Lejos de remitir, los improperios de El Día van a más y es tan evidente que han calado en Tenerife como que comienzan a provocar reacciones en Gran Canaria, donde se observa que ningún dirigente de ATI condena una línea editorial para la que el Cabildo tinerfeño pidió, encima por unanimidad, el espaldarazo del Premio Canarias en la persona de su editor responsable.Así, ahora acaban de advertir a Paulino, en este mismo periódico, del riesgo de residir en Las Palmas de Gran Canaria. Bastó decirle que interesan menos sus paseos por Las Canteras que saber qué hay de la reforma electoral, de la ley de Sedes o de la oficina parlamentaria en Gran Canaria para que lo consideren en peligro. Era oportuno recordar,pues, lo que ha habido en materia de agresiones físicas porque ya está bien de que sean los inventores del ultrainsularismo quienes coloquen etiquetas a los demás.Para asustar a Paulino, recordaron los pitidos a Adán en la reinauguración del Pérez Galdós. Y se los endilgaron a los invitados de corbata obligatoria y derecho a canapé, devenidos en núcleo duro (?) ultrainsularista y no a parte del grupo de noveleros reunidos en la calle.No interesaba reparar en que la malcriadez de Luzardo con el presidente canario tuvo críticas tan generalizadas que le supusieron a la ex alcaldesa, sin duda, la pérdida de unos cuantos votos porque en la ciudad de Las Palmas no se ven bien tales desplantes. Otra fina es considerar solicitud de traslado del Parlamento a la petición de una simple oficina en que los electores se vean con sus diputados sin necesidad de invitarlos a comer.Una lectora llega a decir que los políticos grancanarios dejaron en su día el Parlamento en Santa Cruz porque no creyeron que sirviera de mucho. Así se escribe la historia. Como fui testigo de aquello, diré que El Día estaba ya encendido y consideraba la propuesta de colocar al Parlamento en La Laguna sucio truco canarión. Los políticos tinerfeños, asustados,amenazaron con bloquear el Estatuto y la autonomía. Por eso se cedió y se nos pidió a los periodistas grancanarios que no hiciéramos sangre para tener la fiesta en paz. Cedimos al chantaje y ahora resulta que los ultrainsularistas somos nosotros.