Hoy España asiste atónita a un esquema simétrico donde en el centro se ubican el Partido Socialista y el Partido Nacionalista Vasco y en los laterales dos fuerzas con poca capacidad de maniobra. En la derecha, Mariano Rajoy apenas se mueve por temor a la COPE y a la FAES de Aznar. En el bando simétrico, Batasuna apenas se mueve por miedo a ETA. Rajoy no llama nunca a Zapatero según ha confirmado este fin de semana el presidente en una entrevista concedida al diario El País. Del mismo modo que Aznar nunca llamaba a Zapatero, ni en el Gobierno ni en la oposición. Zapatero no tiene quién le llame. Ya hoy nadie engaña a los españoles. Descontando que pudiera ser Zapatero un iluso, ya sabemos que quien mintió fue Rajoy cuando atribuía al Gobierno terribles precios políticos, incluso Pamplona como capital del País Vasco. Hoy nadie está con Rajoy por lo que hace o dice, pero muchos lo están porque no quieren a Zapatero. Eso es instrumentar la lucha antiterrorista. Zapatero confiesa que ni un sólo día se ha sentido apoyado por el Partido Popular en la lucha contra el terrorismo. Este Partido Popular que no acepta estar en la oposición -con lo cual mientras no cambie sólo puede estar en la oposición- es desleal y antipatriótico. Porque en estas crisis siempre se tiene que estar con el Gobierno. Imaginemos a la oposición laborista británica retirando en plena guerra el apoyo a Churchill por cosas semánticas, por ejemplo, por no decir en alemán que nunca negociaría con Hitler. Es impresentable. Si Rajoy no cambia no sólo no merecerá gobernar, es que no merecerá siquiera estar en la oposición. Porque incluso en el supuesto de que Zapatero fuese un presidente desastre, ha sido votado por los españoles y su debilidad sería razón de más para llamarlo, ayudarle y apoyarle. Esta división que nos hace a todos los españoles más débiles tiene que terminar. Y ya nos gustaría que terminara dando la razón a quien la tiene, pero como dirimir esto no está al alcance de los españoles por este teatro de la confusión que nadie se merece, el deber de la oposición es estar con el Gobierno. Sin excusas, sin palabras. Sólo con hechos.