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Funcionarios aburridos
El caso es que, en estos momentos, el gobierno keniata tiene 33 ministros, cada uno con sus correspondientes 50 ayudantes con un rango y sueldo equivalentes a lo que en España sería un secretario de Estado. Hasta aquí, una situación delirante, pero sólo una más de las que asolan con frecuencia a los países con menos medios.Pero la realidad siempre supera la ficción y esta semana, decenas de estos funcionarios keniatas enviaron un escrito al presidente de su país quejándose de que se aburren en horario laboral porque no tienen nada de trabajo que hacer. Es más, afirman que sólo van a la oficina a leer periódicos y que se enteran de las decisiones que adoptan sus ministros por la prensa. En su favor habrá que decir que por lo menos se preocupan de leer la prensa para enterarse de los temas que cuecen en su ministerio. Esta legión de conienzudos lectores de prensa le supone al gobierno keniata más de 9 millones de dólares al año en salarios y dietas.De todas formas, no vayan a pensar que estos señores demandan un horario más estricto y mayor cantidad de tareas. Lo que exigen en su misiva es que el presidente defina claramente sus cargos. Desean además, y lo consideran muy importante, que no se les llame “asistentes” y que se les dé oficialmente el título de “viceministros”. No se especifica si con aumento de sueldo o no.Habida cuenta de esto, uno entiende mejor por qué algunos países van como van y porque se producen determinadas situaciones. Imaginen la cara que se les tiene que quedar a los keniatas de a pie, que no tienen la vida precisamente fácil en uno de los países más corruptos del mundo, cuando asisten a semejante dislate. Mientras, UNICEF y el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados pidieron hace unos días a la comunidad internacional 23,5 millones de euros para intentar paliar la “alarmante” situación de malnutrición que se vive en los campos de refugiados de Kenia. Paradojas de un país donde los funcionarios quieren ser viceministros cuando reconocen que no hacen nada por lo que cobran, mientras sus gentes se mueren de hambre junto a los safaris para turistas.
Esperanza Pamplona
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