la construcción desmesurada y sin ningún tipo de regla. Aquello supuso el comienzo del pánico generalizado en las bolsas de todo el mundo y la señal de alarma, enarbolando la palabra crisis.
Al final, los principales gobiernos se han tenido que poner manos a la obra y proponer medidas para asegurar que la economía se mantenga, por lo menos, como estaba tan sólo hace unos meses.
Se acabó el derroche, las alegrías presupuestarias y demás, algo que acabarán pagando los que menos tienen ?como siempre- y que devolverá las aguas a su cauce hasta la siguiente crisis.
Como suele ser habitual, cada protagonista ha escrito un reglón en esta tragicomedia de ricos y pobres, de especuladores y de explotados, de mentirosos y de engañados. Uno de esos protagonistas ha sido la actual administración norteamericana, la cual ha demostrado, una vez más, su absoluta incapacidad para prever los problemas de su nación y poner soluciones apropiadas. Inmersa en una campaña electoral “a cara de perro” y con una guerra que lleva enquistada demasiado tiempo, las medidas tomadas casi in extremis y con un notable voto de castigo por parte de las filas republicanas sólo han servido para paliar el descalabro de unos años nefastos y dignos de ser borrado de la memoria.
Lo curioso del caso es que se ha escrito mucho sobre las medidas propuestas y aprobadas por la administración republicana -700 billones de dólares, a los que se les podrían añadir otros 250- pero no se ha querido hablar del coste real de la tan cacareada guerra de Iraq, en contra de un tiránico dictador y sus armas de destrucción masiva.
Y de eso mismo trata el documental de Charles Ferguson No end in sight.
Ferguson, quien también ha escrito el guión en que se apoya su trabajo, nos muestra la realidad y los intereses que se movieron para la campaña bélica y posterior ocupación del territorio iraquí. Narrado por el actor Campbell Scott, el documental es una terrible y descarnada radiografía de uno de los mayores sinsentidos del mundo moderno, una guerra basada en los intereses económicos de unos pocos, los verdaderos titiriteros de la contienda.
Ferguson nos muestra cómo se gestó todo y que, cuando las tropas de la coalición internacional entraron en Bagdad, su único interés fue el proteger el ministerio del petróleo. El resto de la ciudad, incluyendo su magnífico museo, acabó siendo pasto de los abusos y de los saqueos de quienes disfrutan destruyendo cualquier legado histórico de una nación.
Después, y tras unos tibios intentos por ayudar a la población, llegaron los encargados de desmantelar el país y expoliarlo, tomando medidas tan inteligentes como la disolución del ejército y las fuerzas de seguridad, medidas que alimentaron a las fuerzas insurgentes sin que se hiciera nada para evitarlo.
No end in sight demuestra que a la actual administración estadounidense y a los miembros de los grandes lobbys empresariales de ese país no les impresiona, lo más mínimo, los miles de soldados que han regresado en una bolsa de plástico a sus lugares de origen. Además, sus esfuerzos por acaparar todos los recursos del país han colocado a la población en un disparadero que les ha obligado a convertirse en mártires de una causa que poco tiene que ver con ellos, pero que les aporta alguna esperanza.
La riada de atentados que sacude Bagdad y las principales ciudades de Iraq están directamente relacionadas con los desatinos cometidos por quienes sólo piensan en los recursos energéticos que atesora el país árabe.
El documental, programado en la sección Iraq Today del Festival de Cine de Helsinki 2008, disipa cualquier duda sobre las verdaderas intenciones de la administración norteamericana ?sobre todo su cobardía a la hora de responder a las acusaciones que se formulan por las personas allí entrevistadas-. Dar la callada por respuesta se ha convertido en las señas de identidad de un gobierno que ya no sabe qué hacer en Iraq y que pretende “soltarle el muerto” a quien salga elegido en las elecciones del mes de noviembre.
La conclusión del documental, y es aquí hasta donde yo quería llegar, es que la guerra de Iraq ha costado, hasta la actualidad, más de un trillón y medio de dólares, o lo que es lo mismo, más del doble del dinero aprobado por la administración norteamericana para hacer frente a la crisis económica que vive su país.
Y todo para satisfacer los intereses, la cuenta de resultados y el ego de quienes juegan con los gobiernos y con la sociedad misma como se tratara de su casa de muñecas particular.
En Rakkautta & Anarkiaa también se proyectaron cintas como Heavy Metal in Bagdad; Redacted ,de Brian de Palma; o la descarnada Battle for Hadita, del británico Nick Broomfiled. Debo confesar que ninguna te deja con tal mal sabor de boca como No end in sight, sobre todo por la terrible sensación de irracionalidad que destina el documental de Charles Ferguson, el cual debería ser de obligada visión de todos los centros escolares del mundo, en especial en los llamados países capitalistas y civilizados Eduardo Serradilla Sanchis
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