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El impedimento absoluto

José Miguel González Hernández

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La identidad, soberanía y globalización no necesariamente son conceptos encontrados. Hay espacios de unión y entendimiento en donde, respetando las raíces, que pueden ir generando entornos que permitan amoldar las diferentes realidades. Si no fuera así, terminaríamos por ser pasto fosilizado de la historia. Es decir, sería ver a la evolución como una prostitución de nuestras convicciones. Porque la propia palabra así lo indica puesto que nos describe la acción o efecto de desarrollo o transformación según se vaya pasando gradualmente de un estado a otro. De facto, ni siquiera toda la humanidad surge de una única cepa. No hay un árbol genealógico exclusivo e idéntico del que se parta. El origen se encuentra en múltiples semillas que han ido germinando en y por diferentes circunstancias.

Más allá de los valores genéticos, los cuales son responsables mayoritarios nuestra totalidad como ser vivo de, no solo cómo somos y nos sentimos físicamente, sino también de nuestro estado emocional y mental durante toda nuestra existencia, están los condicionamientos ambientales y los hábitos de vida, así como los procedimientos de socialización. De hecho, las características del entorno y las propias elecciones personales terminan por influir, en cierto modo, en el código genético. En definitiva, la forma que tenemos de ver la vida influye en lo que nos pasa. Además, no es lo mismo tener el pelo o la piel de un color determinado, que la cartera llena o vacía de dinero. Y como no es lo mismo, los procedimientos para ajustarse, adaptarse o salir de una circunstancia no deseada no son idénticos.

Podemos hacer todo el ejercicio físico que queramos, aunque probablemente la mayoría no haremos los cien metros en menos de nueve segundos. Pero ¿es nuestra posición social invariable? Rotundamente no. Es cierto que las oportunidades de partida aparentemente pudieran parecer que no fueran idénticas. De hecho, nacer en Burundi no es lo mismo que hacerlo en Luxemburgo. Pero una cosa no quita la otra: la capacidad de crecer o la posibilidad de desarrollarse. El entorno ayuda o contraviene, pudiéndose convertir, incluso, en un obstáculo, pero nunca en un impedimento absoluto, dependiendo del nivel aspiracional de cada cual.

Según se dice, lo que más aporta al conservadurismo es la edad. Aunque también se defiende que es la evolución de la situación económica. En otros casos, se lleva de “serie”, ya sea por antecedentes familiares, enriquecimiento (o empobrecimiento) cultural o simplemente porque sí. Pero, sea cual sea la razón, realicemos un análisis introspectivo y pensemos cómo éramos, cómo somos y cómo queremos ser. Seguro que, a mayor identificación con los deseos, menos frustración. Y viceversa, claro está.

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