Espacio de opinión de Canarias Ahora
El enemigo exterior
Siguen convencidos (quienes lo estén) de que todo lo mueve la demoniaca perversidad canariona que no ceja en el empeño de hundir Tenerife; sin que sepamos, exactamente, para qué afán tan denodado. Es el recurso al mito del enemigo exterior que resulta ser de los más primarios políticamente; además de insultante pues parte del supuesto de la incultura política y la credulidad del pueblo al que se dirige el mensaje manipulador.
Lo que sea para negar que personajes encumbrados se hayan valido presuntamente de sus cargos y enriquecido ilícitamente a costa del mismo pueblo al que alertan del desatentado ataque canarión. Si la mera sospecha ofende, la investigación resulta ser es un bofetón e informar es la prueba de que el enemigo exterior no cesa, habrá de convenirse que los imputados son víctimas cuasi heroicas de la insidia, que es lo que quieren demostrar.
Y como no hay mal que por bien no venga, héte aquí que en medio de todo se agiganta la figura de Miguel Zerolo, alcalde de Santa Cruz. Se sobrepuso el hombre a sus tribulaciones para revelarse como el mayor teórico de una rara especie de irredentismo que no llega a serlo del todo porque es, oye, hasta constitucional, según me ha parecido leer. Ha sido tan deslumbrante la irrupción zeroliana que no ha dudado el editorialista del matutino santacrucero que ya saben en señalarlo como el líder del futuro; sin aclarar, lástima, si ese futuro de esperanza es el perfecto o el imperfecto; o el pluscuamperfecto enunciativo de que una cosa estaba ya hecha, o podía estarlo, cuando otra se hizo. Espero que lo entiendan y me lo expliquen, que por ahí debe ir la cosa.
Comprenderán que ante cuestiones de tamaña trascendencia obvie boberías como el paro, el cierre de empresas, lo mal que pinta la marcha económica, el malestar social, los conflictos educativos y sanitarios y un largo etcétera del que asusta sobre todo la ineptitud clamorosa del Gobierno. Aunque, eso sí, no renuncio al último reducto del optimismo: la convicción de que no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista.
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