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La hostilidad marroquí

José A. Alemán / José A.Alemán

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La cuestión la suscitó Aminatu Haidar. La UE considera lo suyo cuestión bilateral Madrid-Rabat. No han querido ver los socios europeos que la activista saharaui es ya un símbolo de la lucha de su pueblo ante la opinión internacional; y que reducir su visión del drama sin contextualizarlo es un error que vuelve a poner de manifiesto la incapacidad de la UE para ir más allá de la “Europa de los mercaderes”. Por mucha lírica (o épica) europeísta que le echen, es evidente la impotencia de la UE para evitar o reconducir el choque de un país miembro, como España, con otro que aspira a serlo, Marruecos, con acceso privilegiado a los mercados europeos. Por esa vía, poco recorrido tendrán los intentos de la UE por hacerse con el lugar al que aspira en la comunidad internacional.

Pueden más los intereses nacionales que los del futuro de la UE. Unos miembros ven el conflicto sahariano tan distante y alejado que mejor sería hablar de “desintereses”; otros, como Francia y España, lo tienen presente en sus oraciones. De la falta de criterio unánime se aprovecha Marruecos, bien protegida por los franceses (y los USA, claro), lo que le permite jugar con España al gato y el ratón poniendo de relieve su condición de segundona en una Europa que renunció con Marruecos a sus valores; a los éticos porque los económicos sí que los atienden. Si Tel Aviv trata de llevarse por delante a los palestinos con la “comprensión” norteamericana y se burla de la UE, Marruecos pretende hacerlo con los saharauis, dándole a España cuando le conviene donde duele, en la seguridad de que el grueso de la UE mirará a otro lado.

Esto no es nuevo ni justo responsabilizar al Gobierno Zapatero. La historia se viene escribiendo al menos desde el XIX y el caldo de cultivo que genera episodios como el de Aminatu comenzó a crecer hace siete lustros. Lo que debe reprochársele al Gobierno central es que se remita (oficialmente, por no decir hipócritamente) a lo que resuelva a la ONU en el conflicto cuando la realidad es que se ha decantado por Rabat. Tanto que Taieb Farsi no tuvo inconveniente en resaltar cuanto han avanzado en su entendimiento los dos gobiernos; lo que traducido a romance quiere decir que el marroquí está satisfecho de que el español se haya plegado a los deseos de Mohamed VI y aceptara su plan para el Sahara y no tolera el mínimo desvío, aunque sea para salvar una vida humana dispuesta a inmolarse. El día menos pensado tenemos al cónsul marroquí en Canarias exigiéndole al Gobierno español que pida perdón al monarca alauita.

Esta complacencia con el primo marroquí explicaría, por ejemplo, que España aceptara recibir a Aminatu ilegalmente y la displicencia del Gobierno en los primeros días de su huelga de hambre en Guacimeta. Quiso hacerle un favor a Marruecos, tardó en darse cuenta de que se había metido en una buena y se le envenenó. Debió calcular que ella aceptaría, agradecidísima y a la primera, la nacionalidad española con lo que se tapaba, una vez más, que Rabat se pasa por el arco del triunfo derechos elementales de las personas. Un cálculo lógico en un país como España, en el que la dignidad no es valor en alza, pero difícilmente extrapolable al pueblo saharaui que la tiene de activo principal. Por no decir único. Ha habido comentarios al plante de Aminatu que revelan incomprensión de la tesitura en que la han puesto.

No puede, insisto que por dignidad, dejar de encarnar el símbolo que ya es de la lucha de su pueblo. No tiene otra salida que no sea merecer el desprecio de los suyos. No podemos valorar la situación en la que está dispuesta a morir sino desde su óptica.

De morir, Rabat se encogerá de hombros pues nadie le exige respeto a derechos elementales; no se lo afea ni siquiera España, a pesar de que el fallecimiento, de producirse, se le anotaría en el “debe” y lastraría su aspiración a una mayor relevancia en el plano europeo e internacional.

España lo tiene muy mal, hostilizada por Marruecos, con la clara amenaza última de Taieb Farsi. A lo que se añade la indiferencia de los miembros de la UE “desinteresados”, la interesada proclividad francesa y americana a las pretensiones marroquíes, el prolongado fracaso de la ONU. Un país que se dice moderno y demócrata se ha labrado a pulso su propia impotencia ante una monarquía feudal que se las gana todas.

La situación debería preocupar al Gobierno canario que no dice esta boca es mía, más allá de lamentar cuanto daña al turismo la tozudez de Aminatu. No da para más y hasta mucho es.

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