Espacio de opinión de Canarias Ahora
La huella de un hombre bueno
Cada día los medios de comunicación nos ofrecen necrológicas de personas reconocidas mediáticamente por sus vinculaciones con el arte, con la política, con el deporte, con el dinero... Y es normal que no sea noticia el fallecimiento de cada uno de los hombres o mujeres que nos dejan cada día.
Sin embargo cada ser humano que muere, aunque no haya tenido ningún tipo de protagonismo social, deja huella. Y algunas de estas huellas son muy profundas; en ocasiones determinantes para que nosotros, unos u otros, hayamos llegado a ser lo que somos. Huellas de personas que nos han abierto caminos, nos han acercado a los demás, nos han ayudado a descubrirnos ... y han dejado multitud de momentos en nuestra memoria fotográfica.
Para la familia Pérez Ramírez, Gregorio ha sido una de esas personas maravillosas que nos ha enseñado a vivir.
Gregorio, todavía adolescente, salió de su pequeño pueblo manchego para buscarse la vida en el ambiente duro del Madrid de la postguerra. Después de distintos trabajos y de alistarse ?aún sin la edad- para participar en la guerra europea, terminó enrolado en la marina. Allí, sus habilidades y peculiar caligrafía le permitieron sobresalir en una de las primeras promociones de Hidrografía.
Esta casualidad del destino le trajo pronto a Las Palmas, base de aquellos primeros buques hidrográficos que a mediados del siglo pasado levantaron las cartas hidrográficas de las islas y de la costa africana bajo dominio español.
Aquel peninsular se hizo canario y fundó con Maquita un sociedad fuerte y arraigada que, salvo algunos años por razón de la profesión, siempre ha residido en Las Palmas, generando en su entorno -familia, amigos, vecinos ...- un ambiente de colaboración, de ayuda y de generosidad.
La muerte de Miguel, su único hijo, hace más de treinta años, le abrió una herida que no cicatrizó nunca y que probablemente somatizó debilitando su corazón. A pesar del dolor, siguió siendo la persona generosa, cercana, dispuesta siempre a hacernos la vida más fácil.
Desde hace años la enfermedad le ha venido mermando sus capacidades. Pero incluso en este tiempo ha seguido siendo un referente de hombre bueno. De su elocuente conversación pasó a largos silencios, apenas rotos en ocasiones con enternecedoras frases para pedir disculpas por sus dificultades para evocar los recuerdos o para seguir la conversación. Y cuando las palabras inteligibles se le acabaron, todavía le quedó la mirada agradecida, tierna y, a veces, interrogativa, para dar pie al diálogo aunque fuera sólo gestual.
Ayer sus ojos se apagaron. Más allá de la transcendencia que nos asegura la fe cristiana, la mirada de Gregorio -“Padrino”- seguirá encendida en toda la gente a la que ha ayudado a ser feliz.
Murió Gregorio, un hombre bueno.
Gregorio Álvarez López, oficial retirado de la Armada Española, falleció ayer a los 87 años.
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