Espacio de opinión de Canarias Ahora
Guillermo García Alcalde
Conocí a Guillermo a mediados de los 60 del siglo pasado cuando aún no sabíamos que la juventud es enfermedad que se cura. Vino de la mano de José Luis Martínez Albertos; a poner en la calle La Provincia en su segunda época. El periódico fue un campanazo de aquí te espero que movilizó en contra a la derechona de la época y a la clerigalla nacional-católica. Veían a Albertos como una encarnación de Satanás judeo-masónico con tropezones comunistas y ni les cuento de cuanto bramaron los púlpitos aquel domingo en que apareció en la última página un fotón en bañador de la Miss Las Palmas acabadita de elegir y que era, por hechura y contextura, angelito, todo un acontecimiento en sí misma. El pecado hubiera sido no publicarla.
En el equipo “reiniciador” enseguida destacó Guillermo. Por su buen hacer periodístico y acusada inclinación a los asuntos culturales, entonces todavía constreñidos a lo oficialesco que ahogaba la creatividad de tantos que encontraron en García Alcalde conocimiento, comprensión y apoyo.
Cuando se fue Albertos, imagino que harto de embestidas, Guillermo lo acompañó y “La Provincia” pasó por un periodo de varios directores que no acabaron de cogerle el tranquillo. Hasta que Juan Francisco Sardaña Fabián logró sentar las bases de su consolidación. Al concluir la etapa de Sardaña, Tomás Hernández Pulido, consejero delegado entonces de Editorial Prensa Canaria, que ahí estuvo fino, repescó a Guillermo como director de La Provincia. Eran los últimos años del franquismo y Guillermo demostró que, además de practicar un periodismo puntero y de poseer una sólida formación, tenía la visión política progresista precisa para colocar al periódico en todo lo alto en un momento histórico difícil marcado por la incertidumbre y lleno de riesgos.
La Provincia, sin hacer menos al entrañable Diario de Las Palmas, de Pablo Hernández Montesdeoca y Nacho Jiménez Mesa, se convirtió, dirigido por Guillermo, en el único medio importante de auténtica referencia en la Canarias de la Transición. A nadie sorprendió que asumiera luego, con los nuevos propietarios de Prensa Canaria, las máximas responsabilidades empresariales dentro de Prensa Ibérica, que arrancó como grupo precisamente de aquí.
Más o menos ésta ha sido en trazos muy gruesos la vida profesional de Guillermo García Alcalde que en la vertiente humana acabó haciendo bueno aquello de que la patria de uno no es donde has nacido sino donde han nacido tus hijos; y no les digo los nietos. No es preciso que me extienda por ese lado ni que entre en los detalles de su labor en Canarias; por conocida y porque ya se han ocupado otros.
Lo que me importa anotar es que veo en el reconocimiento de Guillermo indicios de que, a pesar de los pesares, esta sociedad va superando la mezquindad. Y al decir “sociedad” me refiero al mundo de los políticos y de los “culturos” a los que hay que echarles de comer aparte, no a los isleños de mejor ley que saben diferenciar la discrepancia puntual y hasta diría que sana y obligada del odio siberiano.
Ignoro el origen de este gentilicio aunque lo creo alusión a la enormidad de Siberia; que se queda tamañita ante la injusticia de infamias y calumnias de las que ha sido víctima Guillermo, musitadas al oído unas veces y en ocasiones estampadas en letra impresa.
Pero, al final, lo que queda de la gente es el peso de cuanto han aportado de positivo a la sociedad en que vive y en eso Guillermo va sobrado. La juventud, ya ven, se cura y a veces para bien.
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