Espacio de opinión de Canarias Ahora
Un gran poder
Dicha colección constaba de una estructura fija para cada número; es decir, un relato auto conclusivo de once páginas a cargo de Stan Lee y Jack Kirby, y dos historias cortas de cinco páginas, con guión de Lee y dibujo de un variado plantel de dibujantes.
El título en cuestión no había gozado del favor del público y, la entrega número quince terminó por ser la última de la colección.
Por avatares del destino, Stan Lee publicó una idea que le llevaba tiempo rondando la cabeza, en parte por la recomendación del entonces responsable de la editorial, Martin Goodman, quien le dijo al guionista A nadie le importa lo que hagas en una serie que va a cerrar.
La idea giraba alrededor de un joven adolescente, llamada Peter Parker, el cual y tras ser picado por una araña radioactiva, adquiere los poderes y las habilidades de estos animales.
Mezcla de ciencia ficción post bomba atómica y con algunos rasgos de las novelas pulp de los años treinta, el personaje de Lee añadía elementos nuevos al mundo gráfico, en especial su interacción con el mundo real. Peter es un chico huérfano, criado por sus tíos y muy alejado del prototipo de estudiante musculoso y con encanto que tanto ha vendido el cine norteamericano. Sus pasiones son los libros, la ciencia y cuidar bien a sus tíos, su única familia.
Cuando, merced a sus nuevos poderes, Peter descubre todo un mundo nuevo e impensable para alguien como él, lo hará pagando un terrible precio. La muerte de su tío Ben, a manos de un ladrón de poca monta ?y al que Peter hubiera podido detener sin mayores problemas- le enseñará una dura lección: que un gran poder conlleva una gran responsabilidad.
Han pasado cinco décadas desde aquel Amazing Fantasy# 15 y, hoy en día, Spiderman es uno de los personajes más conocidos dentro y fuera del mundo gráfico. Parker ha tenido más pérdidas en su vida, y en trágicas circunstancias; se ha casado con la más guapa de la clase; y le han obligado a vivir, otra vez, su existencia por causa de un requerimiento editorial.
No obstante, las palabras de su tío, continúan estando muy presentes en su mente y, por ende, en la mente de muchos de sus seguidores.
Es una pena que, cuando un cargo público accede a su puesto, no se le obligue a leer buena parte de la colección de Spiderman. No creo que muchos cambiaran de actitud durante su mandato, pero, por lo menos, no podrían argumentar ignorancia o desconocimiento de las acertadas palabras de Ben Parker ante la ciudadanía.
Está claro que no nos debería sorprender la caradura con la que se comportan muchos cargos electos. Es bien sabido que una buena parte de ellos están donde están por las prebendas que acarrea el cargo, o para satisfacer los intereses de determinados sectores que han sido los responsables directos de su nombramiento.
Sin embargo, cada vez se creen más impunes para hacer y deshacer, para engañar, mentir, tergiversar o, simplemente, ignorar las normas que rigen nuestra sociedad. Creen que su cargo les posibilita para situarse un peldaño por encima de los mortales comunes y corrientes, razón por la cual terminan comportándose tal y como lo hacen.
Ya poco importa la ignorancia que demuestran cada vez que abren la boca. Tampoco importa que digan una cosa el lunes, otra el martes y otra el miércoles. Al final harán todo lo contrario. No muestran el más mínimo rubor malgastando los dineros públicos en una época de recesión económica y de miedo generalizado ante un futuro tan incierto como inquietante. Ellos están lo suficientemente bien cubiertos como para dormir por las noches, mientras sus electores se desvelan por su problemas.
Al final su discurso está enfocado, en la mayoría de los casos, a protegerse ?a sí mismo y a quienes les rodean- conocedores que, por extraño que pueda parecer, un día la diosa justicia pudiera quitarse la venda que ellos le colocaron y terminar con sus huesos en el descrédito público. La cárcel es para los pringados y aquellos que no han podido descargar sus culpas en alguien que pasaba por allí.
A nuestros cargos públicos les preocupa más que alguien les deje de coger el teléfono y arruine de esta forma su futuro tras su paso por la política, aquel futuro que los llevará a un plácido consejo de administración y que les rentará pingües beneficios.
Un plan tan simple como terrorífico, sobre todo para quienes viven ajenos a sus pérfidos manejos.
La conclusión que se puede sacar de todo esto es que, salvo que las cosas cambien, queda claro que estamos en manos de unos descerebrados arribistas, cuyas miras no pasan por mejorar la sociedad en la que vivimos. Hay excepciones -al igual que en todas las facetas de nuestra civilizada sociedad- aunque cada vez cuesta más encontrarlas y, lo que es peor, cada vez cuesta más creer en ellas.
No me cansaré de decir que también hace falta que la sociedad civil salga de su apatía y arrime el hombro ante muchos de los problemas que nos rodean. Ya no cuela el que “Papá Estado” lo solucione todo. Si se quieren cambios hay que trabajar por ellos, y si los gestores actuales no sirven habrá que poner otros nuevos y someterlos a unos controles mucho más rigurosos que los actuales. De otra manera, dudo que las cosas cambien.
Me imagino que a algún lector, encantado con acusar con el dedo a los columnistas de éste y otros periódicos ?y siempre de manera anónima- mis palabras le sonarán a demagogia barata y demás adjetivos por el estilo, pero bueno, cada cual es muy libre de mirar la realidad según el cristal que ellos elijan.
Ahora, que luego no se quejen cuando, detrás del cristal, sólo vean las ruinas que los actuales mandatarios se están empeñando en dejar a su paso, como único recuerdo de su lamentable y patética gestión.
Eduardo Serradilla Sanchis
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